En las elecciones del 6 de diciembre en Venezuela se podía esperar, se intuía un castigo al chavismo, a Nicolás Maduro por su falta total de carisma y su prepotencia, y a Diosdado Cabello por su mano de hierro; aunque más que nada por la situación económica del país, hundido, destruido, arrasado por la ineptitud, la intolerancia, el enfrentamiento entre compatriotas. Pero nadie podía aventurar un resultado tan contundente, un correctivo tan severo.
Cierto es que, aunque Maduro intentó por todos los medios que no se diese, dejando urnas tardías, amenazando por televisión que serían “candela con burundanga” en caso de perder, luego lo aceptó, como es debido en un político cívico.
Estos años he conocido a grandes y buenas personas de aquella gran nación sudamericana, seres humanos que viven un profundo amor a su país. Impresiona ver cómo la gente venezolana ama a su tierra; tanto los de una ideología como los de otra tienen una fuerte conciencia social, son seres informados, interesados a su modo en el destino de su terruño. Continuar leyendo