Las paradojas son el jugo de la vida, son el semen del desarrollo del ser humano, nuestra capacidad de contradicción nos ha convertido en seres racionales, animales que tienen culpa, antes y después, más que aquí y ahora, unos bichos que al poseer la noción de su insignificante paso por la existencia ya no pueden disfrutar panza arriba de la comida de la mesa, del polvo mañanero, de cada sorbo, de cada pestañeo, sin pensar en que vendrá luego, como podríamos hacer si fuésemos osos, orcas o lagartos.
La oposición para crecer, la negación para descubrirnos, nos han guiado, cierto es que con menos brillo del que cabría esperar, pero al fin y al cabo andamos por aquí con nuestras luces y cegueras. Continuar leyendo