Juan y Norberto son hermanos. Los dos viven en Villa 31 bis, pero sus vidas son muy distintas.
El primero tiene 21 años y trabaja 6 días por semana en un almacén de Recoleta, un sofisticado barrio de Buenos Aires. Su empleador valora su actitud hacia los clientes, su cumplimiento y su incondicionalidad. A pesar de ello, su ingreso es bajo y se desempeña en la informalidad. Norberto no comparte la “vida de esclavo” -así la define- que lleva su hermano. Tiene 19 años y desde que abandonó el colegio, a los 8, gana su dinero de distintas formas.
Ambos comenzaron a trabajar pidiendo limosna en los semáforos en su más tierna infancia. Con lo que recaudaban, su madre -quien los había dado a luz a los 15 y 17 años, respectivamente- llevaba adelante la vida de sus otros seis hermanos menores.
Norberto un día se cansó y abandonó la humilde casa donde vivían. Encontró en la calle una vida tan misteriosa como atrapante. Y aprendió sus secretos.
Cada vez que se reúnen, Norberto trata de convencer a Juan de que abandone su trabajo en el almacén y se dedique al choreo, es decir, al robo. Le dice que en tres días ganaría lo que actualmente obtiene en un mes. Juan se niega a escucharlo, pero en el fondo la idea le tienta. Continuar leyendo