Esta semana se conoció que el Papa movió una pieza clave en uno de los cinco tableros de ajedrez, en los que juega partidas simultáneas, como aquellos maestros rusos de la era soviética. Ahora le tocó al Papa geoestratega que, al igual que con sus planes relativos al gobierno de la Iglesia, su preocupación por el ecumenismo y el diálogo interreligioso, su contribución a la discusión ideológica actual y sus planes y acciones para enfrentar y resolver temas concretos, como la trata de personas o el programa de Scholas Occurrentes, a favor de la educación, va marcando una agenda de trabajo muy variada y extensa.
En el gobierno de la Iglesia, el primer jesuita en la historia en ocupar la cátedra de Pedro está produciendo una verdadera revolución. Más allá de las posibles divisiones entre conservadores y reformistas en algunos temas sensibles de la doctrina y el dogma, sus gestos simples y su austeridad personal, han abierto una puerta por la que entra oxígeno fresco a un ambiente desde hace años muy viciado. La Iglesia necesitaba en forma imprescindible más transparencia y honestidad. No era concebible que la organización espiritual fundada en los valores de Cristo se hubiera transformado en una especie de fría transnacional muy alejada de esos principios y de espaldas a la gente. Continuar leyendo