Argentina y Estados Unidos comparten mucho más de lo que se suele imaginar. Salvando la distancia o brecha en la trayectoria final de un país (cuasi imperial) y otro (casi irrelevante), ambos poseen territorios extensos, climas diversos, tierras benignas, historias paralelas, líderes importantes, autoestimas nacionales a veces exageradamente altas, pero sobre todo, una institucionalidad política muy similar a partir de la cuasi imitación alberdiana del diseño de los Padres Fundadores. Sin embargo, a pesar de tales coincidencias, sobre este último punto, las reacciones simultáneas de las sociedades civiles ante cuestiones similares como la discusión de la ley presupuestaria (ley de leyes), la sucesión presidencial o el rol del Congreso son bastante diferentes, cuando no, diametralmente distintas.
En efecto, un ejemplo cabal de ello, es el reciente “shutdown” o cierre temporario de todas las instituciones gubernamentales, fenómeno que se produjo 16 veces a lo largo de todo la historia en el territorio norteamericano. Para tal sociedad civil, tan admirada por su vitalidad y ejercicio responsable de la libertad, por el francés Tocqueville en el siglo XIX, lo ocurrido es asumido sin dramatismo alguno y hasta puede ser justificado racionalmente, como ejemplo de control legítimo opositor de las cuentas públicas de un gobierno que ha devenido fiscalmente irresponsable.