Esta semana se cumplieron dos décadas de vigencia de nuestra Constitución reformada en 1994. Como partícipes del proceso constituyente, lejos estamos de creer que la reforma tuvo un eje republicano, basado únicamente en valores liberales centrados en combatir el “presidencialismo” y otras perspectivas similares. Nuestra Constitución de 1994 estableció un piso común de derechos ciudadanos incorporados a la vida política del país, y su defensa y ampliación sigue marcando nuestra agenda hasta hoy.
Muchas de las constituciones posteriores de América Latina han sido innovadoras en garantizar una mayor participación ciudadana e igualdad en la diversidad, pero fue la nuestra la pionera en la región en incluir los tratados internacionales en materia de Derechos Humanos con el más alto rango. En ese sentido, fuimos una guía en ampliación democrática que vive la región.