Una guerra sin fin

María Belén Chapur

Podríamos decir que Israel y Palestina viven en estado de guerra permanente con periodos de paz de tanto en tanto. El odio por parte de Hamas y muchos palestinos está tan enraizado que no los deja razonar ni ver con claridad cómo forjar un futuro mejor. El instinto de supervivencia del pueblo judío, junto con el fantasma del pasado que no pueden superar, hacen que el gobierno israelí reaccione de la peor manera, queriendo exterminar a quienes cree son sus nuevos verdugos. Convengamos que ciertas declaraciones de algunos líderes árabes extremistas no ayudan. La pobreza en Gaza es tan grande que sus habitantes tienen poco que perder. Jóvenes y niños sin futuro, cuyo único sueño es llegar lo antes posible al paraíso, y así poder escapar del infierno terrenal en el que viven. Inmolándose tienen mucho por ganar. El paraíso es lo que promete Alá a cambio de sus vidas. ¿Quién puede resistirse a ello cuando ha crecido con esta enseñanza y la tiene como verdad única? No sólo eso, sino que por cada hijo inmolado en un ataque suicida, su familia cobrará una indemnización de por vida. Dinero a cambio de un hijo, consuelo frente a la situación desesperada en la que viven. El hijo morirá pero pasara a ser un mártir, un héroe. ¿Qué mayor honor para la familia? Toda una educación basada en la muerte, en destruir en lugar de construir.

Por otro lado, quienes hoy forman el Estado de Israel son sobrevivientes de un pasado oscuro. Sobrevivieron a aquella atrocidad pertrechada por un loco maníaco alemán que, por algún motivo que escapa a la razón misma, encontró eco y convenció a muchos de que había que exterminar a los judíos. Un pueblo que sufrió, huyó perdiéndolo todo, murió y, sin embargo, resucitó y salió adelante más fortalecido que nunca. Dicen que quien se salva por mucho o por poco de la muerte se vuelve más fuerte, y hasta con una soberbia especial que viene de creerse invencible. Esta es la fuerza con la que cuenta hoy el Estado de Israel y sus habitantes. El recuerdo del holocausto y las 6 millones de vidas inocentes que se llevó está presente  y no permitirá que algo semejante vuelva a ocurrir. Es un pueblo que tuvo que morir para volver a vivir. Coraje le sobra. Inteligencia y dinero también. Su servicio de inteligencia hoy es uno de los mejores del mundo. Es mucho lo que ha invertido en defensa en estos últimos años. El sistema de Iron Dome, que capta y destruye misiles que tienen como blanco sus ciudades, ha sido un éxito. Diariamente, son cientos de misiles los que son interceptados en el aire provenientes de Gaza. Seguramente de no contar con este sistema serían miles los muertos israelíes, y la comunidad internacional se conmovería frente a ello como lo hace frente a los muertos palestinos. Si no mueren más israelíes es gracias a su sistema defensivo, no a la compasión de Hamas.

Mi abuelo Yamil, ya fallecido, era sirio y llegó a la Argentina en barco cuando tenía tan sólo 8 años con unos pocos familiares que sobrevivieron a las persecuciones y matanzas de los cristianos en Siria. Tengo 50% de sangre árabe y no reniego de ella. Rescato muchísimas cosas buenas ya que nos han dado tanto, sobre todo en los albores de nuestra civilización con sus diferentes inventos. Hubo una Edad de Oro del islam y el mundo árabe entre los siglos VIII y XIII. Durante este período, ingenieros, académicos y comerciantes del mundo islámico contribuyeron enormemente en aspectos como las artes, agricultura, economía, industria, literatura, navegación, filosofía, ciencias y tecnología, preservando y mejorando el legado clásico y añadiendo nuevas invenciones e innovaciones. No debemos olvidarnos de esto.

Lo que no avalo es ni matar ni morir, y mucho menos en nombre de Dios. Cada uno puede creer en el Dios que quiera -para mí es uno sólo-, y aunque le pongamos distintos nombres, no podemos cargarlo con muertes. Pensar que todos los árabes o todos los palestinos son terroristas, fundamentalistas y asesinos sería hacer una generalización completamente errada. Cada uno es víctima de sus circunstancias pero dueño de su destino. Egipto y Jordania demostraron que se puede convivir pacíficamente con Israel, al igual que otros países árabes. El pueblo palestino también lo puede lograr si está dispuesto a ceder y dejar la violencia a un lado. Pero Israel también tendrá que ceder. Si bien es cierto que Hamas es un grupo terrorista que no actúa de buena fe exponiendo a sus ciudadanos a la muerte, también es cierto que son los palestinos quienes se encontraba habitando esas tierras al momento de la creación del Estado de Israel. Ellos se sienten usurpados de sus tierras y su reclamo territorial es tan legítimo como el de querer ser reconocidos como un Estado. Es por eso que digo que Israel también tendrá que ceder si algún día quiere lograr la paz.

La única salida, que hoy parece ser utópica, es que moderados de ambos lados, frente a tanta sangre y vidas perdidas, tanto por presión de sus propios habitantes como de la comunidad internacional, se sienten a dialogar y negociar, esta vez entendiendo que en una negociación siempre hay que dar algo a cambio. Mientras ambos lados crean que la guerra sigue siendo la mejor opción, nada cambiará.