La Perla del Caribe y su novio del pasado

La muchacha bonita, ya no tan lozana, aunque todavía bella, poco a poco retorna al regazo de su ora amado, ora odiado príncipe.

Desde el mismo descubrimiento de América, Cuba fue la novia preferida, la elegida de los magnates del momento.

En aquellos tiempos en que en Tordesillas el mundo nuevo se dividió entre propiedad de España o de Portugal, la Perla del Caribe ya tuvo un trato privilegiado: se construyeron palacios, fortalezas, casonas, ciudades que no se construían en el viejo continente, se mudaron nobles españoles a la isla.

Por Cuba pasaban ufanos los barcos con las riquezas sustraídas que iban a la metrópoli; de entre todas las amantes que tuvo el imperio colonialista durante esos siglos, Cuba recibía un trato especial.

En cuanto se soltó de la mano de la avejentada y empobrecida Corona española, a través de la enmienda Platt supo recalar en los tersos brazos del flamante magnate moderno, los Estados Unidos de Norteamérica.

Para cuando esa relación se hubo enfriado, porque la novia de los ricos y famosos decidió que iba a probar suerte en la aventura autónoma, cuando amagó con independizarse nuevamente, ya tenía nuevo pretendiente, si bien no de gran alcurnia, sí con inigualable poder.

A los dos años del triunfo de la revolución, ya sin ambages, sin un Fidel jurando que rechazaba de plano el comunismo, Cuba, la bella, se puso de novia oficialmente con la URSS, con la cual ya llevaba un noviazgo extraoficial, aunque conocido por todo el barrio.

Si bien en aquel momento la patria de los soviets era una de las dos potencias mundiales, y en ese sentido Cuba podía presumir de un novio poderoso, lo cierto es que el glamour y la sofisticación holgaron por su ausencia, la Perla se vio en los rudos brazos de la dictadura del proletariado. Continuar leyendo

El ron y la coca cola se extrañaban

Durante mucho tiempo se habían llevado excepcionalmente bien. Se profesaban cariño pero sobre todo se necesitaban. Tras un percance tormentoso estuvieron un largo período de tiempo separados. 

Por un lado iba la Coca Cola presumiendo de ser más saludable y seria que el ron. Por el otro iba el ron encargándose de la fiesta, vanagloriándose de su creatividad y su libertad.

Alejados uno del otro tejieron sus historias, hubo pequeñas y grandes traiciones, sucedáneos de amoríos, escándalos, rupturas y más traiciones. Nunca fueron del todo felices en aquél distanciamiento.

Este 17 de diciembre, día de la deidad Babalú Ayé del panteón afrocubano o de su equivalente cristiano San Lázaro, a expensas y gracias en gran parte al aporte del hielo, que ofició como concienzudo mediador, decidieron escenificar un aparcamiento de las diferencias, y se acercaron para sumergirse juntos en el trasluz de un vaso por primera vez en muchos años. Continuar leyendo