Persecución a los cristianos: no seamos socios en el silencio

James Foley, periodista fotográfico de tan sólo 40 años fue ejecutado esta semana, de la manera más cruel, en tierras sirias, a manos de unos salvajes, como los denominara el New York Post en su portada, ya que no cabe otro adjetivo. Yihadistas islámicos pertenecientesal EIIS ( Ejército Islámico de Irak y Siria) lo decapitaron. Pero no les fue suficiente con semejante acto vandálico. Lo filmaron y subieron el cruento video del asesinato a la red titulándolo “Mensaje a América”, difundiendo así su cobarde hazaña con el fin de dominar por el terror.

Los pecados de Foley: ser cristiano católico y norteamericano. De rodillas, vestido con una túnica naranja y esposado con sus manos en la espalda, murió como un grande, un héroe, un mártir, mostrando dignidad y coraje hasta el final. Le mostró al mundo entero, tanto con su vida como con su muerte, las atrocidades que están llevándose a cabo en una de las partes más violentas del mundo donde reinan la intolerancia, la barbarie y la tiranía.

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La deuda de los Estados Unidos con Irak

En el año 2003 los Estados Unidos, bajo la administración Bush decide invadir Irak y derrocar a su dictador Saddam Hussein, con la excusa de que el país poseía armas de destrucción masiva, las que finalmente nunca fueron halladas. Luego de años de lucha e intervención norteamericana, sin un plan posterior para encaminar en la democracia a un país que poco conocía de ella,  todo aquel esfuerzo resultó en vano. Se logró poco y se perdió mucho. La opinión pública norteamericana, al igual que como sucediera en la guerra de Vietnam, desalentada por los pocos resultados obtenidos y los muchos soldados muertos en tierras lejanas, que no hacen a los intereses norteamericanos, presionó para que el Presidente Obama finalmente retirara las tropas de Irak a finales de 2011. Casi tres años más tarde Irak se encuentra en una situación de caos total, con una sociedad presa del odio y las divisiones y un gobierno corrupto y tiránico que se dedicó a perseguir, torturar y encarcelar, sin ningún aval de la justicia, a toda minoría que no fuera chiíta, haciendo especial foco en los sunitas. El Ejército Islámico (EI), una de las facciones yihadistas más sanguinarias, avanza sobre su territorio queriendo formar un Califato Islámico, decapitando y aniquilando mujeres, niños y ancianos que no profesen su fe.

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