Borges, hombre de hermosas adjetivaciones y maestría para tratar sencilla y universalmente cualquiera de los grandes temas de las ciencias humanas, definió alguna vez a la democracia como un lamentable abuso de la estadística, pero creo que acá la pifió. Creo que si hubiera dicho “el problema de la democracia es el abuso de la estadística” hubiera estado un poco más de acuerdo.
Es común ver en debates televisivos e incluso en columnas escritas cómo entre actores políticos se arrojan con números de un lado para otro sin un hilo conductor en el tiempo, que se evidencia claramente cuando uno se toma el trabajo de tomar cierta distancia y analiza la liviandad con que se tratan grandes temas de una semana a otra, sin filtro en el medio. Así la democracia se vuelve una ensalada rusa de supuestas convicciones, ancladas en descripciones de “la realidad” que deben ser inferidas a partir de la enumeración de cifras dichas con cara de enojo o sonriente.