Ayer, el presidente Mauricio Macri presentó un plan de modernización del Estado argentino. Dijo: “Asumimos el compromiso de construir el Estado siglo XXI basado en la recuperación de los recursos humanos, en la tecnología y en los procesos abiertos”. Remató con la sentencia: “El objetivo es que Argentina esté entre los diez países del mundo en acceso a la información y transparencia”.
Ante los anuncios del Presidente, la sensación es la de una foto de la fachada de una hermosa casa en la cual al ingresar hay grandes vacíos, desorden, roturas. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) es un ejemplo claro de esto: el profesionalismo y la seriedad de Graciela Bevacqua no fueron priorizados. Los procesos de reconstitución y el tiempo de su recuperación dependen, para utilizar un término médico, de cuán grave está el paciente. Durante ocho años, al instituto se lo fue desarticulando; el tratamiento para su restablecimiento insumía sólo el 1% de ese lapso.
La paritaria nacional docente fue trabajada por el ministro Esteban Bullrich para lograr, a mi criterio, una base salarial acorde a los cimbronazos inflacionarios y tarifarios; en julio, según los actores de la paritaria, el ofrecimiento hacía que los docentes cobrasen un básico de 8.700 pesos. Ante este cifra, el 40,1%, que aislado parece importante, languidece. Es decir, todo debe tener dentro de las prioridades, un orden, un sujeto y un predicado.
Si el presidente Macri hablase a los argentinos con la verdad, no dudo que obtendría más comprensión. Trasciende que con complicidad empresarial se autorizaron aumentos de precios después del ballotage, trasciende que el déficit fiscal heredado por el nuevo Gobierno ronda el 7% del PBI. Trasciende que sólo en celulares de la Casa Rosada la deuda ascendía a 400 millones de pesos. Trasciende, pero no lo dice el Presidente.
Para saber dónde estamos parados, el Indec debe volver a ser creíble y constituirse en la columna vertebral de las discusiones numéricas en nuestro país. De ser así, no habría inflación por expectativas, sabríamos cuál es la línea de pobreza. ¿Hoy cuántos trabajadores pobres tenemos? ¿Hoy cuántos pobres y excluidos tenemos? ¿Hoy cuál debería ser el salario mínimo vital y móvil? ¿Hoy cuál es la canasta básica que permite a una familia vivir? ¿Hoy cuál debería ser el haber mínimo de los jubilados, teniendo en cuenta que el 53% de ellos debe vivir con 4.900 pesos? ¿Hoy cuántos argentinos son analfabetos? ¿Hoy cuántos alfabetizados son analfabetos digitales? ¿Hoy si el Presidente lograse tener el Estado siglo XXI que presentó, con qué energía nos conectaríamos?
Tener un Estado moderno es un objetivo que no admite mucha discusión. Sucede que primero debemos tener una nación con personas incluidas, con servicios básicos que funcionen.
En política, el orden de los factores sí altera el producto. El Presidente ha tenido gestos hacia distintos sectores, algunos necesarios, como la eliminación de las retenciones del campo, otros discutidos, como la eliminación de las retenciones a la minería. Estas medidas provocan la pérdida de recursos, de allí infiero la urgente necesidad de cumplir con lo sugerido por el juez Thomas Griesa. Claro que cuando se logre el acuerdo con los holdouts, lo que viene no es un milagro para la recuperación argentina, sino un nuevo endeudamiento.
Mientras tanto, el radicalismo, su socio principal, está en la etapa de observación y reclamos. Un viejo conocedor de estas lides me dijo: “Hay que ver si Macri y el PRO tienen intenciones de tener una coalición de gobierno o si le interesa seguir el camino de Santa Fe. Hasta ahora es un gran interrogante, no obstante, el PRO nos trata mejor que el socialismo de Antonio Bonfatti”.
El gobernador Miguel Lifschitz y todo su gabinete reciben al diputado del Frente Renovador Sergio Massa, junto con la diputada Graciela Camaño, el economista Aldo Pignanelli y el local Alejandro Grandinetti. La reunión fue ofrecida por este último al gobernador con intención de aunar agendas legislativas. A Lifschitz no le viene nada mal a la hora de no estar tan desguarnecido ante los radicales. Hasta donde sé, el massismo tiene un acuerdo parlamentario con el Frente Amplio Progresista (FAP), no político.
Las representatividades gremiales docentes esperarán hasta el miércoles una respuesta del Gobierno; no aceptarán otra oferta que la propuesta por el ministro Bullrich. Lamentablemente este febrero bisiesto termina con mucho olor a paro.