Con voluntarismo sólo no alcanza. Se necesita convicción y plena conciencia de límites. Hacer las cosas bien no siempre da resultados inmediatos, pero es como la verdad, no admite dos caminos.
En el planeta Argentina de la era Mauricio Macri todo es rápido. La sensación es que el Presidente viene con la velocidad de la Fórmula 1 y la necesidad de definir el partido en los primeros cinco minutos de juego. Es cierto que las lunas de miel duran mucho menos desde que las parejas ya no piensan en “Hasta que la muerte nos separe”, pero a veces la ansiedad y mucho más la ansiedad política no van de la mano con las metas deseadas. El Presidente hasta ahora va delineando y complaciendo —en algunos casos— a un electorado que desea buenos modos. Pronto y más rápido que tarde, se le exigirán resultados.
Esto que parece loco, asumió hace 10 días, también es el resultado de un Gobierno, el anterior, que no sólo sembró grietas, sino que además limó la paciencia, la tolerancia, el aguante y, por qué no, cierta sensatez y raciocinio en el gran público. Todos reconocen explícitamente o en voz baja que la devaluación era inevitable con Macri o con Daniel Scioli. Si se llega a esto (se devaluó el 42%) es porque lo anterior no se hizo bien, pero la tiranía de los precios y la realidad de los salarios, especialmente los percibidos por trabajadores en negro o los jubilados con inexorable dependencia a los medicamentos, vuelve vulnerable y mala consejera a una paciencia enojada. Continuar leyendo