El camino de Isabel

Sobre la formidable vocación por el suicidio institucional

Escribe Oberdán Rocamora . Redactor Estrella, especial para JorgeAsísDigital

“¿No quiere que Cristina vaya presa? ¿Se hizo kirchnerista?”

Dama Indignada de Recoleta

En 1976 la señora María Estela Martínez de Perón, Isabel, fue presa. Cinco años en El Messidor, Villa La Angostura, paraíso de Neuquén.

Transcurrida la Dictadura Militar, los generales-presidentes, todos, fueron alternativamente presos.

El extinto Jorge Rafael Videla (murió en la prisión de Marcos Paz). El extinto Roberto Eduardo Viola, “administrador de silencios” (liberado por el indulto de 1990), el extinto “majestuoso” Leopoldo Fortunato Galtieri (idem 1990). Sólo sobrevive -preso- el general Reynaldo Benito Bignone, 87 años.

En plena democracia, Carlos Menem también fue preso. Seis meses en la Quinta de Gostanián, Don Torcuato. 2001. Continuar leyendo

Un vandorismo de estación

MAURICIO, DANIEL Y SERGIO (Capítulos finales): ¿Traicionar al peronismo para salvarlo?

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial

“Hay que estar contra Perón para salvarlo a Perón”
Concepción atribuida a Augusto Vandor

En el opus “La canalización del hartazgo” (cliquear) quedó muy límpido que Mauricio y Daniel, para ganar, necesitan los votos de los peronistas críticos del kirchnerismo. Del 21% que apoyó a Sergio.
Es -Sergio- el héroe que quiso ser, en esta historia, un gran jugador como Tévez. Pero termina en árbitro aceptable. Como Pitana (mejor que Ceballos).
Trasciende, a través de encuestadores cada vez más recatados, que temen hacerse de nuevo encima, que 6 de cada 10 de esos votos van para la Banelco de Mauricio. Y 4 para la Banelco de Daniel.
Aritmética que lo convierte a Macri en el invariable favorito.

Balance nefasto

El balance de los 12 años de patología kirchnerista es -para el peronismo- nefasto.
Con Kirchner, El Furia, como presidente, el peronismo perdió sólo Santa Fe (aunque se lo responsabiliza al extinto Obeid).
Con La Doctora como heredera se perdieron varias provincias al hilo. Primero, Mendoza. E increíblemente Jujuy y la sustancial Buenos Aires, con Berisso y Lanús incluidas.
Para colmo, con altas posibilidades de perder el presupuesto del gobierno nacional.
Sólo pudo recuperarse Río Negro. Con tanta mala suerte que, a los veinte días de asumir, lo asesinaron pasionalmente al gobernador.

Las migas de la panera

Ante el cercano riesgo de la caída, en su desesperación, La Doctora agarra hasta las migas de la panera. A los efectos de entregar las miguitas a los insaciables de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora. Los incondicionales. Superadores de la extinguida Logia Compromiso K.
La explicación legitima la bárbara designación de los dos auditores. Forlón, héroe que deja el Banco Nación. Y Julián Álvarez, El Soberbio de Lanús, ahora mejor llamado El Pibe Carpeta.
Después de pasar a la historia por perder la intendencia de Lanús, El Pibe Carpeta cambia la imposible continuidad del manejo de la Justicia por un cargo de auditor. Todo para estar cerca de Javier Fernández, El Borrado.
De pronto, los héroes que estaban seguros de quedarse, a través de Daniel presidente, temen volver, por culpa de Mauricio, al llano.
Y el extinto pensador Juan Carlos Mazzón sentenciaba:
“El llano es mucho peor que la traición”.

La centralidad

A pocos días del ballotage, y a un mes del cambio de gobierno, La Doctora acapara aún la centralidad. Como si fueran miguitas de otra panera.
Aunque sea la lamentable conductora que diseñó la estrategia más equivocada. Apostó todas sus fichas incondicionales a los pies de Aníbal, El Neo Corach, para la gobernación. Sin siquiera imaginar que iba a ser derrotado por la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Girondo. La que dejó en ridículo a los encuestadores, y en off side (posición adelantada) a este cronista.

El territorio de Aníbal, La Provincia Inviable, le importaba a La Doctora, en efecto, más que la nación. Era donde iban a encontrar refugio y salarios los chicos incondicionales de la Agencia.

Para los perversos, resulta más significativo contemplar vencida a La Doctora que a un Macri triunfal. Como si los perversos apartaran a Scioli del escenario. O se apartara por su cuenta. Solo. Mutis por el Foro. Para consolidar “el misterio de la presencia ausente”, que citaba el poeta Francisco Luis Bernárdez.

Los grandes medios perversos confluyen. Para Morales Solá, presbítero de La Nación, La Doctora hace campaña contra Scioli. Para Van der Kooy, confesor de Clarín, el gran problema de Scioli es La Doctora.

Por su devoción por las migas de la panera de la centralidad, La Doctora deja al candidato indeseable -Daniel- con problemas de ubicación.
Algo desenfocado, o mejor: fuera del foco. La adversidad lo excede a Daniel. Casi tanto como lo excede la traición de los “muchachos peronistas”. Los que -para combatir a La Doctora- van frontalmente con Mauricio.
Es -en todo caso- la idea fuerza que sirve de gran escudo. Los guiados por una adaptación de la vieja máxima que se le atribuye a Augusto Vandor, El Lobo.
Parafrasearlo: “Para salvar al peronismo hay que vencer al kirchnerismo”.
Quienes no sepan de Vandor pueden recurrir al buscador de google. La función del cronista no es enseñar historia.

Remakes forzadas

Un vandorismo de estación.
Se le debe producir una derrota al peronismo, para posteriormente renovarlo. Como si los kirchneristas a vencer representaran sendas remakes del inolvidable Herminio Iglesias, o de Lorenzo Miguel. Y nuestro héroe Massa, el renovador más visible, emerja como la reencarnación de Antonio Cafiero.
Facilidad que, para ser francos, no cierra. Remakes forzadas.

A pesar de De la Sota, un antiguo renovador que cruza la historia, la derrota del kirchnerismo se convierte, también, en la derrota del peronismo. Aunque, con razones valederas, De la Sota no les otorgue categoría peronista a los emblemas del kirchnerismo. Entre los que abundan peronistas aun no extinguidos, que de ningún modo se entusiasman con la posibilidad de que Massa y De la Sota, después de haberse entreverado con el macrismo, pretendan, además de ganarles, “renovarlos”.
“¿A quién c… le ganaron?”, confirma la Garganta que, para constar en actas, defiende “los trapos”. Y hace campaña melancólica por Scioli, a pesar de ir “en coche al muere”, (cliquear).

Se especula, antes incluso de ocurrir la derrota, acerca de quién es el peronista que se encuentra en mejores condiciones para ocupar el rol de jefe de la oposición a Macri.
¿Urtubey, Massa, Perotti, De la Sota, Randazzo?

Es -Macri- el nuevo hombre fuerte que, desde un partido vecinal, amenaza con quedarse con los plenos poderes de la nación.
Mientras tanto Scioli, en desventaja, aún pelea y respira. Y todavía no está en el asfalto, “para ser tapado con diarios”.

En coche al muere

Entregan a Scioli, en 2015. Como a Duhalde, en 1999.

sobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari

Introducción
Cada 16 años

Cada 16 años se lo vence electoralmente al peronismo.
En 1983 renace la democracia con el peronismo agotado, necesitado de “renovación”. Vencido por el radical Alfonsín.
En 1999 se agota la versión menemista del peronismo. Vencido por otro radical, De la Rúa, con una venerable comparsa de centroizquierda.
En 2015 es Macri quien se propone para vencer, junto a los radicales, al peronismo agotado, en la versión kirchnerista.
Desde aquí se advirtió, una semana atrás, que el peronismo vegetal, sin ideas ni jefe, se encontraba en condiciones de vencer a la oposición dividida.
Pero hoy, aquí mismo, después de la primera ronda electoral, debe advertirse que la oposición liderada por Macri, con el guión simple y más insustancial, puede producir la matemática derrota electoral del peronismo. La tercera.
Una cada 16 años.

Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron

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Menem y La Doctora

1999 y 2015 presentan similitudes llamativas y diferencias notables. Para discutirlas.
En su agotamiento de los 90, Menem supo ser más precavido, y acaso más inteligente que La Doctora, en el agotamiento actual.
Era bastante escaso el respeto que Menem le tenía a Duhalde. Como es escaso el respeto que La Doctora le dispensa a Scioli.
Pero Menem y Duhalde, enemigos íntimos, acordaron, ante el ventarrón de la adversidad, salvar la provincia de Buenos Aires, La Inviable.
La provincia fundamental que La Doctora y Scioli, en 2015 no pudieron -ni supieron- salvar.
Aparte, como candidato presidencial y simultáneo gobernador de la provincia, Duhalde mantenía un sentido trágico de la existencia. Y del destino.
En cambio Scioli, también candidato y simultáneo gobernador, se muestra como el eterno portador del optimismo agradablemente insalubre.
Pero en algo coinciden. El Scioli de 2015 se encuentra entregado, librado al sacrificio. Como aquel Duhalde de 1999.

Salvar la provincia

Menem sabía que Duhalde perdía (y Duhalde lo sabía también). Sin siquiera hablarse, acordaron salvar a la provincia.
El postulante a la gobernación de 1999 era el porteño Carlos Ruckauf, entonces vicepresidente de Menem (como lo fue Duhalde). Ocurre que Menem inició la moda de convertir a los vicepresidentes en gobernadores de Buenos Aires. Lo hizo primero con Duhalde y luego con Ruckauf. Pero lo imitó Kirchner, al convertirlo en gobernador al porteño Scioli, su vice. La moda se cortó con La Doctora por el incendio prematuro de su vice personal, Boudou.
A pesar de la excelente imagen positiva que lo hacía reinar en las encuestas, Ruckauf amenazaba ser vencido por una dama digna. Ella portaba una historia que conmovía. La señora Graciela Fernández Meijide.
Y en 2015, el candidato del peronismo, al contrario de Ruckauf, arrastraba una imagen negativa. Aníbal, el Premier de La Doctora, estaba acosado por otra dama digna. La señora María Eugenia Vidal.
Tanto Fernández Meijide como Vidal estaban aliados con radicales. En 1999, para ganar, los radicales se inclinaron hacia la izquierda, a través del Frente Grande. En 2015, para sobrevivir, los radicales se inclinaron hacia lo que todos presentaban como la derecha, a través de PRO.
Del centro izquierda los radicales pasaban al centro derecha. Con una extravagante curiosidad. Después del colapso de 2001 los radicales le dejaron al peronismo un obsequio de la casa. El Frente Grande, lo que quedaba. Para fundirse con el peronismo insaciable que llegaba para hacerse -como siempre- cargo.

Como “el general Quiroga que va en coche al muere”, del magistral poema de Borges, aquel Duhalde marchaba, en 1999, hacia la derrota. Pero para salvar la provincia se recurrió a quien entonces era el tercero en la cuestión. Domingo Cavallo, el ex superministro, hoy unánimemente impugnado. Cavallo tenía una Mutual que le servía para lanzarse a la presidencia.
(Y a Néstor Kirchner, gobernador de la época, de los mejores aplicadores de las recetas de Cavallo, se le ocurrió la brillante idea de bajarlo a Palito Ortega, el compañero de fórmula de Duhalde. Para colocar ahí a Cavallo.
“No nos conviene a ninguno de los dos”, le dijo Cavallo).
Como ya no podía salvarse el poder nacional, un Menem bien aconsejado prefirió, en el retroceso, salvar el poder provincial. Que Ruckauf fuera como gobernador de los dos postulantes presidenciales, Duhalde y Cavallo. Con la anuencia de Duhalde, que aceptaba ir “al muere”. Pero Buenos Aires quedó para el peronismo.

Vidal

En 2015 La Doctora, llamativamente menos precavida, creyó que la provincia no contenía riesgos mayores. Y la mujer, Vidal, se quedó sorpresivamente con la provincia para cambiar de manera rotunda el mapa y la atmósfera política del país.
Aníbal fue derrotado y hoy es Scioli el general Quiroga que va “al muere”. Al sacrificio. Entregado a Macri. Como aquel Duhalde a De la Rúa. Pero con la provincia perdida.
Scioli va “en coche al muere” entre senderos completos de multiplicados hermanitos Reynafé, que lo aguardan en los recodos.
Pero tal vez se equivocan los que creen que Scioli no está para ser “tapado con diarios”.
En todo caso debe destacarse que Scioli va al sacrificio “con fe, con esperanzas, siempre para adelante”.

Gobernabilidad

Gracias al triunfo revolucionario de Vidal sobre Aníbal, es Macri quien se eleva para ser el tercer verdugo democrático del peronismo.
16 años después de De la Rúa y 32 años después de Alfonsín.
Ante el entusiasmo cultural de los sofocados. Los hartos de la versión kirchnerista. Y con el simultáneo temor que les cuesta, en el fondo, reconocer.
Por la gobernabilidad. Por la fragilidad del guión. Por las experiencias -casi extorsivas- de la historia.

Se va el kirchnerismo, viene el peronismo

“Se va el kirchnerismo, viene el peronismo”.
Otra vez, en la Argentina ontológicamente peronista, el poder se dirime en el interior del peronismo.
La superstición que se encuentra políticamente agotada. Con candidato, Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol. Pero sin jefe. Aunque los envolventes peronistas simulan que La Doctora es la Jefa.
“Fenómeno maldito” para Cooke. “La plaga” para Vargas Llosa. Pero el peronismo aun mantiene la espalda cultural que facilita la convivencia entre personajes que se detestan. Enfrentados entre sí.
Es una espalda que sirve también de red de contención para los saltos ornamentales de ostensible espectacularidad. Como el de la señora Mónica López.
Para escandalizar a la racionalidad del antiperonismo. Un factor sustancial, complementario de la identidad.
Sin el espanto cotidiano del antiperonismo, jamás el peronismo se podría -siquiera- entender.

Asamblea Polifónica de Perdedores

Mientras tanto, el estadista matemáticamente predestinado para vencer al peronismo, Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, se desgasta con el apoyo de los convencidos.
Los que se conmueven con los editoriales de La Nación. Concentran una dureza que supera al propio Macri. Aunque se esmere, nunca la consigue igualar.
A su pesar, Macri representa a la multitudinaria escuadra de antikirchneristas pasionales. Son el obstáculo -nada menor- para ganar la elección.
Los convencidos, en simultáneo, lo acotan. Para reservarle, a lo sumo, el segundo lugar. El que le posibilite alcanzar la gloria módica del balotaje.

Pero antes que con Scioli, debe Macri competir con Sergio Massa, El Renovador de la Permanencia.
Y se equivocaron juntos (Macri y Massa) al participar, sin Scioli, del debate menos necesario de la historia. Pero fueron arrastrados por la importancia autorreferencial de determinados medios de comunicación. Y de periodistas que aún creen -como el cristinismo- en el propio relato.

Juntos, Massa y Macri, beneficiaron aún más a Scioli. Al participar de la asamblea polifónica de perdedores que se disputaban un triunfo testimonial. O algo más grave, el rol de campeones morales.
A pesar de la ausencia anecdótica en la asamblea, el problema es que Scioli se le escapa a Macri (para consolidar el rencor de sus convencidos).
Mientras tanto Massa pugna por alcanzarlo a Macri, blindado con De la Sota, El Cuarto Hombre, y Lavagna, La Esfinge.
Sin embargo en la contienda Massa-Macri la variable de ajuste consiste en castigarlo a Scioli, que gracias a ellos está inmerso en otra problemática.
Ocurre que se instala la polémica idea del Scioli transitorio. Como si se tratara apenas de una pausa, a los efectos de aguardar el regreso triunfal de La Doctora.
Se habla de un Scioli por cuatro años, por ocho, o apenas por tres meses. A través de semejante discusión, naturalmente Macri y Massa quedan fuera del juego. Sin otra alternativa que pelearse entre ellos, por el cetro del campeón moral.

La traición obligada

Se acapara la atención en Scioli porque se encuentra en el centro del laberinto. O traiciona o se extingue. O la pilotea como puede, para estirar la mediocridad hasta el infinito.
Para la causa santa del kirchnerismo (que se va), si modifica la patología de la política económica, Scioli es un traidor.
Emerge entonces el turno entonces de la traición anunciada. Obligada. Con directo arrojo la anuncia el gobernador Urtubey, El Bello Otero, desde el centro del Imperio.
Enuncia Urtubey la categórica obviedad: para intentar cualquier despegue elemental, para facilitar el regreso de los capitales, hay que arreglar con los “holdouts” (consta que ni siquiera por cortesía hacia La Doctora dijo “los buitres”).
Claro que, si no modifica las alucinaciones económicas del relato, la ficción que se jacta del desendeudamiento, Scioli se estrella contra la realidad. Hasta extinguirse.
Significa deducir que Scioli, si no traiciona, se autodestruye. Y si traiciona es probable que el cristinismo, si puede, lo masacre.

En la mera gestualidad, con la problemática aceptablemente instalada, y por las dudas de los que siempre consultan, puede decirse que Scioli ya tiene la elección en el bolso. De manera que prepara, desde el piso 19 del Banco Provincia, la administración del poder que se avecina. En la estricta fusión con los gobernadores, la auténtica columna vertebral, aunque ya ni siquiera gobiernen nada.
Al respaldarse en los gobernadores, ya se anticipan los rigores de la próxima pulsión interna. Son tensiones que pasan para 2016.
Entre el peronismo que se viene, y el kirchnerismo minoritario que se va, aunque se resista a partir.
Se extiende desde La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, que atraviesa su propia interna para tratar pronto, hasta el extraño Partido Comunista, el Frente Grande y todos los sellos Buscapinas del pretexto humanitario que componen el frepasismo tardío. Se encuentran aferrados al presupuesto, con excelente posicionamiento en las cámaras, y con la militancia rentada en la totalidad de los ministerios, o directorios de empresas.
Se descuenta que, en el primer tramo, podrán conservar sus sueldos y privilegios, pero desde ya se advierte la persistencia del conflicto tan anunciado. Obligado. Como la propia traición.

La moda del oportunismo

Ante la impotencia o el horror de Macri y de Massa, se instala, aparte, otra certeza. Es la moda oportunista. Consiste en saltar -como sea- hacia el bando de Scioli. O resignarse.
Los empresarios que hicieron lo imposible para unir las fuerzas de los (torpemente) divididos Macri y Massa, y así acabar con el peronismo agotado, ahora cuidan sus figuras. Como si se entrenaran para practicar el fútbol de salón.
Los oportunistas, los que ven debajo del agua y nunca se equivocan, hoy marcan los ritmos del resultado que, a su pesar, se impone. Aunque puedan, y aún desean, matemáticamente equivocarse.
Sólo a partir de la certeza del advenimiento sciolista se entiende el desplazamiento ornamental de la señora Mónica López, La Blonda.
Con su salto, López estimula la pasión del antiperonista que prefiere inclinarse por agraviar. Por espantarse, antes que entender. Riesgosamente lo que demuestra Mónica López es que el poder está del lado de Scioli. Y que insistir con Massa, como su marido, es otra manera frugal de perder el tiempo.
Quienes condenan a La Blonda en nombre de la ejemplaridad moral, o de la gastada ética republicana, no entienden la perversidad del juego que inspira la próxima literatura antiperonista, con seguro destino de éxito.
En elecciones lo prioritario es ganar. Y en el poder peronista lo ontológicamente recomendable es estar adentro. Como lo entendió Tito Lusiardo, alias Juanjo. O Francisco De Narváez, El Caudillo Popular. Y la totalidad de los Soldados de Salamina que volvieron desde La Franja de Massa.
El conjunto interminable de “vivos” que Sergio, acaso por fallas de conducción, “tomó por b…” Ampliaremos.
O se es mandíbula o se es bocado.
De manera brutal, sepultada en el grotesco, La Blonda López demuestra que mantiene vocación para ser mandíbula. Y aunque la denigren, alcanza el anhelado renombre que le permite acomodarse en el bolillero. Para gobernar. Estar adentro. O bailar -por qué no- por un sueño. Atractiva es. La mandíbula puede atreverse.

La vuelta del peronismo ontológico

Pese a los enojos que se sobreactúan, La Doctora prosigue la monotonía del proceso electoral, con relativa -según nuestras fuentes- indiferencia. Pero decidida a ser protagonista de la cadena nacional, hasta el penúltimo día. Más preocupada por la estabilidad inmediata, por el control casi asegurado de la justicia, que por el regreso estratégico.
El regreso entusiasma a los adeptos que dependen exclusivamente de La Doctora. Como la señora de Carlotto. O su enemiga íntima, la señora Hebe.
A partir de sus reservas, ambas envuelven a los opositores y anticipan también, a sus maneras, que la banda es para Scioli. Aparte, ambas damas sospechan, razonablemente, que el peronismo dominante no las contiene. A lo sumo las soporta. Porque la centralidad del pretexto humanitario contiene el riesgo de esfumarse.
Hoy La Doctora está jugada a la suerte de Aníbal Fernández, El Neo Corach. Es el auténtico canal para recibir a los ambiciosos de la Agencia de Colocaciones.
Es Aníbal el que puede amagar, al menos, con alguna continuidad del conflicto con el Grupo Clarín. Donde comienzan a inquietarse, según nuestras fuentes, por sus propiedades en San Pedro, Provincia Inviable.
Es la guerra que Scioli, de llegar a la presidencia, en su traición obligada, amenaza tácitamente con clausurar. Consta que se está en las vísperas de la aceptación de la derrota.
Queda, para La Doctora, la amargura que crece en coincidencia con el rencor. Por la certeza de haber desgastado los últimos siete años en la beligerancia absurda. Contra el Grupo que fue sustancial para que El Furia, en el primer tramo, conquistara la hegemonía.
“Los kirchneristas dieron una sola gran batalla honorable, con Clarín, y para colmo la pierden”, confirma la Garganta. Resignada a convivir -así gane cualquiera de los tres- con un Grupo Clarín fortalecido. Con antojo de revancha y con el mismo plantel agotado, “cansado de guerra”, y avejentado.

Con la traición obligada, en la Argentina ontológicamente peronista se viene el peronismo ontológico que fue, en estos doce años, un instrumento complementario. Un beneficiario culposo del festín. O apenas un aplaudidor serial, para “estar adentro” y sobrevivir.

Duelo de celebridades

ensayo de Bernardo Maldonado-Kohen

Los dos primeros agotamientos de los ciclos peronistas fueron horriblemente resueltos por los militares que debieron hacerse cargo. Fracasaron.
En 1955, fueron al frente los usados generales descartables Eduardo Lonardi y Pedro Aramburu, con el complemento marino del almirante Isaac Rojas, que aportaba la cuota indispensable de fealdad.
Y en 1976 fueron el general Jorge Videla y el almirante Emilio Massera, con el complemento aeronáutico del casi anónimo brigadier Agosti.
Representación de los devastadores desubicados que se equivocaron mayoritariamente en la implementación activa del verbo.
Porque se dedicaron a matar, cuando, lo que correspondía, era robar. Se estrellaron patológicamente en Malvinas.

Como consecuencia del primer agotamiento, surgió el mito aún vigente de la resistencia peronista. Con los ejemplos abnegados de heroísmo, que sirven de escudo para legitimar la pasión recaudatoria de la actualidad. Y con la peripecia estratégica del General, el gran creador del peronismo como género literario.
Aquella apagada mística subsiste como sustento retórico para encarar la desteñida epopeya del presente. Con el desafío de renovar la piel para mantenerse, y de transformarse a sí mismo. O de volver -por qué no- al jubileo del núcleo original, en un país desgastado por la desesperación (por salvarse), y por la falsedad del contexto.
18 años después del desalojo, de la expulsión humillante en la cañonera paraguaya, el peronismo volvió a imponerse en el conflictivo 1973. Con su triunfo personal, el General consolidaba la venganza política, mientras signaba, en simultáneo, el fracaso colectivo que paralizaría a las próximas generaciones.

Entre Cámpora y Kirchner

(A propósito, 42 años después del regreso sin gloria, abundan los que vaticinan que, en caso de triunfar en 2015, Daniel Scioli podrá seguir el penoso ejemplo del infortunado Héctor Cámpora.
Por la idea instalada de concluir abruptamente con la cantilena positivista de la “fe y la esperanza”, a más tardar en 45 días. Como ocurrió con Héctor Cámpora. El dentista del apellido que se convirtió en una marca, celebrada por la homónima Agencia de Colocaciones.
Es el sentido secreto del cartel “Zannini para la Victoria”.
Otra conjetura, en cambio, lo asocia a Scioli con la receta letal de Néstor Kirchner.
Consiste en que Scioli le estampe, a La Doctora, el corte de manga que Kirchner le aplicó a Eduardo Duhalde.
Una apuesta inmadura, en todo caso, hacia la traición).

1983. Alfonsín

En cambio, como consecuencia de la caída de 1976 -y después del fracaso espléndido de los sanguinarios que se equivocaron de verbo-, el peronismo no alcanzó a recuperarse. Fue fulminado por la primera derrota electoral de su historia.
Significa confirmar que el peronismo experimentó la tercera caída. Y no fue consecuencia fácil del incendio de ningún ataúd artificial.
En la flamante versión institucional iniciada en 1983, con la consagración del radical Raúl Alfonsín, se asistía al primer agotamiento anticipado del peronismo.
Pero llamativamente el peronismo se renueva a partir de los lineamientos renovadores que le estampa aquel líder que lo venció.
Acelerado en el impulso, Alfonsín intentó colonizar al peronismo, a los efectos de acabar de una buena vez con el jactancioso “fenómeno maldito” que había descripto John William Cooke. Para fundirlo en el Tercer Movimiento Histórico. Utopía que derivó, apenas, en la gestación de un discurso brillante. Pero inútil para evitar el inexorable naufragio.

Con algún maquillaje en la renovada piel, el peronismo volvió al poder en 1989. Para sorprender, ahora, con la renovada adscripción al capitalismo que jamás se atrevieron a encarar los liberales, aunque tuvieran a los militares a su merced.
Se coincidía históricamente con el desmoronamiento del universo bipolar. Con el derrumbe de la Unión Soviética que desde París había anticipado Hélène Carrère d’Encausse. Y con la certeza inimpugnable del exclusivo modo único de acumulación.
Por las transformaciones económicas y culturales -y sobre todo a pesar de ellas- la etapa de Carlos Menem produce el penúltimo agotamiento del ciclo peronista. Que cae, esta vez, por el oportuno entendimiento del viejo radicalismo vencido, que aún respondía a Alfonsín, con la izquierda relativa del Frente Grande en ascenso. Un socio en decadencia del extinguido Frepaso que sucumbe en la justicia del olvido.

1999. De la Rúa

En 1999, el imbatible Fernando De la Rúa doblega, por cuarta vez, al peronismo. Le estampa la segunda derrota electoral.
Pero De la Rúa comete el gigantesco error de imponer alguna cuota de racionalidad en el déficit público y fiscal, que se extendía desde hacía décadas. En vez de lanzar, como correspondía, la pelota del déficit para adelante. Hacia el horizonte donde habitaba Mongo. Sin embargo, muy mal asesorado, se puso como un torpe a recortar y a ajustar. Sin percatarse que construía, conscientemente, su repentina declinación.

Dos años más tarde, en el inicio del nuevo siglo peor que el anterior, aquel peronismo que había derrotado volvía a hacerse cargo de los desastres acumulativos. A los que se agregaba, también, el desastre personal legado por De la Rúa, junto a los izquierdistas inmortales. Ganadores de sueldos sin culpa, que jamás se responsabilizan por ningún error. Cobran siempre como si la humanidad estuviera con ellos, siempre, en eterna deuda.
En el barullo de 2002 transcurre la antesala del nuevo regreso peronista, que se prolonga hasta la actualidad.
Se instala con la piel renovada del estatista que descalifica el periodo de las privatizaciones que el mismo peronismo protagonizó. Y con la mochila al hombro de los progresistas que acompañaron a De la Rúa hasta las puertas de la caída, pero que se frenaron a tiempo para continuar con los sueldos que después les abonaba Duhalde, primero, y luego, sobre todo, Kirchner. Y continuado por La Doctora, con el aporte del poder conyugal que heredaba. Para generar, junto con los peronistas vegetales, el frepasismo tardío. Inspirado en la cantinela humanitaria que permitía simular la encendida pasión recaudadora.

Es el turno del último agotamiento del peronismo, aunque para resolverlo ya no estén aquellos militares, hoy institucionalmente alejados en el plano suntuario. Arrepentidos por haber matado más de lo necesario y de haber robado menos de lo que podían.
Sin embargo tampoco quedaron los radicales de la magnitud de Alfonsín, tan sobrevalorado en su vejez. Y con el mito enriquecido a partir de su muerte. Tampoco les queda un ganador serial de elecciones como De la Rúa, al que los oportunistas de la coyuntura descalifican de manera unánime, sin la menor piedad. Como si nadie jamás hubiera creído que se trataba del político más imbatible de su generación.
Entre tanta debilidad brota la potencia del radicalismo actual. Moja gobernaciones, intendencias a paladas, legisladores múltiples que le permiten imaginar un futuro próximo, con mayor ventura.

2015. Macri-Scioli. Celebridades

A falta de un líder de la dimensión de Alfonsín, o de un candidato imbatible como De la Rúa, quien emerge es Mauricio Macri. Una celebridad. Con la capacidad transitoria para absorber el radicalismo que, en simultáneo, se fortalece.
Macri es el político que más creció desde la aparente “no política”. El Ángel Exterminador aprende, se macera y se forma. A través del PRO, partidito urbano y vecinal, se extendió admirablemente. Lo suficiente como para cargarse, en su condición de esponja, a la centenaria Unión Cívica Radical.
Gracias a la absorción, los radicales logran situarse, al menos, cerca del electorado tradicional (que Macri les aspiró).
Brota entonces Macri como el único elegido para explotar el cíclico agotamiento estructural del peronismo. Para generarle la tercera derrota generacional.
Una cada 16 años. Una caída por cada generación.
De 1983, de 1999, y -si Macri tiene suerte- 2015. Debe lograr el objetivo combinado. Conseguir el ballotage, para después vencerlo. Es altamente improbable pero no imposible.
La martingala tiene la ventaja de encontrarse con el peronismo que presenta una excelente celebridad como candidato -Scioli-, pero que carece de un jefe. De ningún modo lo es La Doctora, por carencia de vocación para serlo. Denominarla Jefa es un acto generoso del lenguaje, útil para la ficción ideal de creer que el Jefe, no obstante, existe.
Sin la magnitud de alguno de los tres jefes que el peronismo tuvo en sus 70 años de historia, con los respectivos cambios de piel.
Nadie que pueda equipararse, en materia de liderazgo, al principal extinto, el General. O al deslegitimado Menem, que aguarda la reparación histórica que nunca, acaso, va a ocurrir. O al último jefe, también extinto, Kirchner.
Persisten, apenas, algunos gobernadores aferrados a las macetas del peronismo vegetal. Los que elevan a Scioli, la otra celebridad, para la aventura entusiasta -típica de la cultura peronista- de sucederse a sí mismo.
A los efectos de quedarse con el manejo de las cajas y evitar la tercera derrota electoral. Pese al agotamiento que puede, aún, ser perforado. O simplemente prolongado en el tiempo. O no ser, en definitiva, ningún agotamiento ni un c… Apenas un módico retroceso crítico. Por cansancio, por la “fatiga del metal” que caracteriza a los viejos aviadores. O acaso se trate de la antesala -digamos- de otro cambio de piel. Conjetural. Para seguir con los mismos peronistas de siempre al frente, sólo vagamente distintos, con otra piel, en reinvención permanente.

La industria de la subrogancia

Sobre el control de la Justicia y la cuchara de la política.

sobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari.

Introducción
Profanos del Derecho

“Juez que jura, juez que a la larga te traiciona”, confirma la Garganta en el Informe Oximoron.
Aquí se alude a legitimidad de “la industria de la subrogancia”.
A los abogados honorables y a los juristas inquietos les cuesta conmover a la sociedad con la problemática de los jueces subrogantes. Tema instrumental. Recurso técnico que, de ser excepcional, pasó a ser habitual en el universo de la justicia. Es el escenario principal de la guerra que emprende la patología del cristinismo.
Entre los profanos portadores del orgánico defecto de desconocer el derecho, los subrogantes despiertan una densa indiferencia. Saben -y les basta- que el tema sirve para oponerse al cristinismo, que quiere llevarse puesta la Justicia como una bufanda.
Sirve, además, para atender las invocaciones lúcidas del doctor Fargosi, y para aplaudir al venerable doctor Recondo.
De todos modos, en el Portal se llegó a la conclusión que la problemática de la subrogancia necesita ser explicada. Por lo tanto se le encargó a Consultora Oximoron la producción del siguiente informe de referencia.

Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron

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La cuchara

Antes del Pacto de Olivos, y de la benemérita Convención Constituyente de Santa Fe de 1994, el Poder Ejecutivo proponía la designación de los jueces casi a canilla libre. Un trámite que complementaba el Senado de la Nación. Pasaban, en general, los jueces, como por un tubo. Al menos, el presidente Menem mezclaba una lisa y luego una rayada. Intercalaba juristas inapelables con impresentables de compromiso. Introducía, para ser expresivos, la cuchara de la política.
Pero el ex presidente Alfonsín, como estaba afuera, era algo más recatado. Y en aquel fabuloso intercambio de reelección por concesiones, asesorado por socialdemócratas de prestigio, se impone “la corroboración de la idoneidad por concurso”. Por intermedio del Consejo de la Magistratura, el sublime artefacto a crearse.
Aunque también, para que la corporación no se agrandara tanto, ni se creyera independiente de verdad, Alfonsín les impone también la cuchara. Con legisladores que forman parte del artefacto.
Idoneidad y solvencia judicial, pero también cuchara política. Aunque se trate, ahora, de una cucharita de consomé. Ningún cucharón.

La transparencia es lenta

Pero la transparencia es lenta. Los concursos suelen tardar años en resolverse. La preparación de las listas. La indagación y revisión de los antecedentes. Las respectivas impugnaciones que demoran. Las recomendaciones, los paracaidistas. La tranquila facilitación del paso del tiempo, siempre muy cruel.

Para colmo, primero con Menem y después con Kirchner, los jueces se acostumbraron a cobrar buenos sueldos. Por derecha. En blanco, sin necesidad de subastar las sentencias. Y extrañamente en la era del sildenafil, vulgarmente llamado el viagra, los jueces se jubilan -si quieren- a los 60 años. Y con el 82 por ciento del salario, depositado en la cuenta. Una ventaja para nada menor. Circunstancia que permite que juristas espléndidos como potros, en excelente estado físico, de 61 años, puedan dedicarse al tenis, o a las trampas del placer. Algarabías que, a los efectos del informe, producen el fenómeno de la sobreproducción de vacantes. Por las demoras descriptas en los concursos, las vacantes pasan a ser cubiertas por los llamados jueces subrogantes. Son jueces y no son, y en cualquier momento pueden volver al banco de suplentes.

La estrategia ideal

Es precisamente en este tramo donde brota la gran cuchara política.
La sobrevaloración del subrogante, que habilita a pensar, sin gran malicia, que se trata, más bien, de la subrogancia como estrategia ideal para controlar a la justicia.
¿Para qué designar a un nuevo juez, con atributos de eternidad, cuando se puede disponer de uno transitorio?
“Juez que jura es un juez que a la larga te traiciona”, confirma la Garganta.
Mejor entonces es mantener jueces subrogantes porque están pendientes de un hilo. Se cuelgan del pincel y difícilmente traicionan a quien los catapulta.
Aunque algunos pueden, incluso, llegar como K. Pero, por la dinámica del desgaste, dejan paulatinamente de ser K. Con el riesgo de votar en contra de los intereses del gobierno acosado por culpas infinitas.

La 26376

Entre mayo y junio, en Senado y Diputados, el cristinismo impuso la Ley 26376.
“Para la designación de jueces subrogantes, en caso de recusación, excusación, licencia, vacancia u otro impedimento de los jueces de Primera Instancia y de integrantes de las Cámaras de Casación, Apelación etc”.
Los designa el Consejo. O “por sorteo, entre la lista de conjueces confeccionada por el Poder Ejecutivo…”.
Y es exactamente en la lista de conjueces donde se mezclan otra vez los inapelables, los que figuran para disimular, con los impresentables que emergen como incondicionales, dispuestos a apoyar cualquier catástrofe del gobierno.
Son vocacionales cancerberos del despojo. Florecen sobre todo en un momento en que el cristinismo mantiene sobrados litigios delictivos. Herencia, en general, del kirchnerismo. Por la centralidad recaudatoria del primer tramo de la patología. La registrada entre 2003 y 2010, que se paga en el segundo tramo, desde 2010 hasta aquí, cuando ya no hay recaudación centralizada y emerge el esporádico cuentapropismo.
El despojo, en primer lugar. Pero también son los horrores de la mala praxis.
El bartolerismo geopolítico de La Doctora, en la plenitud pragmática del cristinismo. Derivó en el acuerdo alucinante con Irán. Y que Irán, para colmo, por pudor persa de siglos, ni siquiera le convalidó.

Cabral

Entonces el dilema no reside en la barbaridad desplegada en el cambio desprolijo del doctor Cabral.
Un subrogante en Casación. Jurista de excelente nivel, que podría ser juez en cualquier país mucho más serio.
En apariencias Cabral se disponía -trasciende- a declarar inconstitucional el boceto del acuerdo que nunca se firmó con Irán. Por lo tanto no hay daño. Pero debe reprocharse la improvisación y la mala praxis de los irresponsables que gobiernan. Y tal vez, dentro de algún tiempo, porque la impunidad nunca es definitiva, la muerte del fiscal Nisman. El impertinente que, por el cambio, se quedó anclado en el rincón geopolítico anterior.
El problema reside, más bien, en quién lo reemplaza a Cabral.
Un abogado probablemente correcto que responde a Julián Álvarez, El Soberbio de Lanús. Sin reconocimiento ni experiencia en la materia. Sin antecedentes que pasan, entre tanta patología, inadvertidos. Pero con el atributo seguro de la incondicionalidad.

Felices los polarizadores

La Doctora se consuela en Tsipras y Scioli le envía señales a Schiaretti.

sobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari.

Paulatino cambio natural de conducción. Se lo percibe entre las secuelas de la jornada negra del cristinismo.

Desorientada, La Doctora busca algún victorioso consuelo espiritual. Lo encuentra en la irresponsabilidad de Grecia.
Los deudores ejemplares, democráticamente desesperados, sufragaron en contra del maldito acreedor.
De la mano de Tsipras, un Chacho Álvarez menos inspirado, Grecia se instala más cerca de la inviable Albania que de la fortaleza de Francia o Alemania.
Y en Grecia La Doctora tiene el espejo donde se refleja y admira su propia -desmesurada- irresponsabilidad.

En cambio Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol, desde el triunfo previsible, para nada sorprendente, de La Rioja, reacciona con algo más de tino. Intuición política.
Ante el descalabro, Scioli prefiere lanzar cuerdas afectuosas hacia los dos peronistas que lo embocaron. Los que vencieron, con capacidad y arrojo, al cristinismo de circuito cerrado.
A Juan Schiaretti, Vuelve Juan, en Córdoba, y en menor medida a Carlos Verna, El Perro, en La Pampa.
Son los rebeldes que mantuvieron la inteligencia de insolentarse ante las imposturas de “la caja”. Una doble lección para los peronistas vegetales que supieron inscribirse en las ventajas económicas de la felación metodológica.
Ambos (Schiaretti con De la Sota, y Verna con Marín) triunfaron sobre las invenciones cristinistas, instrumentadas por Carlos Zannini, El Cenador. El clavel que le encajaron a Scioli, que ahora asentía, a través del silencio, como si hiciera méritos con su nuevo jefe. Con aire y con sol.

Competidores y participantes

Ante la ansiedad de los participantes, en el plano superior, los dos competidores se consolidan. Felices los polarizadores.
Macri, El Ángel Exterminador, a través de Horacio Rodríguez Larreta, El Geniol, reconfirma la vigencia en el Artificio Autónomo. Saca 20 puntos de diferencia sobre el entusiasta Lousteau, El Personaje de Wilde.
Pero Sir Lousteau, acaso para incentivar el fastidio de los porteños, decide insistir en una segunda vuelta, a la que tiene derecho constitucional. Pero que le brinda a Macri, en definitiva, la oportunidad servida de mostrarse. Lucirse en los próximos quince días, como la alternativa nacional de oposición a su amigo Scioli. Con quien se comunica telefónicamente varias veces por semana.
Felices los dos, Macri y Scioli, por polarizar, y desplazar hacia el rincón a los polarizados. Con Massa, El Renovador de la Permanencia, les fue demasiado bien. Juntos lo transformaron en parte (aunque destacada) de la etcétera. Aunque Massa hizo suficientes méritos para lograrlo.

La obstinación de Sir Lousteau por obligar a los porteños a la espesa inutilidad de la segunda vuelta subraya la lateralidad y la falta de liderazgo del radical Ernesto Sanz, Eterna Esperanza Blanca. Y de la coalicionista huracanada, la señora Elisa Carrió, La Demoledora.
Dos figuras decorativas del espectro Cambiemos que quedan relegadas -para Oximoron- a la condición de participantes. Con sus vicepresidentes de adorno y todo.
Es una lástima que ninguno de los dos invalorables participantes (Sanz y Carrió), encuentren cómo ubicarse en esta alianza extraña. Donde Macri los emboca como complementos subalternos.
Tampoco termina de entenderse por qué razón Macri opta por el selectivismo distrital. Le sirve para habilitar amplios acercamientos en Mendoza, Córdoba o La Rioja. Aunque contrasta con los enfrentamientos en Santa Fe, o en el Artificio de la Capital. Como si disfrutara con la esquizofrenia pintoresca de los radicales fragmentados.

Por su parte Scioli levanta manos en La Rioja. Del flamante Casas y de Béder Herrera, El Diablo. Pero levanta manos riojanas con el objetivo puesto en Córdoba.
La Rioja le sirvió para acumular. Para extender el menú ideológico del peronismo, siempre generoso en la campaña electoral. Es el sentido político del elogio hacia Menem, su inventor. El mismo Menem que, ante su silencio, fue redituablemente demonizado por los Kirchner, durante el primer tramo, cuando Scioli era el vice de Néstor, El Furia. Aunque debieron recurrir, sin pudores, al voto del senador Menem, a los efectos de apoyar las leyes elementales. Otra muestra que la rivalidad fue una impostura. Nada es terminante, en definitiva, en el peronismo vegetal. El anti-noventismo de El Furia y La Doctora fue otro cambio de piel del peronismo, movilizado siempre para conservar el poder. Clave principal de la ideología que, por otra parte, tampoco existe.

Córdoba, tierra de relativismos

Entre los participantes que desean ascender hacia la magnitud de competidores, debe registrarse el minuto de gloria de De la Sota, El Demócrata Cristiano. Largamente lo esperaba, y acaso lo merecía, después de tantos cartelones que producen una densa indiferencia en las encuestas.
Es el minuto de gloria que De la Sota comparte con Sergio Massa, con generosa relatividad. Es otro socio en la aventura de otra extraña alianza. Una.
Ambos participantes -De la Sota y Massa- se juntan para celebrar el triunfo de Schiaretti, en Córdoba. La provincia más adicta a las originalidades.
En cierto modo, De la Sota se reconfirma en Córdoba, aunque en adelante debe compartir el liderazgo con Schiaretti. Porque, el que “vuelve”, que quede claro, es “Juan”.

En la tierra de los relativismos, el ajustado triunfo compartido de Schiaretti y De la Sota, sobre la improvisada alianza de Macri con los radicales, no habilita a legitimar ningún retroceso en la postulación del propio Macri. Ni siquiera de Scioli, que supo simular el lejano tercer puesto de Accastello, paladín de Zannini.
De todos modos, De la Sota prefirió perdonablemente presentar el resultado original de Córdoba como la gran derrota de Scioli y de Macri juntos. Pero es comprensible. Es la reacción del polarizado que busca rebelarse contra los felices polarizadores que también lo embocaron. Como si fuera otro Massa.

El plazo fijo del 9 de agosto

En realidad, nadie puede asegurar que Schiaretti vaya a apoyarlo a De la Sota más allá del 9 de agosto. Aunque gane, incluso, en el entretenido match de participantes que De la Sota va a jugar con Massa. La fecha se impone con el rigor del plazo fijo.
Razonablemente, para asegurar que sigan juntos hasta octubre, y que se extienda el plazo fijo, Massa insiste en proponerle, a De la Sota, el armado de una fórmula conjunta. Con Massa, por supuesto, en el primer término. Como si fuera el Cafiero de 1988, y De la Sota lo acompañe, 27 años después. Un volver a vivir un tanto forzado. El epílogo merece, acaso, mayor grandeza.
Sin embargo, hasta el cierre del informe Oximoron, marchan hacia la competición en las PASO, en el plazo fijo del 9 de agosto. Por la fuerza que Massa aún conserva en la provincia (inviable) de Buenos Aires, le gana a De la Sota, por lo menos, 6 a 4. Y nada autoriza a pensar que Schiaretti vaya luego a apoyarlo a Massa para la presidencial.

Aquí radica el centro del nuevo relativismo cordobés. Massa, según nuestras fuentes, lo sabe.
Ocurre que Schiaretti mantiene mejor relación con Scioli -y en especial con Zannini- que De la Sota.
Para conjeturar un acercamiento entre Schiaretti y el Frente para la Victoria -o sea con Scioli- no hay que tener, al decir de Ignacio Zuleta, “la glándula de la profecía”. No se trata de ninguna especulación en el aire. Al contrario, es lo más recomendable para el funcionamiento racional de la tierra castigada de los relativismos. La provincia, en materia de orgullo, poco gana con el cordobesismo que la condena, en el fondo, a una soledad política bastante cruel. Signada, incluso, por el aislamiento presupuestario.

Impunidad conceptual de La Doctora

El cristinismo envuelve y aplasta al opositor envuelto y aplastado

escribe Bernardo Maldonado-Kohen

“No dejó las convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Fue peor, las metió adentro”Oberdán Rocamora

Después del nutrido festival de “números vivos”, el cristinismo se muestra legitimado y dominante. En el final (que se extiende). Pese a sus desastres seriales.
Envolvente, el cristinismo es también aplastante.
Deja a la oposición-envuelta y aplastada. Entra en su juego. Lo complementa. No termina de afirmarse.
Cae en la actitud suplicante. Unificación o continuidad.
La impotente alternativa brota desde La Franja de Massa. Desde la señora Malena Galmarini, hasta Francisco De Narváez. O el mismo Roberto Lavagna. Insisten en la construcción coral del argumento unificador. Pero Mauricio Macri, por decisión estratégica, prefiere no atenderlo.
A esta altura no es sólo para bajar el precio a los aliados potenciales como Sergio Massa o Narváez. Ya no.
Macri esgrime la novedad relativa de la pureza étnica para confrontar. Sin importarle que lo responsabilicen por el triunfo eventual, en la primera vuelta, de Scioli o Randazzo. Quien La Doctora elija para hacerle la suplencia presidencial. O co-gobernar. Si es que prospera el proyecto de llevarla como diputada por la Provincia Inviable. Para elevarla como presidenta del Parlamento.
En tal caso habrá dos poderes superiores en la Argentina. El Ejecutivo y el Legislativo. Con un espacio, apenas nominal, complementario, para el Judicial.
“Si sale la Presidencia Legislativa, para Lorenzetti no va a haber lugar”, asegura la Garganta.

Sed de poder

La Doctora tiene más sed de poder que todo aquel que pretenda suplantarla.
Sea suyo o profano. Mantiene envueltos y aplastados, en principio, a los sucesores de su propia escuadra. Scioli, y -en menor medida- Randazzo.
Pero conste que se trata de peronistas. Pueden obedecerle hasta finales de octubre. Lo pactado, en adelante, tendrá la seguridad de lo escrito en el agua.
Por ahora, Randazzo tiene que ocuparse más de conseguir apoyos en el Frente para la Victoria que entre el resto mayoritario de la sociedad. Y ganarse la consideración de La Doctora. Para ganarle a Scioli con el favor de la tropa propia. Necesita aferrarse, hasta la sobreactuación, a los lineamientos de La Doctora. Si tiene suerte, ajustará luego su mensaje para la gente normal. Y emanciparse -en algún momento- de ella.
En cambio Scioli está algo más aventajado que Randazzo. Cuenta con el apoyo superior de los caciques del peronismo. Soportan los llamados de Zannini, que se arriesga a recibir respuestas similares a la del gobernador Gioja.
“Con Scioli gano, con otro no sé”.
Pero Scioli, como Randazzo, también debe mantenerla imposiblemente mansa a La Doctora. Al extremo abusivo de reconocer que Kicillof es indispensable. Novedad que no reconforta a Miguel Bein, que ahora se muestra en público menos crítico.
“Por derivaciones del Teorema de Baglini”. Lo dijo Bein en el almuerzo del Cicyp.
“Solo cuando uno se acerca al poder se vuelve razonable”.

Tergiversaciones escogidas

Resulta admirable la capacidad De La Doctora para mitificar las epopeyas inventadas.
Abusa de la impunidad conceptual. Para envolver -y aplastar- al periodismo crítico. El enemigo señalado, para devaluar con mayor eficiencia al opositor real.
Gracias a la impunidad de concepto, La Doctora se luce con las emotivas tergiversaciones. Con los desbordes teatralizados. Conmueve a los adictos sensibilizados, como horroriza a los detractores.
Síntomas de la sociedad dividida y enfrentada.

“¡Recuperamos YPF!”, clama La Doctora, conceptualmente impune. Sin réplicas.
Por la catastrófica expropiación. Sin graves reproches ni cuestionamientos, se pasó de las compadradas ministeriales de Kicillof, a la capitulación más humillante del mismo Kicillof. Al extremo de elevarlo a Brufau, el CEO de Repsol, como el gran héroe nacional de España. Por el milagro de conseguir, para las arcas exhaustas, 6.500 millones de dólares, procedentes desde el país exangüe (cliquear), Argentina, internado en terapia intensiva.

Se advierte que, de tanto envolver y aplastar con la tergiversación, se arriba a la conclusión que La Doctora y El Furia fueron siempre valientes defensores de los derechos humanos.
Y que no fue ninguna convención del conjunto de pícaros que percibieron las ventajas del humanismo.
Entonces reinstalaron las ceremonias de la carnicería en el primer plano. Declararon a la Esma como territorio liberado, apresaron a una apreciable cantidad de septuagenarios y descolgaron un par de cuadros falsos. Mientras tanto, en simultáneo, se entregaban a la devastación recaudatoria, asociada a la idea eterna de la impunidad.
Al respecto, desde el periodismo artesanal, se acuñaron algunas frases dolientes.
“Con la izquierda adentro se puede robar mejor”.
U otra igualmente grave.
“Del roban pero hacen se pasó al roban pero apresan y castigan”.

Sin embargo la impunidad conceptual celebra la máxima idiotez geopolítica que produjo el extinto.
La grosería diplomática de Mar del Plata, presentada como otra gran proeza. Papelón internacional que legitima el anticipo del aislamiento.
Fue cuando El Furia armó la patota con Chávez, el otro extinto, liado principal, para desairar al estadounidense Bush. Y organizarle patológicamente en las calles, desde el Estado, una manifestación adversa.
Inicio del descalabro que profundizó el descenso de Argentina en el “clima de negocios”. Y en la proclamación del antimperialismo pueril, improvisado, adolescente y a la bartola.
Tristezas del país defaulteado y desacatado. Desprestigio de una caída libre que de ningún modo se simula con la irrupción tonificante de China.
A propósito, China pone el dinero grande en Brasil, para financiar una ruta desde el Atlántico al Pacífico. Y la pone también en Nicaragua, para construir el canal que desplace en importancia al canal de Panamá.
Mientras tanto, la legitimidad del yuan, China se la confía a Chile.
Aquí, en la desmesura patagónica, China distrae unos cuantos miles de millones de yuanes para financiar el negocio demorado de las represas. Las que tuvieron más anuncios como nombres. Pero de paso edifican, como si se tratara de una propina para caja de empleados, una base satelital inexplicable, que depende de sus fuerzas armadas.
Esta Argentina, para China, es, en importancia, como cualquier otro país subastado de África.

Francisco conduce a La Doctora

Farsátira. Desde el rencor al afecto y la dependencia.

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial

Francisco, Ex Cardenal, facilita el acercamiento de La Doctora con Vladimir Putin, El Zar.
Es la faceta pintoresca de la farsátira. Un sub género teatral que combina la Farsa con la Sátira (el gran exponente fue Agustín Cuzzani, ingenio olvidado).

Hoy Argentina cae bien parada en Rusia y en China. Pero no es sólo a través de Venezuela e Irán. Quien conduce a La Doctora es Francisco.

El Cardenal Bergoglio, en su momento, supo pulverizar el proyecto de Santacrucificación Nacional. La reelección indefinida que estimulaba Néstor Kirchner, El Furia, cuando era el presidente. Y cuando gracias al Trípode de Poder mantenía el país a sus pies. Con el apoyo sustancial de Hugo Moyano, El Charol, Encanto de la Negritud, que representaba el trabajo, y con Héctor Magnetto, El Beto, potencia de la comunicación.
Desde el centro del trípode, con los resortes del Estado, El Furia había conquistado la hegemonía total.

En Misiones, 2006, fue cuando El Furia inventó el globo de ensayo. El plebiscito para proponer la re reelección del gobernador Carlos Rovira, El Judas de Puerta.
Era la antesala para imponer la reelección indefinida, también para el presidente. El Furia no era partidario de ir por su reelección si no tenía asegurada la continuidad.
El Cardenal, como un experto guardián de hierro, captó la profundidad de la maniobra y decidió perforarla. Habilitó entonces al Padre Piña, el obispo ideal para enfrentar al pobre Rovira. Hasta vencerlo, asociado al San Miguel Arcángel. Aquel fracaso del Judas de Puerta signó el destino electoral de El Furia. Para legitimar la consagración de La Doctora, como La Elegida.

País friendly

Pero el Kirchner-cristinismo le puso tensión a la farsátira. Compulsión narrativa. Para vengarse con crueldad del máximo enemigo que pacientemente había construido.
El Cardenal. Que fue religiosamente humillado con la Ley del Matrimonio Igualitario. El casamiento de los homosexuales era para el Cardenal por entonces una afrenta. El Furia disfrutaba cada beso en la boca que se prodigaban los casamenteros. Los Kirchner supieron darle el peor escarmiento al enemigo mientras quedaban, de paso, como la vanguardia del progresismo en el universo. Un país friendly.
En adelante, para evitar el Tedeum, para no toparse con el rostro de constipación del Cardenal, Los Kirchner llevaron el festejo porteño del 25 de Mayo hacia Salta o Tucumán. Mientras tanto elaboraban diversas triquiñuelas para desalojarlo.
Entonces El Cardenal se convirtió, acaso a su pesar, en el referente del antikirchnerismo. Sólo podía ver a La Doctora por televisión, gracias al abuso de la cadena nacional.
En simultáneo, El Furia y La Doctora habilitaban los ataques más descalificadores al Cardenal. En varios tomos.

Revancha

La farsátira, entre los altibajos, reservó una revancha. Otra vuelta de tuerca de Henry James.
Ya sin la presencia de El Furia, nunca podía esperar La Doctora que El Cardenal, un eterno Papable, fuera elegido Papa, en marzo de 2013. Poco después que el Papa Benedicto abdicara, por “cansancio moral”.
A La Doctora desbordada no le quedaba otra alternativa que rendirse ante la más alta autoridad ética de la humanidad. Y la pobre debió capitular nerviosamente a través de la secuencia del regalo filmado, en directo, de un mate. Y con la explicación académica del “modo de empleo” del mate, que iba a festejar el vecino presidente Mujica, Minguito.
Con perversa piedad, El Cardenal, ahora Francisco, se puso a La Doctora en el bolsillo espiritual de la sotana.
Y en adelante caben todas las conjeturas de interpretación. La farsátira contiene un desarrollo abierto. Como el final.

De pronto Francisco, para estupor del antikirchnerismo precario, se consagró como el máximo protector de La Doctora. Y hay osados que confirman que Francisco pasó a ocupar el lugar político de El Furia.
Porque es, verdaderamente, el Conductor de La Doctora. A través de la aplicación de “La estrategia de aproximación indirecta”, filosofía inspirada en el teórico Basil Liddel Hart.
Mientras tanto La Doctora, como clásica Serpiente, se dedicó a encantarlo a Francisco. Hasta instalar una suerte de “modo de empleo”. Como si Francisco fuera la extensión de aquel mate fundacional.
Y El Vaticano, que en un principio emergía con la fuerza de una nueva Puerta de Hierro, pasaba a ser confundido, en pocos meses, para La Doctora, con una versión mística y europea de El Calafate.
En cuanto puede, La Doctora se manda a Puerta de Hierro para consultarlo o recibir instrucciones. En búsqueda del consuelo espiritual, de contención moral para un alma atormentada.

La Doctora pasa de repente, gracias a Francisco, y a los pensamientos de Liddel Hart, a cambiar la receta del modelo ejemplar.
Del modelo Michelle Bachelet, que le reserva el inmediato lugar de jefa de la oposición, para volver en el ilusorio 2019, La Doctora pasa a preferir el modelo de Vladimir Putin. Cuestión de extender el oficialismo hasta lo que dé.
De la resignación silenciosa de irse para volver (Modelo Bachelet), se salta a la ambición de quedarse para siempre (Modelo Putin). Sólo le falta encontrar un adecuado Medveyev.
¿Es Daniel Scioli -el líder de la Línea Aire y Sol y buen amigo de Francisco- el mejor boceto del Medveyev sudamericano?
¿O le conviene acaso a La Doctora buscar otro rostro en el catálogo para ocupar aquel rol de Medveyev?
Como Randazzo, El Loco, o Rossi, El Soldadito de Milani.

La toalla del progresismo

La farsátira comienza y termina con Putin. Con la Iglesia Ortodoxa, que es el Partido Comunista que hoy sostiene al Zar Vladimir.
A través de La Doctora, Francisco le envía a su buen amigo Putin una invalorable carta personal.
Fue entregada por La Doctora a Putin, en la reunión del G-20, en San Petersburgo. Y luego caminaron un trecho, juntos, por la Avenida Alejandro Nevsky.
Y hoy, ya con un final feliz, La Doctora y El Zar, con la conducción de Francisco, consolidan la base espiritual de la nueva relación geopolítica.
La comprensión entre la máxima progresista que inspira el matrimonio igualitario, con el represor implacable que destrata a los homosexuales rusos, como si estuvieran en el Estado Islámico.

En virtud del pragmatismo a la bartola, La Doctora ya nada tiene en común con aquella Doctora altiva que maltrató al negrito Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial. Para espanto de De Vido, El Ex Superministro, que lo traía a Obiang para hacer un indispensable negocio petrolero, aunque sorprendieron al visitante con una prescindible lección de moral cívica. La “lección del dedito” acusador. Y todo porque Obiang no respetaba los derechos humanos como La Doctora creía entonces que debían ser respetados.
Pero tampoco los respetan en China, en Rusia, en Irán, y mucho menos en la fraternal Venezuela Bolivariana, donde encierran a los opositores que carecen del menor derecho a la solidaridad. Pero por suerte a La Doctora eso ya no le importa, total la toalla del progresismo está arrojada, y la farsátira, acaso transitoriamente, debe terminar.

De la Sota y sus contemporáneos

En “Quiero y Puedo” desfila Scioli, Macri, Massa y La Doctora.

escribe Carolina Mantegari

Sin “ánimo de agredir” (pag 57) José Manuel De la Sota refiere que “Scioli no es un líder, ni un gestor ni un conductor”.
Se pregunta, desde el título del capítulo dedicado, si Scioli tiene alguna “idea propia”.
Para el ensayista (Scioli) llegó siempre “enancado en una propuesta de otro”. Sea Menem, Duhalde o Kirchner. No obstante, el autor le tiende una soga.
¿Para qué cambiar si hasta ahora le fue tan bien?

La generosidad descalificatoria le sirve también a De la Sota para bajarle el precio a Macri.
Es quien “se apropió del color amarillo” aunque, a su criterio, “para hacer política (Macri) todavía está verde” (pag 71).
Tampoco (Macri) tiene “ideas propias”, y ni siquiera le tiende la soga: “Todo, en su círculo, es escenografía” (pag 73).

Menos aún Sergio Massa disfruta de la admiración intelectual de este inesperado “ecrivain maudit”.
Massa aparece bien provisto de “lugares comunes”.
Con “mensajes para la tribuna sin la más mínima profundidad” (pag 120). Aunque le tira la siguiente soga: “siempre fue un tipo agradable, simpático y canchero”.

El catálogo de la galería cruel de personajes contemporáneos puede coronarse con La Doctora.
“Gallego, esta mujer es como un alacrán. Te pica porque hace a su naturaleza” (pag 142).
La calificación de “alacrán” se la atribuye al extinto Antonio Cafiero, un hombre “de bien”, al que acompañó como vice en la histórica interna peronista de 1988. Cuando Cafiero-De la Sota perdió con Menem-Duhalde.

Sin embargo el autor reserva también espacio moral para los rescates y homenajes. Por ejemplo del legendario Chacho Bittel. A quien La Doctora, cuando era senadora, había calificado de “inútil y gagá”.
También un capítulo está dedicado a venerar al propio general Perón, a quien el autor visitó en Gaspar Campos, con una delegación de la Juventud Peronista. Los muchachos tuvieron tanta suerte que presenciaron un diálogo ideológico entre Perón y el ministro Gelbard. Delante de ellos fue a proponerle a Perón nada menos que “la reforma del Estado”. Porque “las empresas estatales, como están, son insostenibles” (pag 117).

Por suerte De la Sota, en su memoria selectiva, se muestra ecuménico y democrático con Raúl Alfonsín. Es quien supo emocionarlo con la recitación del Preámbulo. O con el ejemplar pedido de “un médico a la izquierda” (pag 127). Es el sentido de los “candidatos cambiados”. “El nuestro (Lúder) era el Doctor. Teníamos que perder y perdimos” (pag 176).

Tal vez hubiera correspondido que el autor fuera un poco más condescendiente con Carlos Menem, de quien fue su embajador en Brasil.
Pero Menem “abrió las puertas de la infiltración del liberalismo dentro de las filas del peronismo” (pag 133).
Abundan los informados que evocan que aquel presidente Menem resultó sustancial para que el autor abandonara la rutina de derrotas y conquistara por primera vez la gobernación de Córdoba. Con ostensible ayuda liberal. Pero el dato es irrelevante.

Conmovedora amenidad

En “Quiero y Puedo” la franqueza de De la Sota, en la condición venerable de escritor, no debiera ser rescatada apenas desde la ética. Menos, aún, desde la estética.
Es preferible situarlo en el plano testimonial. Para computar el libro como lo que es. Un hecho político. De descontada repercusión, sobre todo al trascender estas líneas.
Debe rescatarse en De la Sota la sinceridad crítica al referirse a las cosmovisiones de su experiencia. A los altibajos de su epopeya personal. Y al abordar el posicionamiento de sus contemporáneos, que emergen como eventuales competidores en el intento de erigirse en el próximo presidente de la República.

Se trata de un texto-pretexto, utilitario para la instalación política. Abundan los profesionales en el oficio del poder que recurren a la sistemática producción de libros para legitimar las expediciones territoriales.
Aquí De la Sota combina la fresca hondura con la conmovedora amenidad, en un lenguaje simplista que facilita la comunicación de los episodios escogidos de la memoria. Son “relatos” variados, que abarcan distintas épocas y están divididos en siete partes arbitrarias. Entre sus páginas aparece De la Sota como el buen muchacho querible que aún extraña a su padre, quien lo llevó a su primera concentración peronista en el centro de Córdoba (pag 40). Y en el ser sensible que quiere a los perros (pag 63). Sin aludir al capítulo desgarrador del inicio, que exhibe una fuerte agresividad emotiva, ya que trata de una pérdida irreparable.

Contemporáneos aventajados

Esta crítica duda si “Quiero y Puedo”, en tanto producto literario, pueda servirle al autor para instalarse en su retrasada ambición de postularse para la presidencia.
Los tres contemporáneos más aventajados, “Daniel, Mauricio y Sergio” (cliquear), los que pugnan por calzarse también la banda, son protagonistas involuntarios y atractivos para la lectura del texto-pretexto.
El gobernador que carece de ideas propias. El jefe de gobierno que aún está verde para la política. Y el diputado canchero, enunciador de frecuentes lugares comunes, que lo hace sentir incómodo al no mirarlo de frente. Y al enviar, en su presencia, mensajes de texto, o atiende llamados como si ninguneara al interlocutor.
Es después de todo una suerte que los tres políticos aquí enumerados mantengan un saludable sentido del humor. Y un aparato digestivo lo suficientemente desarrollado como para no tomar demasiado en serio sus descriptivas presentaciones. Con la salvedad, a nuestro criterio, del alacrán. O de “la alacrana”, un espíritu infinitamente rencoroso y vengativo. Editó Planeta. 283 páginas.