Por: Martín Guevara
Las paradojas son el jugo de la vida, son el semen del desarrollo del ser humano, nuestra capacidad de contradicción nos ha convertido en seres racionales, animales que tienen culpa, antes y después, más que aquí y ahora, unos bichos que al poseer la noción de su insignificante paso por la existencia ya no pueden disfrutar panza arriba de la comida de la mesa, del polvo mañanero, de cada sorbo, de cada pestañeo, sin pensar en que vendrá luego, como podríamos hacer si fuésemos osos, orcas o lagartos.
La oposición para crecer, la negación para descubrirnos, nos han guiado, cierto es que con menos brillo del que cabría esperar, pero al fin y al cabo andamos por aquí con nuestras luces y cegueras.
Pero una cosa es una paradoja, una contradicción profunda, que puede señalar más el punto oculto, críptico, cifrado, donde se unen dos razones aparentemente irreconciliables, que su distanciamiento; y otra cosa bien distinta es la burla, la tomadura de pelo al sentido común, el desprecio a la inteligencia y la integridad de la gente.
El gobierno de Cuba con su sempiterno Castro a cuestas, se afana en estos días por conseguir a través de su cabalgata jinetera que dura más de cinco décadas ya, un nuevo mecenazgo, esta vez de manera decidida rogando a los mismísimos Estados Unidos de Norteamérica, aquél monstruo de oscuras entrañas y arañas, que desista de su cruel e ineficaz bloqueo económico, la ley Helms Burton, e incluso a Europa se le ruega que reblandezca su “Posición común”, y la manera más acertada que encontraron para dar una muestra de democratización, de tolerancia, fue darles una buena tunda, con humillaciones incluidas a ciudadanos pacíficos, y practicar más de 70 detenciones sólo en La Habana.
Cuando se esperaba tras esas aspiraciones alguna prueba de buena voluntad, golpearon y detuvieron de un modo inexplicable para cualquier sociedad decente, a las Damas de Blanco y a quienes acompañándolas se manifestaron conmemorando un día que hace referencia nada más ni nada menos que a los Derechos humanos.
A esta altura no me extraña gran cosa lo que hagan los dinosaurios en el ámbito de los rugidos y zarpazos, entiendo que mientras depositan los huevos de los futuros reptiles, maniobrarán, ora endulcorando el panorama con una leve capa de barniz al aspartamo, ora repartiendo palos para lijar posibles asperezas, por ello mi interrogante va dirigida en el sentido de la gente de bien:
¿Cómo no se alzan más voces contra esta atrocidad? ¿Damos por bueno el atropello, las golpizas, la represión, la cárcel, la intimidación contra un grupo de mujeres vestidas de blanco que reclaman lo que les da la gana de reclamar de manera pacífica?
¿Qué se diría en los diarios si esto ocurriese en otro país con un grupo de esposas o de madres de represaliados revolucionarios?
Encima estas mujeres y sus esposos, son precisamente lo opuesto de la violencia por definición y convicción, todo lo contrario a sus acosadores, verdugos y carceleros.
¿Qué tecla hay que tocar para que estos golpes, estos abusos azucen a las voces firmes y sin titubeos en defensa de las personas atropelladas? ¿Qué hay que activar en el indignómetro de esos amantes, no de la Revolución por supuesto, ni de Fidel con cuyas reglas no soportarían vivir ni un sólo día con sus 24 horas, sino del ron, la música y el sexo del que se benefician en sus viajes a Cuba, para que acaben de manifestarse frente a este desmán?
Hace tres años, cuando Laura Pollán murió en circunstancias muy poco claras, escribí en un artículo que no era necesario compartir ideología para sentir solidaridad frente a los abusos sobre los seres humanos.
El propio Che en la carta de despedida a sus hijos legaba a sus acólitos una enseñanza, a la vez que una sentencia: “Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario”
Pues eso, ¡¡¡sean capaces de sentirlo carajo!!!