La misma institucionalidad y diferentes actitudes: el caso del cierre del gobierno norteamericano

Argentina y Estados Unidos comparten mucho más de lo que se suele imaginar. Salvando la distancia o brecha en la trayectoria final de un país (cuasi imperial) y otro (casi irrelevante), ambos poseen territorios extensos, climas diversos, tierras benignas, historias paralelas, líderes importantes, autoestimas nacionales a veces exageradamente altas, pero sobre todo, una institucionalidad política muy similar a partir de la cuasi imitación alberdiana del diseño de los Padres Fundadores. Sin embargo, a pesar de tales coincidencias, sobre este último punto, las reacciones simultáneas de las sociedades civiles ante cuestiones similares como la discusión de la ley presupuestaria (ley de leyes), la sucesión presidencial o el rol del Congreso son bastante diferentes, cuando no, diametralmente distintas.

En efecto, un ejemplo cabal de ello, es el reciente “shutdown” o cierre temporario de todas las instituciones gubernamentales, fenómeno que se produjo 16 veces a lo largo de todo la historia en el territorio norteamericano. Para tal sociedad civil, tan admirada por su vitalidad y ejercicio responsable de la libertad, por el francés Tocqueville en el siglo XIX, lo ocurrido es asumido sin dramatismo alguno y hasta puede ser justificado racionalmente, como ejemplo de control legítimo opositor de las cuentas públicas de un gobierno que ha devenido fiscalmente irresponsable.

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Verano convulsivo a orillas del Nilo

La inestabilidad egipcia se resiste a desaparecer. Febrero de 2014, la fecha estipulada para el test electoral refundacional, asoma muy lejana. A dos años y medio de la caída del dictador Hosni Mubarak, el “oasis democrático” de la Hermandad Musulmana (HM) en el poder, a cargo del electo -con el 51 % de votos pero el 48 % de ausentismo- Mohamed Morsi, se vio interrumpido por nuevas y masivas revueltas, la “intervención” del Ejército -el más poderoso de África- y recientemente, las fracturas tanto en el nuevo gobierno provisional como en su flamante oposición, que se debate en el dilema de la institucionalidad o la guerra civil. Mientras tanto, Occidente, atrás de los acontecimientos, discute tecnicismos del carácter de si es o no un “golpe” el perpetrado contra Morsi -éste, paradójicamente apoyado en su momento, por un culposo Obama-.

Ciertamente, la coalición del Frente de Salvación Nacional (FSN) y el “Tamarod” (“Rebélate”) -engendrado del Kefaya (“Suficiente”) anti-Mubarak en 2004, se inserta en la lógica de las “revoluciones blancas”, postelectorales, pacíficas, convocadas a través de las redes sociales, donde las clases medias urbanas y educadas, exigen, demandan, reclaman de manera muy diversa ante regímenes semiautoritarios, corruptos y fundamentalistas, que no logran mutar su legitimidad de origen en una similar de ejercicio. El sueño de Kant y Tocqueville de más democracia universal está presente allí, a pesar de las enormes diferencias culturales entre Kiev, Estambul, Brasilia, Tbilisi, Buenos Aires, Moscú y demás ciudades que vieron a lo largo de las dos últimas décadas semejantes espectáculos callejeros.

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