Nadie puede manejarlo todo por sí mismo. Incluso los mayores líderes, desde Alejandro de Macedonia hasta Nelson Mandela, se han visto obligados a contar con los servicios de algún tipo de asistente personal. Creo que llegó el momento de dar a esos asistentes la atención y valor que merecen.
El asistente arquetípico es eficiente y modesto, no le importa ser eclipsado por su líder y, por lo tanto, la historia los ha pasado por alto. Por otro lado, la ficción ha sido más amable con ellos: sabemos cómo Don Quijote se apoyaba constantemente en el sufrido Sancho Panza.