Una guerra sin fin

Podríamos decir que Israel y Palestina viven en estado de guerra permanente con periodos de paz de tanto en tanto. El odio por parte de Hamas y muchos palestinos está tan enraizado que no los deja razonar ni ver con claridad cómo forjar un futuro mejor. El instinto de supervivencia del pueblo judío, junto con el fantasma del pasado que no pueden superar, hacen que el gobierno israelí reaccione de la peor manera, queriendo exterminar a quienes cree son sus nuevos verdugos. Convengamos que ciertas declaraciones de algunos líderes árabes extremistas no ayudan. La pobreza en Gaza es tan grande que sus habitantes tienen poco que perder. Jóvenes y niños sin futuro, cuyo único sueño es llegar lo antes posible al paraíso, y así poder escapar del infierno terrenal en el que viven. Inmolándose tienen mucho por ganar. El paraíso es lo que promete Alá a cambio de sus vidas. ¿Quién puede resistirse a ello cuando ha crecido con esta enseñanza y la tiene como verdad única? No sólo eso, sino que por cada hijo inmolado en un ataque suicida, su familia cobrará una indemnización de por vida. Dinero a cambio de un hijo, consuelo frente a la situación desesperada en la que viven. El hijo morirá pero pasara a ser un mártir, un héroe. ¿Qué mayor honor para la familia? Toda una educación basada en la muerte, en destruir en lugar de construir.

Por otro lado, quienes hoy forman el Estado de Israel son sobrevivientes de un pasado oscuro. Sobrevivieron a aquella atrocidad pertrechada por un loco maníaco alemán que, por algún motivo que escapa a la razón misma, encontró eco y convenció a muchos de que había que exterminar a los judíos. Un pueblo que sufrió, huyó perdiéndolo todo, murió y, sin embargo, resucitó y salió adelante más fortalecido que nunca. Dicen que quien se salva por mucho o por poco de la muerte se vuelve más fuerte, y hasta con una soberbia especial que viene de creerse invencible. Esta es la fuerza con la que cuenta hoy el Estado de Israel y sus habitantes. El recuerdo del holocausto y las 6 millones de vidas inocentes que se llevó está presente  y no permitirá que algo semejante vuelva a ocurrir. Es un pueblo que tuvo que morir para volver a vivir. Coraje le sobra. Inteligencia y dinero también. Su servicio de inteligencia hoy es uno de los mejores del mundo. Es mucho lo que ha invertido en defensa en estos últimos años. El sistema de Iron Dome, que capta y destruye misiles que tienen como blanco sus ciudades, ha sido un éxito. Diariamente, son cientos de misiles los que son interceptados en el aire provenientes de Gaza. Seguramente de no contar con este sistema serían miles los muertos israelíes, y la comunidad internacional se conmovería frente a ello como lo hace frente a los muertos palestinos. Si no mueren más israelíes es gracias a su sistema defensivo, no a la compasión de Hamas.

Mi abuelo Yamil, ya fallecido, era sirio y llegó a la Argentina en barco cuando tenía tan sólo 8 años con unos pocos familiares que sobrevivieron a las persecuciones y matanzas de los cristianos en Siria. Tengo 50% de sangre árabe y no reniego de ella. Rescato muchísimas cosas buenas ya que nos han dado tanto, sobre todo en los albores de nuestra civilización con sus diferentes inventos. Hubo una Edad de Oro del islam y el mundo árabe entre los siglos VIII y XIII. Durante este período, ingenieros, académicos y comerciantes del mundo islámico contribuyeron enormemente en aspectos como las artes, agricultura, economía, industria, literatura, navegación, filosofía, ciencias y tecnología, preservando y mejorando el legado clásico y añadiendo nuevas invenciones e innovaciones. No debemos olvidarnos de esto.

Lo que no avalo es ni matar ni morir, y mucho menos en nombre de Dios. Cada uno puede creer en el Dios que quiera -para mí es uno sólo-, y aunque le pongamos distintos nombres, no podemos cargarlo con muertes. Pensar que todos los árabes o todos los palestinos son terroristas, fundamentalistas y asesinos sería hacer una generalización completamente errada. Cada uno es víctima de sus circunstancias pero dueño de su destino. Egipto y Jordania demostraron que se puede convivir pacíficamente con Israel, al igual que otros países árabes. El pueblo palestino también lo puede lograr si está dispuesto a ceder y dejar la violencia a un lado. Pero Israel también tendrá que ceder. Si bien es cierto que Hamas es un grupo terrorista que no actúa de buena fe exponiendo a sus ciudadanos a la muerte, también es cierto que son los palestinos quienes se encontraba habitando esas tierras al momento de la creación del Estado de Israel. Ellos se sienten usurpados de sus tierras y su reclamo territorial es tan legítimo como el de querer ser reconocidos como un Estado. Es por eso que digo que Israel también tendrá que ceder si algún día quiere lograr la paz.

La única salida, que hoy parece ser utópica, es que moderados de ambos lados, frente a tanta sangre y vidas perdidas, tanto por presión de sus propios habitantes como de la comunidad internacional, se sienten a dialogar y negociar, esta vez entendiendo que en una negociación siempre hay que dar algo a cambio. Mientras ambos lados crean que la guerra sigue siendo la mejor opción, nada cambiará.

Un mundo globalizado plagado de guerras y muertes

¿Cómo iban a imaginar aquellas 298 almas inocentes mientras esperaban en el aeropuerto de Ámsterdam, despidiéndose de familiares y amigos, que embarcarían el vuelo MH17 con destino a  la muerte? A tan sólo meses de la trágica y misteriosa desaparición de otro vuelo de Malaysian Airlines en el Océano Índico, la ley de probabilidades indicaba que era casi imposible que otro avión perteneciente a esa misma línea aérea sufriera una nueva tragedia . Tripulantes y pasajeros  de once nacionalidades diferentes, ninguno ruso ni ucraniano, y hasta quizás con poco o nulo conocimiento acerca del conflicto que acechaba la zona que sobrevolaba , pasaron desde hace unos días a engrosar las listas de muertos en una de las tantas guerras que parece no tener fin.

Ya no importa si el misil que derribó al avión  fue lanzado por ucranianos o rebeldes pro rusos de Donetsk o Lugansk. O la delirante teoría de que el misil iba dirigido al avión en que se trasladaba de regreso de su viaje por Latinoamérica el presidente ruso, Vladimir Putin. Con seguridad ese avión no arriesgaría sobrevolar por semejante zona, sería suicida. Como si fuera  tan fácil derribar aviones presidenciales que extreman su seguridad. La única verdad es que nada ni nadie le devolverá la vida a estas personas , y sus familias nunca olvidarán, la herida sangrará por siempre.  Lo que cabe preguntarse es cuántos más tendrán que morir.

En un año donde se cumple el centenario de la Primera Guerra Mundial, una buena parte de la civilización coquetea con un peligroso grado de violencia.  Primero llegó la gran crisis económica del 2008/2009, con epicentro en los Estados Unidos, pero que rápidamente y cual efecto domino se propagó por todo el mundo. A pesar de haber salido lentamente de ella de manera dispar, la violencia empezó a aflorar en distintas partes del mundo como hacia tiempo no sucedía.

En febrero comenzaron las protestas en Venezuela contra el gobierno de Maduro con miles de muertos y presos políticos. Hoy persisten, y esa nación continúa atrapada en su propio laberinto, creado por el chavismo, y sus dirigentes parecieran no poder encontrar salida. Mientras tanto, su economía sigue barranca abajo y desmoronándose a pesar del alto precio del petróleo, algo incomprensible para cualquier buen entendedor ya que son uno de los grandes productores y exportadores del oro negro. Del otro lado del mundo, allá por febrero también, las calles de Kiev, en Ucrania, se transformaron en ríos de sangre. Protestas callejeras violentas y revolucionarias, luego de sangrientos enfrentamientos con las fuerzas policiales y militares que respondían al gobierno, derrocaron finalmente al presidente Yanukovich, quien contaba con el apoyo de Rusia. Inmediatamente después comenzaron los disturbios en Crimea, península  perteneciente a Ucrania, que finalmente fue anexada a Rusia, referéndum mediante.  Pero todo no termina aquí, sino por el contrario, esto ha dado comienzo a más batallas al este de Ucrania, en Donetsk y Lugansk, con gran número de población rusa comenzando su propia lucha y confiar sus destinos a Moscú. Lógicamente, Putin respalda todos estos movimientos para cumplir su sueño de reconstruir la desmembrada Unión Soviética, y recuperar el poder y protagonismo perdido por Rusia.

En Medio Oriente cesan abruptamente las negociaciones de paz entre Israel y Palestina para ser reemplazadas una vez más por tanques y misiles en una guerra que se llevara la vida de algunos israelíes y muchos palestinos. En Siria continúa la guerra civil que no da tregua y ya lleva tres años y más de 170 mil muertos. Los refugiados que perdieron todo se cuentan por los millones. Irak, cuya incipiente democracia pende de un hilo, comenzó su propia guerra. Extremistas Islámicos sunitas del EIIS , Estado Islámico de Irak y Siria, quieren reformular los mapas y crear un gran Califato Islámico. Ya han avanzado sobre varias ciudades y puntos estratégicos iraquíes como Mosul, donde se han saqueado grandes sumas de dinero y armamentos que los vuelve aún más temerarios. Maliki, el primer ministro iraquí chiíta, esta haciendo poco para lograr una tregua y negociar.  Irán, por su parte, logró extender por más meses el plazo de negociación ganando tiempo para seguir enriqueciendo uranio con fines nucleares.

Asia no parece tampoco estar trabajando por la paz. Corea del Norte amenaza a su vecino del sur con reiniciar la guerra y, en un acto de provocación, realiza ejercicios militares con misiles de corto mediano y largo alcance en sus fronteras  y espionaje con drones. China avanza sobre islas en sus mares por cuestiones estratégicas enfrentándose diplomáticamente a Vietnam, Malasia y Japón. Por su lado, Japón frente a la amenaza de China y Rusia, quiere reformular su Constitución para así poder tener mayor influencia militar en la zona asiática lo que traería aún más tensión.

En África tampoco las cosas están mejor. Sudán del Sur disputa su propia guerra. Somalia acecha con sus actos de piratería. Nigeria y el secuestro de las más de 200 niñas por Boko Haram, grupo extremista que ayer ha izado nuevamente su bandera blanca y negra al noreste de la capital nigeriana perpetrando un feroz ataque causando 100 muertes.

Un mundo plagado de violencia que parece estar fuera de control y donde cada uno esta concentrado en ganar poder o territorios.

Frente a todo este escenario, Naciones Unidas hace poco. Estados Unidos y Europa siguen sancionando a Rusia con muy pocos resultados. Mientras tanto, Vladimir Putin y su par chino, Xi Jinping, se dedican a buscar materias primas y aliados en América Latina, no por afinidad sino por mera conveniencia. Pareciera estamos atravesando un período de caos que, si no lo frenamos a tiempo, puede terminar en algo peor. Las alarmas están encendidas, habrá que ver quien las escucha.

Un año después, Medio Oriente sigue en llamas

Hace poco menos de un año, al regresar de un intenso viaje por Israel y Palestina, escribí que veía imposible el que ambos países pudieran llegar a un acuerdo de paz. Y desgraciadamente no me equivoqué. En aquel momento, recién se iniciaban las negociaciones encausadas por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, quien parecía ser el único que podía lograr semejante hazaña debido a su buena relación personal tanto con el premier israelí, Benjamín Netanyahu, como con Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina.

Se fijó un período de nueve meses para negociar, que llegó a su fin de la peor manera. Israel no cumplió en liberar en tiempo y forma a presos palestinos como habían acordado; Abbas, en represalia, decidió como primera medida adherirse a convenios internacionales, transgrediendo así una prohibición que tenía, al menos durante el tiempo que duraran las negociaciones. Pocos días después fue aun más allá, desafiando todo lo imaginable y sellando un acuerdo de unificación con Hamas, grupo que gobierna la Franja de Gaza y que es considerado un grupo terrorista enemigo acérrimo de Israel. Más tarde llegó el secuestro de los tres jóvenes israelíes con su trágico y brutal final en manos palestinas de Hamas. Esto fue el principio del final de tiempos de relativa calma para los habitantes de ambos lares. Inmediatamente llegaría la venganza, con la muerte de otro joven inocente, esta vez palestino, en manos de israelíes.

Aquel agosto del 2013, estando en Jerusalén, escuché a un ex alto mando de los servicios secretos israelíes decir que todas las conversaciones de paz pendían de un hilo, ya que bastaría con que Hamas tirara un misil  para que las mismas concluyeran precipitadamente. Y lo temido sucedió, aunque no fue un misil. En tanto el odio, la sinrazón y violencia de quienes lideran Gaza no cese  y sean finalmente dominados por los moderados de Fatah, que sí quieren la paz junto con los miles de civiles palestinos que están cansados de morir inútilmente, esto será un camino sin fin. Palestina necesita paz para poder empezar a crecer económicamente, recibir ayuda y sacar así a su pueblo de la miseria en la que se encuentra inmersa. Israel, por el contrario, es un vergel, con una economía pujante y un poderoso ejército. Pero aún así, una guerra no favorece a nadie, sólo trae muertes y destrucción.

Es increíble pensar que tanto odio rodea a Tierra Santa, un lugar tan sagrado y venerado por las distintas religiones como habitantes del mundo. Si en Jerusalén  conviven pacíficamente musulmanes, judíos , cristianos y ortodoxos, ¿por qué fuera de sus muros tiene que correr tanta sangre? Seguramente muchos de los llantos que se escuchan al acercarse al Muro de los Lamentos y que conmueven hasta lo más profundo del alma tengan que ver con esto, con pérdidas de seres queridos de la forma más inútil.

Se sabe como comenzó, no cuándo ni cómo acabará. Algunos temen que se produzca una tercera Intifada, lo cual sería no sólo una tragedia por las muertes que traería, sino también porque mostraría al mundo entero la incapacidad de los organismos internacionales -que fueron creados después de dos grandes guerras con esta finalidad- para evitar conflictos de esta escala. Evidentemente, hay algo -o mucho- que las Naciones Unidas no está haciendo bien. Sería bueno revisar su estructura, modernizarla y adecuarla a los nuevos tiempos y desafíos. Ya es hora de hacerlo y corregir su mal funcionamiento.

Mientras tanto, en Siria, la guerra continúa. Ya lleva tres años y un saldo de 170 mil vidas. Esto es el equivalente a 155 muertes por día de manera constante. Como premio, y en unas elecciones poco transparentes, Bashar al-Assad nuevamente ganó y va por más. Entregó las armas químicas -según lo acordado en Ginebra- y las mismas están siendo destruidas en alta mar por rusos y norteamericanos. La pregunta del millón es si las habrá entregado todas o tendrá más escondidas. ¿Quién monitorea eso? ¿Serán los mismos que dijeron que en Irak había armas de destrucción masiva? Assad tuvo el tiempo suficiente para esconder parte de ellas -o hasta quizás pasárselas a su aliado Irán para que las tenga en custodia.

El  EIIS, Estado Islámico de Irak y Siria, quienes comenzaron peleando contra Al Assad junto a los rebeldes y Al Qaeda, hoy han tomado fuerza propia y pelean su propia guerra en Irak. Se proponen avanzar y recomponer lo que alguna vez fuera el Imperio Otomano y convertirlo en un Califato Islámico, locura sin fin de un grupo armado hasta los dientes que no conoce límites y actúa con total brutalidad, como si vivieran en tiempos medievales. Ya no se trata de sunitas y chiítas sino de un grupo de fundamentalistas islámicos que hacen avergonzar al propio islamismo y que interpretan el Corán según les plazca.

Misiles vuelan de un lado a otro a modo de fuegos artificiales y poblaciones tienen que someterse y acostumbrarse a ello, viendo morir a sus jóvenes por culpa de un grupo de enajenados y algunos líderes que no están a la altura de las circunstancias. Irán, frente a todo este desborde regional, pasó a un segundo plano. Rohani seguramente sacará provecho de la situación, y seguirá jugando con su buena voluntad y diplomacia mientras el enriquecimiento de uranio sigue su curso.

Una región que vive en el pasado y el odio, guerrera por naturaleza, donde pareciera ser que el conflicto y la violencia no pueden ser reemplazados por la cordura y el sentido de la vida. Habrá que esperar muchos años más para que las nuevas generaciones, por haber nacido y sufrido las guerras, finalmente anhelen tanto la paz que trabajen incansablemente para obtenerla.

Medio Oriente: incendiarios y bomberos

Con este título apareció en la edición de ayer del New York Times una columna de Thomas L. Friedman, periodista a quien sigo habitualmente y con quien comparto mucho de sus pensamientos. Comienza preguntándose cuál es la pelea real en Medio Oriente hoy. ¿Es sectaria (sunitas versus chiítas) y nacional (israelíes versus palestinos y árabes versus persas)? ¿ O es algo más profundo? La respuesta en este caso se la da Nader Mousavizadeh, un ex oficial senior de Naciones Unidas y co-fundador de Macro Advisory Partners, una firma de consultoría geopolítica, quien responde que la lucha real en la región es entre incendiarios y bomberos. Aquellos que quieren sembrar el caos y aquellos que quieren la paz.  Son los líderes los que establecen las pautas y los pueblos los que sufren las consecuencias.

Friedman adhiere en que hay mucho de cierto en esto. Los fuegos sectarios y nacionalistas que vemos en Medio Oriente no son naturales e inevitables como una gran mayoría podría pensar. Según Mousavizadeh, estos son producto de incendios maliciosos provocados por líderes en estos países para avanzar en objetivos políticos, económicos y de seguridad de escasa y estrecha visión. En Occidente, como consecuencia de una mezcla de fatiga y fatalismo, reducen peligrosamente a la creación de una narrativa irreversible de conflicto sunita-chiíta . Esto es históricamente falso y libera a su vez a los líderes de la región de ejercer el poder de manera legítima y responsable. Agrega que las divisiones sectarias son reales, pero las erupciones provocadas por estas pueden ser evitables. Son los incendiarios quienes prenden las llamas en estos sectarios que por sí solos se extinguirían  fácilmente. Son los líderes los que se encargan de azuzar el fuego, echando combustible y dando más aire para propio beneficio.

¿Cómo funciona esto? Bashar al-Assad, presidente de Siria, es un incendiario. Cuando se vio confrontado a una protesta pacífica contra su gobierno tiránico, abrió fuego contra los manifestantes, esperando provocar que la mayoría sunita en Siria respondiera con violencia a su minoría alawita- chiíta gobernante. Funcionó y ahora Assad se presenta como el defensor de una Siria secular contra fanáticos sunitas.

El primer ministro Iraquí, Nuri Kamal al-Maliki, es otro incendiario. En el mismo minuto que las tropas estadounidenses se retiraron de Irak, Maliki deliberadamente arrestó a líderes sunitas, los privó de sus presupuestos y dejo de pagarles a las tribus sunitas que se levantaron contra Al Qaeda. Con esto logró que los sunitas respondieran con violencia. Finalmente, Maliki se presentó en las últimas elecciones como el defensor de la mayoría chiíta  frente a los “terroristas” sunitas. La estrategia había funcionado.

El general Abdel Fattah el-Sisi en Egipto, lanzó una violenta campaña contra los Hermanos Musulmanes, matando, hiriendo y arrestando a cientos de sus miembros. Tiempo más tarde se presentó como candidato a la presidencia como el defensor de Egipto contra los “terroristas” de dicha fuerza política y ganó.

Los extremistas palestinos que recientemente secuestraron a tres jóvenes israelíes son también incendiarios. Su intención fue terminar con el intento de recomenzar las charlas de paz entre palestinos e israelíes y avergonzar a los palestinos moderados. Algunos radicales judíos en el gabinete gubernamental Israelí como Naftali Bennet y el ministro de vivienda Uri Ariel también son incendiarios. Ariel deliberadamente anunció planes de construir 700 nuevas unidades de viviendas para judíos en el Este Árabe de Jerusalén, torpedeando así la negociación diplomática llevada adelante por el secretario de Estado estadounidense, John Kerry. Y lo lograron.

También hay bomberos en todos estos lugares que quieren la paz. Personas como Tzipi Livni y Shimon Peres en Israel, el ex primer ministro palestino, Salam Fayyad, Mohammad Javad Zarif en Irán y el Ayatollah Ali al-Sistani en Irak, pero que hoy se ven abrumados por las pasiones desatadas por los incendiarios.

Es difícil para aquellos que no han vivido en el mundo árabe comprender que chiítas y sunitas en lugares como Irak, Líbano y Bahrain, se casan entre sí sin importar el grupo al que pertenecen. Se los llama “sushi” (por mezcla de sunitas y shiites en su pronunciación en inglés ). Las masacres sectarias no son la regla. Una encuesta recientemente publicada por Zogby Research Services, llevada a cabo en siete países árabe , muestra que  una gran mayoría de personas en estos países está a favor de políticas estadounidenses que apoyen una solución pacifica al conflicto en Siria, conjuntamente con más apoyo a los refugiados sirios.  La mayoría también se opone a cualquier tipo de intervención militar por parte de los Estados Unidos en la región o al apoyo armamentístico de los grupos opositores.

Con el liderazgo adecuado, los habitantes de esta región pueden salir adelante y convivir pacíficamente entre sí.  La división de Irak en tres partes no es la elección del pueblo.

De seguro, la armonía entre las diferentes sectas requiere de orden, pero este no debe ser impuesto por una mano de hierro. Los iraquíes en abril pasado tuvieron elecciones justas llevadas adelante por sí solos. Quedó probado que lo pueden hacer. Estas sociedades necesitan pasar de ser gobernadas por “mano de hierro” a tener instituciones de hierro que sean legítimas, inclusivas, responsables y lo suficientemente fuertes como para enmarcar y sostener a la sociedad en conjunto, asegura Mousavizadeh.

Esto requiere del liderazgo adecuado. Entonces, cuando estos líderes vayan a Washington a pedir intervención, ayuda económica o armamentos, la pregunta que deben hacerles los políticos estadounidenses es: ¿Ustedes son incendiarios o bomberos? De acuerdo a la respuesta, accionar.