El hartazgo del kirchnerismo produce otra aventura radical.
sobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari
Introducción
El resurgimiento
La clavada consagración presidencial de Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, arrastra un acontecimiento complementario.
El resurgimiento de la Unión Cívica Radical, que se dispone a co-gobernar. A través de Cambiemos. Junto al ascendente PRO, expresión institucional del macricaputismo. Y con la Coalición Cívica, partidito menos trascendente que su conductora, la señora Elisa Carrió, La Demoledora. Radical originaria.
Como en 1983 con Raúl Alfonsín, El Providencial, en 1999 con Fernando De la Rúa, El Desairado. Cada 16 años. Otra vez los radicales, en 2015, se preparan para ejercer las responsabilidades del poder. Las que supieron asumir con relativa suerte. Sin gran originalidad para los epílogos.
Conste que “todo, en la Argentina, termina mal”.
Los radicales emergen como los máximos beneficiarios de la debacle kirchnerista.
Recuperan gobernaciones sustanciales. Multiplicidad de intendencias. Legislaciones innumerables. Y hasta la vice gobernación de Buenos Aires.
A partir del próximo domingo, los radicales consolidan la vigencia nacional. Ponen sus planteles a disposición para ocupar los casilleros de las dos administraciones conquistadas. La Provincia Inviable, Buenos Aires, y la Nación. En el reparto no se incluye el Artificio Autónomo de la Capital, donde los radicales compitieron a través de Martín Lousteau, El Personaje de Wilde. Entonces muy poco les faltó para que amargaran a Horacio Rodríguez Larreta, El Geniol. Y que acabaran con la trayectoria de Mauricio, el benefactor que los devuelve al primer plano.
Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron
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En 1999 los radicales venían también en caída libre. Pero igualmente Raúl Alfonsín se las ingenió para capitalizar el agotamiento del peronismo, en su versión menemista. Y para volver, a través del acercamiento con el Frente Grande, del progresista por entonces hegemónico, Carlos Chacho Álvarez, El Renunciador. Vicepresidente de El Desairado.
En 2015, los radicales consolidan la epopeya del regreso a través del acercamiento con Mauricio Macri. Fue sabiamente instrumentado por el inmortal Nosiglia, El Coti, Nuestro Richelieu. Es -Coti- el verdadero hilo conductor de esta historia. Desde 1983.
Richelieu Nosiglia redescubrió en Macri al Sucesor Ideal de La Doctora. El más capacitado para aprovechar el agotamiento cíclico del peronismo, en su versión kirchnerista.
Desde El Chacho a Mauricio se registró un desplazamiento radical hacia el centro (no decir nunca hacia la derecha). Aparte, para el macricaputismo, esas (derecha e izquierda) son categorías ideológicas muy devaluadas. Mantenían su asidero en el siglo veinte, según la concepción del pensador Jaime Durán Barba, El Equeco, ampliamente reivindicado por Pablo Avelluto, El Teórico Tapado.
Como se descuenta, PRO mantiene la impertinencia que desconcierta a los cientistas sociales. La osadía de presentarse como la “nueva política”. Asociada a la idea casi privatizada del “cambio”.
Un cambio irresistible que cabalga sobre la ola del hartazgo cultural generado con impaciencia por el kirchnerismo.
Peronistas perdonables
Cambiemos contiene, también, otras relevantes promesas de la “nueva política”. De la magnitud de la señora Patricia Bullrich, La Heterodoxa. O peronistas originarios como Eduardo Amadeo, El Renovado Constante. Coinciden con los perdonables “peronistas críticos”. Los enemigos declarados del kirchnerismo. Los que priorizan, sin sentimientos de culpa, su indispensable eliminación. Aunque promuevan, como daño involuntario, el regreso radical que minimizan.
“Son peronistas que están con PRO, no con Cambiemos, no te confundas -confirma la Garganta- Declaran inexistente a la Coalición Cívica”.
Muchos de los peronistas perdonables se enrolaron en la Franja de Massa. Y hoy se encuentran a tiro de la Banelco de Mauricio.
Planifican, como objetivo estratégico, renovar al peronismo. Después de vencerlo. Para salvarlo.
Los peronistas perdonables apuestan fervorosamente por “el cambio”. Complementan la oferta surtida de Cambiemos, que entusiasma al nutrido periodismo militante de los abnegados morraleros de la comunicación.
Es de esperar que el entusiasmo de los periodistas morraleros, por Mauricio, les dure algo más que el entusiasmo manifestado oportunamente por Néstor Kirchner, El Furia.
Para que no vuelvan a ser de decepción fácil. Y no broten, en la primera de cambio, los distanciamientos.
Botas prestadas
Para imponerse, aparte del hartazgo, el macri-radicalismo tuvo, a su favor, el catastrófico fracaso de La Doctora. En su carácter, sobre todo, de estratega.
Junto con el desempeño reprochable de Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol, el competidor de Mauricio. En el último tramo, Scioli desperdició los méritos acumulados durante 12 años. En los que predominó “el misterio de su presencia ausente”.
Ahora resulta que la campaña de Scioli es mucho peor que mala. Es equivocada. Sin la menor inteligencia electoral. Se encuentra entregado a la siembra obvia del temor que no asusta, en definitiva, a nadie.
No obstante, al cierre del informe, persiste una vaga esperanza. Que el discurso apocalíptico lanzado sobre Macri haya prendido algo. Sobre todo entre los sectores dependientes de la población.
Cuando se encontraba en alza, y el triunfo parecía inapelable en la primera vuelta, Scioli se mostraba, hasta de manera corporal, como el próximo presidente. Fue cuando aquí se editó: “Se va el kirchnerismo, viene el peronismo”, cliquear. Anticipaba el conflicto entre la nueva estructura de poder, inspirada en La Liga de Gobernadores -la columna vertebral del peronismo- (cliquear), y los kirchneristas duros que arrastraban al país hacia el colapso.
Lejos estaba Oximoron de advertir que la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Girondo, iba a vacunarlo sorpresivamente a Aníbal, El Neo Corach, en La Provincia Inviable. Y que en adelante, quien iba a mostrarse como próximo presidente, hasta de manera corporal, era Macri.
El cambio de favorito desenfocó a Scioli. Lo desalojó de su propio eje. Motivó que Scioli culminara su batalla entre improvisaciones y bartolerismos. Con el recitado de las reivindicaciones fantasiosas que reclamaba el kirchnerismo más duro.
En su impotencia, Scioli decidía cesar con las botas puestas. Más grave aún, con botas prestadas. Botines desgastados que para colmo le calzan mal.
Conclusiones preliminares
Si Macri fuera lo que Scioli dice que Macri es, el macricaputismo sería, para la Argentina de hoy, lo más recomendable.
Lamentablemente de ningún modo Macri es lo que Scioli dice que Macri es. Pero sería fascinante que lo fuera.
En realidad, el Macri que hoy Scioli impugna, es precisamente aquel Macri que Scioli necesitaba ser.
Para resolver el mitológico clavo heredado de los holdouts. Reconciliarse con los capitales. Generar “un clima de inversiones”. Mantener una relación sensata con el Fondo Monetario Internacional.
Como Scioli, en el fondo Macri es otro centrista que mantiene, como techo ideológico, la vacilación tibia del desarrollismo.
Suficiente para quedarse -desde un partidito urbano menos interesante que la proyección de su figura- con la suma del poder público.
Así como La Cámpora es una Agencia de Colocaciones, el macrismo de pronto asume el riesgo de convertirse en una Agencia Seleccionadora de Personal. “Chasseur de Tetês”, al decir francés.
Ocurre que deben llenarse organigramas múltiples. Con funcionarios que podrán cubrirse con los gerentes disponibles. Y con los medialuneros que debieran precipitarse en enviar sus curriculums hacia la Fundación Pensar.
¡Rápido! ¡Llame ya! Como en la publicidad de Sprayette. Antes que los radicales, resucitados y sedientos, puedan ocupar los puestos, en su totalidad.