Cada vez que la opinión pública apostó a que Cristina Kirchner haría las cosas de manera diferente y que corregiría el rumbo de colisión de un modelo condenado al fracaso desde su mismo comienzo, se equivocó. Incluso, vale la pena recordar que CFK ganó las elecciones presidenciales de 2007 bajo el lema del cambio. Cambio que no se produjo y que incluso se transformaría en el “vamos por todo” de las elecciones de 2011. Sin embargo, una y otra vez, la Presidente obtuvo el beneficio de la duda. Y durante mucho tiempo, para la mayoría de la opinión pública, no se trataba de un gobierno que ignoraba cómo resolver los problemas sino que necesitaba de tiempo para hacerlo. Y me incluyo: el año pasado, como muchos otros, creí que el gobierno corregiría el rumbo cuando se diera cuenta de que su política fiscal, monetaria y cambiaria terminarían en una recesión más profunda de la prevista. Pero, una vez más, la opción fue redoblar la apuesta. Más cepo y más atraso cambiario, más gasto público y más déficit financiado por el BCRA. Amén de la profundización del intervencionismo y la discrecionalidad del poder Ejecutivo sobre las instituciones y los mercados. Continuar leyendo