El kirchnerismo es como las inundaciones: arrasa, destruye todo lo que encuentra en su camino, no tiene nada de rescatable y ante su capacidad de daño, sólo queda esperar que pase. Hace tiempo deberíamos haber reconocido que su necedad genética, su indiferencia y su mala fe para con la realidad no construyen y que el tiempo dedicado a criticarlo es un tiempo perdido.
A los que se expresan con tono de catedrático superado sobre el “fin de ciclo”, la “decadencia del kirchnerismo” y el “agotamiento del modelo”, antes que nada, hay que envidiarles el optimismo. Luego, pedirles prestados sus anteojos a ver si con ellos es posible identificar con tanta claridad los signos terminales que, por momentos, no surgen tan diáfanos. Y luego, invitarlos a compartir la inquietud que sienten muchos sobre las pocas ganas de irse que manifiesta el kirchnerismo en los hechos. Continuar leyendo