El copamiento del peronismo vegetal

Escribe Oberdán Rocamora, redactor estrella.

Como el final del ciclo del cristinismo (que a lo mejor se extiende), se extiende el final del peronismo vegetal (que se transforma sin dramatismo).
Hasta aquí -junio de 2015- el instrumento electoral, el Partido Justicialista, no registró el menor brote de reacción interior. Apenas un par de desprendimientos. En Córdoba, San Luis, La Pampa, Buenos Aires.
Pero los peronistas mayoritarios siguen adentro. Se ajustan a la patología del kirchnerismo. Y suscribieron, sin pudor, como si fueran documentos, los memorándums redactados por el antiperonista más célebre que los conduce. Carlos Zannini, El Cenador.
Pese a sus desastres seriales, en 2015 puede triunfar la versión cristinista, con el sorpresivo blend Scioli-Zannini. A partir de 2016 es el turno de la sumisión. La transformación total. Continuar leyendo

Cortázar y la primavera del 83

Doble efemérides. A 100 años del nacimiento y 30 de su muerte

Podría reconstruirse la motivación real del regreso furtivo de Julio Cortázar a Buenos Aires, durante la primavera de 1983.
Volvía para despedirse. O volvía para facturar su recortada importancia personal, en el marco de la indiferencia popular y oficial que lo degradaba.
La Argentina estaba por estrenar la democracia nueva. Recuperada, como consecuencia del gigantesco fracaso político y la derrota militar.
El intelectual, ya en la frontera de los 70 años, interrumpía la perplejidad del “exilio”, o la solemne circunstancia de la voluntaria emigración. En la búsqueda lícita del romántico reconocimiento.
Pudo haberse entristecido, pero aún nadie puede certificarlo. Los contactos se redujeron al diálogo precipitado con determinados colegas que estaban probablemente en otra onda. Sin graves deseos de retomar la magnitud de las discusiones pendientes. O indagar en las clarificaciones que derivaron en una polémica justamente olvidada con Liliana Heker.
El radical Raúl Alfonsín, con sus 55 años, conmovía al recitar de corrido el preámbulo. Había triunfado sobre el peronista Ítalo Luder, y se preparaba para asumir la presidencia. Para despedir a la Comisión Liquidadora del Proceso Militar. La “Dictadura” se había suicidado en la dolorosa tergiversación de Malvinas, a los efectos de reproducir las bases inexorables de “la democracia de la derrota”. Como la calificaba el aún lúcido ensayista Alejandro Horowicz.
Las capas medias exhibían la algarabía contagiosa de la victoria. Con el agregado aderezo de la agitación de los intelectuales eufóricos. Ejercían la fascinación por la maravillosa experiencia de haberle prodigado al peronismo la primera paliza fundacional. Pronto, los artesanos del lugar común atribuirían, más adelante, la caída, a la banalidad intuitiva del caudillo expresionista Herminio Iglesias. Por haber acercado su encendedor al infortunio del ataúd de fantasía, en el epílogo de la concentración popular más intensa que se tenga memoria.
Pero Jorge Luis Borges fue quien mejor sintetizó la ideología subyacente en aquel momento sublime de “esperanza y de cambio”. En la selectiva reunión de “los intelectuales con el presidente electo”, en el hotel de la calle Carlos Pellegrini, un entusiasta Borges le dijo al impactado Alfonsín, con tierna franqueza “Gracias a su triunfo, doctor, volví a creer en la democracia”.
Poco costaba traducir políticamente el mensaje explícito de Borges:
“Nunca creí en la democracia porque siempre ganaban los peronistas. Como usted les ganó, ya puedo creer”.

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Los jóvenes arrastran a los cerdos

Los de 30/40 desplazan a los de 60. Y envían a la reflexión a los de 70.

sobre informe de Consultora Oximoron
Redacción Final Carolina Mantegari

Quien arrancó con el cuento de “lo nuevo y lo viejo” fue Mauricio Macri, El Niño Cincuentón, líder del Pro, expresión institucional del macricaputismo.
Con la línea, o la letra, bajada -acaso- por el pensador Jaime Durán Barba. Un anti-ideólogo que, a principios de siglo, no vacilaba en descalificar con la sentencia.
“X es un buen político, pero del siglo veinte”.

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La jefatura vacante del peronismo

Es para Scioli, Massa, Moyano, Urtubey, Capitanich, Gioja, Urribarri, De la Sota o Adolfo Rodríguez Saa.

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, sobre informe
de Consultora Oximoron

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En setenta años de historia, el peronismo apenas tuvo tres jefes. Y dos poleas de transmisión.
Los Jefes -inapelablemente- fueron:
Juan Domingo Perón, de Buenos Aires, entre 1943 y 1974.
Carlos Saúl Menem, de La Rioja, entre 1988 y 1999.
Néstor Carlos Kirchner, de Santa Cruz, entre 2005 y 2010.

Poleas

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