¿Por qué somos un país pobre?

Más que aclarar las razones por las que la pobreza crece en nuestro país, lo que hay que explicar es la ausencia de riqueza, puesto que la pobreza es lo natural. La humanidad nació pobre, pero esta pobreza fue disminuyendo a medida que crecieron las riquezas. Es entonces esencial entender cómo funciona su proceso de creación.

Este comienza con la existencia de necesidades, que son satisfechas por los comerciantes para conseguir a cambio de su servicio el sustento para vivir. En este sentido, la división del trabajo permitió que en lugar de que cada familia tuviera que tener su granja para conseguir su alimento, ir en busca de su leña para mantener el hogar caliente, ordeñar su vaca para tener su leche y fabricar su propia ropa, las personas se especializaran en aquello para lo cual tuvieran más facilidad y lograran así mayor productividad. Además, al existir más productos en igual cantidad de trabajo, evidentemente crece el capital acumulado y con este la inversión.

Es a partir de esta última que el ciclo comienza nuevamente, pero desde un piso más alto, satisfaciendo nuevas necesidades, con una división del trabajo cada vez más especializada, más productiva, que permite mayor acumulación de capital y, otra vez, más inversión. El doctor en economía Sebastián Landoni suele llamar a este proceso círculo virtuoso, por los beneficios que trae de manera constante, siempre y cuando sus etapas no sean interrumpidas. Continuar leyendo

Apuntes sobre los paros

Cada vez que ocurre un paro de uno o varios sectores, las opiniones son divididas. Algunos se enojan por no poder llegar a sus trabajos, otros manifiestan un gran descontento por las molestias ocasionadas pero dicen entender la situación de los trabajadores y otros, simplemente, están de acuerdo con las medidas; pero lo cierto es que, pese a las intenciones, un paro en las actividades laborales no cambiará la situación económica de las empresas empleadoras, ni mucho menos, la del país.

Los salarios dependen básicamente de la oferta de trabajo existente, si hay una abundancia de esta, es decir, si muchas compañías están buscando mano de obra, los salarios tenderán a subir puesto que los empresarios deberán competir por los pocos trabajadores disponibles. Y lo mismo se da de manera inversa: si la oferta de trabajo es escasa y por lo tanto ahora lo que abunda es la mano de obra disponible serán los trabajadores los que tendrán que competir por los pocos empleos disponibles en el mercado y la manera más efectiva que tienen de hacerlo es a través de menores salarios.

Además, hay que entender que la situación es objetiva y que un reclamo no aumenta el capital de una empresa. Si un empleador tiene a cuatro trabajadores a su cargo y estos exigen un aumento al cual aquel no puede hacer frente, el empresario se verá forzado a prescindir de la labor de uno de ellos para poder costear el aumento del resto. Por lo que, en esta situación, podemos ver que un paro no solo no ayuda sino que empeora las cosas, dejando sin salario alguno a uno de los trabajadores.

Un buen ejemplo que nos permite ver de qué manera suben los salarios de forma genuina es el caso de la Ford Motor Company que, debido a su enorme productividad e innovación, logró reducir la jornada laboral, la que pasó de 9 a 8 horas diarias y a duplicar el salario diario de 2,5 a 5 dólares, según se desprende del libro “Creadores de Riqueza” de Alejandro Gómez.

En nuestro país, en cambio, difícilmente se den casos como el citado en el párrafo anterior, no por falta de voluntad empresarial, sino porque las condiciones para ello no están dadas, como se ve reflejado, por ejemplo, en el índice Haciendo Negocios del Banco Mundial, en el cual se analiza el respeto a los derechos de propiedad y las condiciones favorables para el crecimiento de las empresas, que nos ubica en el puesto 124 entre 189; o bien en un trabajo realizado por el Foro Económico Mundial, en el que nos califica en el penúltimo lugar en cuanto al Ambiente para Negocios del país, solo por delante de Venezuela.

Visto esto, es posible afirmar que los reclamos están dirigidos al lugar equivocado, ya que debería irse al problema de raíz, demandando un país en el que el clientelismo político sea erradicado, la seguridad jurídica esté garantizada y los impuestos sean los justos y necesarios para costear las funciones básicas del Estado, imitando a países como Suiza, Nueva Zelanda y Singapur, quienes lideran aquellos rankigns y dónde sus ingresos per cápita son los más elevados del planeta.

Una lección chilena para salir a flote

La Argentina está pasando en este momento por un escenario económico francamente lamentable. La estanflación –inflación sin crecimiento económico- es la consecuencia inevitable de una política paupérrima e irresponsable para con los ciudadanos. El gasto público alcanza ya niveles históricos, de hecho, como para darnos una idea, según se desprende de un excelente análisis del Dr. Nicolás Cachanosky, el gobierno kirchnerista ha gastado ya el equivalente en valor actualizado a dos Plan Marshall, que como todos saben, uno solo bastó para reconstruir la bombardeada Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, mientras que aquí, el único misil que tocó tierra fue la arrogancia.

Lo antes mencionado sumado al consecuente déficit fiscal, a la alta carga impositiva capaz de destruir al más emprendedor de los espíritus, al cepo cambiario y a la ya más que conocida excesiva emisión monetaria, dan como resultado una combinación trágica.

Ante semejante panorama, sin lugar a dudas, el gobierno que asuma el próximo 10 de diciembre deberá tomar ciertas medidas, y para hacerlo, sugiero guiarnos por un exitoso ejemplo que nos brindan desde el otro lado de la Cordillera nuestros vecinos chilenos.

Aprovechando una reciente visita al país andino, me reuní con quien fuera nombrado allí Ministro de Hacienda en 1974, cargo que desempeñó hasta su renuncia, luego de una gran gestión, en el año 1976, el famoso economista Jorge Cauas. Buscando un poco de esperanza para la Argentina, le pregunté sobre la situación de crisis que dejó el gobierno de Allende y qué medidas se tomó para salir adelante luego de ella. Así, me sorprendieron los números a los que debieron enfrentarse junto a su equipo por aquel entonces.

La situación era de un total desabastecimiento. El gasto público creció durante el gobierno de Allende (1970 – 1973) en más de 10 veces, y para octubre de 1973, de cada 100 escudos –moneda corriente chilena de entonces- que gastaba el gobierno, 53 eran financiados mediante emisión monetaria, razón por la cual, la inflación rondaba un 700% anual. El gobierno contaba con activos de 15.900 millones de escudos mientras que los pasivos alcanzaban los 25.300 millones, es decir que el total de activos no cubría el total de pasivos, lo que en cualquier empresa equivaldría a una quiebra.

En este marco, un grupo de economistas ideó lo que llamaron el Plan de Recuperación Económica –que en este mes de abril de 2015 cumple 40 años- puesto en marcha en un comienzo por el ya mencionado Ministro Cauas.
Antes que nada se buscó flexibilizar al sector privado, otorgándole a este un mayor dinamismo liberando los precios, para que de esta manera produjeran aquello que realmente era necesario pero a su vez tuvieran el incentivo para hacerlo, ya que con anterioridad al fijar el estado precios bajos, estos esquivaban la producción de los bienes justamente más indispensables pero menos convenientes por el pequeñísimo o nulo margen de ganancia que dejaban. Ahora, para ganar dinero, los empresarios debían producir lo que la gente demandaba, es decir, lo que más necesitaba.

Pero para estimular la producción se necesitó bajar la carga tributaria que desalentaba enormemente la actividad. Además, Chile se abrió al mercado tanto de importaciones como de exportaciones, comenzando a producir en mayor cantidad aquello para lo cual era enormemente eficiente, y, con el producto de esto, importando aquello para lo cual su costo de producción, dadas las condiciones del país, era más elevado. Así ciertos productos que estaban saturados en su mercado local por los cuales ya no se pagaba nada, encontraron grandes oportunidades en el extranjero, creciendo así las fuentes laborales extraordinariamente, como fue el caso de, por ejemplo, los tejidos al telar de Chiloé, los cuales de ser vendidos por sus artesanos a un puñado de turistas, pasaron a ser exportados al mercado Europeo.

Los resultados del Plan de Recuperación Económica chileno del año 1975 fueron notables. Con una receta de austeridad, eficiencia y apertura del mercado, consiguieron una excelente respuesta en un corto período de tiempo, razón por la cual, sin importar si eran de izquierda o derecha, los próximos gobiernos continuaron esta fórmula que llevó a Chile a ser un caso de estudio en las principales universidades del mundo y el país más desarrollado de la región.

Sería sumamente recomendable que, cuando nuestro próximo gobierno asuma y deba buscar un remedio a nuestra creciente crisis, tenga la habilidad de mirar los casos exitosos, en donde la propiedad privada y la apertura del mercado fueron el motor de una creciente prosperidad.