Por: Martín Yeza
Borges, hombre de hermosas adjetivaciones y maestría para tratar sencilla y universalmente cualquiera de los grandes temas de las ciencias humanas, definió alguna vez a la democracia como un lamentable abuso de la estadística, pero creo que acá la pifió. Creo que si hubiera dicho “el problema de la democracia es el abuso de la estadística” hubiera estado un poco más de acuerdo.
Es común ver en debates televisivos e incluso en columnas escritas cómo entre actores políticos se arrojan con números de un lado para otro sin un hilo conductor en el tiempo, que se evidencia claramente cuando uno se toma el trabajo de tomar cierta distancia y analiza la liviandad con que se tratan grandes temas de una semana a otra, sin filtro en el medio. Así la democracia se vuelve una ensalada rusa de supuestas convicciones, ancladas en descripciones de “la realidad” que deben ser inferidas a partir de la enumeración de cifras dichas con cara de enojo o sonriente.
Es cierto, los hechos son importantes, tanto quizás como el capricho por escoger una forma de relacionarlos con unos hechos antes que con otros y es eso lo que genera un abuso de la estadística que tanto entrampa a la democracia. Hasta no hace mucho, el hoy debilitado kirchnerismo pretendía dar cierre a cualquier discusión alegando el 54% de las elecciones presidenciales de 2011 bajo la chicana que perdurará en algunas memorias por un tiempo de “armá un partido y ganá las elecciones”. Lamentablemente, los brutos avalan la hipótesis de Borges cuando dicen cosas como esa.
El kirchnerismo seguirá ocupando mucho tiempo mental de mucha gente valiosa hasta el 2016. Por suerte ahora, producto de la mala performance que realizaron a nivel nacional, se puede observar cierta bocanada de aire por parte de quienes han estado mucho tiempo ocupándose por poner cierto freno a las pretensiones de eternización en el poder del partido de gobierno. No obstante, esta gimnasia de heterodoxa oposición también trajo aparejada una ausencia leve para plantear el rumbo de la agenda política fuera de los planteos numéricos.
En este momento, la estrategia del partido de gobierno se basa en querer convencernos de que la estabilidad institucional democrática peligra y hasta trasnochados como Forster dicen que en realidad no se busca un clásico golpe de Estado sino más bien “un daño de tal naturaleza que lo hecho en estos diez años no pueda volver a repetirse nunca más en la historia argentina”. Forster parece muy preocupado por dinamitar el prestigio que le queda al servicio de ligar algo después de las elecciones. Su hipótesis, se parece más a la de una bruja tirando las cartas disfrazada de señor intelectual que a un hombre que dedicó una parte importante de su vida al pensamiento político y filosófico.
El kirchnerismo ha abusado demasiado, durante demasiado tiempo de la estadística… a puntos irrisorios, que ni el más desinteresado en política desconoce. Es momento para recuperar la discusión sobre que democracia queremos y cuál debe ser el rol del Estado en una Argentina en la que se ha hablado mucho y hecho bastante poco con un montón de dinero y apriete en estos últimos años.