El mundo es un Monet. De lejos la imagen resulta homogénea y, a medida que uno se acerca, ve que cada punto es diferente, pero que a su vez forma parte de una extraña complejidad. Vivimos en una época maravillosa, en la que suceden cosas malas, buenas, intrascendentes, terribles y esperanzadoras… todas a la misma vez, como en toda nuestra historia.
El pasado martes, Lula Da Silva, ex presidente de Brasil, escribió una columna -que debería leer cualquier persona que sienta vocación por la política-, “El mensaje de la juventud brasileña”, para el reconocido The New York Times, donde ofrece una visión sensible sobre las recientes manifestaciones y revueltas producidas en su país. En ella ofrece definiciones poéticas como “quick fingers” para referirse a los “dedos rápidos de los jóvenes con sus celulares”, cómo internet cambió todo y que los políticos de todos los partidos políticos -empezando por el suyo- deben hacer el esfuerzo por adaptarse a los tiempos que corren para volverse más sensibles y comprensivos de los nuevos fenómenos. Que la ciudadanía reclama una vida democrática que sea algo más que votar cada cuatro años.