Adelantamiento en el neuropsiquiátrico

Ahorrar un año de decadencia, deterioro, retroceso y desvarío.

escribe Carolina Mantegari

“Opera para la embajada”.
Lo agravian, por internet, los contratados vocacionales de Parrilli, El Incomparable Godfrey.
Pero es probable que “Asís opere para Scioli”.
Porque, si sugiere la conveniencia de adelantar las elecciones presidenciales, es para beneficiar al líder de la Línea Aire y Sol, que sólo puede ganar en primera ronda.
“En segunda Scioli pierde, es boleta con cualquiera”.
Entonces Scioli necesita voltear las PASO. Y que los desastres instalados que arrastra La Doctora lo perturben menos. Amenazan con ser crecientemente implacables.
Como en el fondo Asís “es un peronista”, para los antiperonistas sólo quiere que el peronismo, con el adelantamiento, tenga mejor suerte.

En realidad, si se analiza la problemática con rigor, es a Massa, el Titular de la Franja de Massa, a quien le conviene la utopía del adelantamiento.
Porque Massa puede aprovechar el crédito que le queda del resonante triunfo de 2013. Éxito que tiene el riesgo de evaporarse. Por sus dificultades lógicas para el armado. Por los previsibles inconvenientes financieros.
A Massa le clavaron con eficacia la invención del estancamiento.
Ocurre que en el Neuropsiquiátrico la política se hace desde la gestión. Y hasta se financian con derivaciones de la gestión misma. Subproductos cínicamente admitidos del manejo presupuestario.
Pero Massa no tiene el manejo de una provincia, como Scioli (así se trate de la provincia inviable). Ni siquiera cuenta con la obediencia de los caudillos dóciles del peronismo que se dejan humillar, contranaturalmente, por Zannini, El Cenador, que les escribe el machete de lo que deben decir. Con indicaciones de La Doctora.
Tampoco Massa tiene detrás la fuerza del manejo de la jefatura del Artificio Autónomo. Tiene apenas una miserable diputación, y una nutrida “Armada Brancaleone” que lo sigue (puntualizarlo significa sospechar que Asís “opera para Massa”).

Sin embargo, si se toma el adelantamiento con un enfoque chiquito y coyuntural, el más favorecido es Mauricio Macri, El Niño Cincuentón.
Sin despeinarse, mientras les hace caso a Jaime, El Equeco, y a Marquitos, El Pibe de Oro, Macri gana en el análisis político la carrera enjabonada del sucesor. Aunque no le alcanza para ganar en el territorio.
Aún Macri no tiene completamente cerrado el acuerdo con los radicales de la estantería. Pero el adelantamiento podría precipitarlo. El Niño Cincuentón es el beneficiario directo del desgaste explicablemente cotidiano de La Doctora. Por lo tanto “es altamente probable que Asís haya cerrado con el macricaputismo”.

En cambio, por cuestiones afectivas, tal vez Asís opera la tesis del adelantamiento para favorecerlo a José De la Sota, El Cuarto Hombre.
Se lo ve con frecuencia junto a reconocidos baluartes del “delasotismo”. Aparte, tiene al tío Plinio radicado en las sierras, precisamente en Punilla, los pagos del gaucho Caserio.

De últimas, pese a ser un portador insano de neoliberalismo explícito, en el fondo Asís “mantiene melancólicamente su corazoncito bolche”. Debe operar para Jorge Altamira, El Trotsko Enciclopédico.
Desde la izquierda puede explotarse, con mayor celeridad, el Efecto Syriza-Tsipras, de Grecia. O el Efecto Podemos-Iglesias, de España. Para transformar el vacío inmaterial del capitalismo en una oleada a favor de la izquierda saludable y adolescente.

Analfabetismo funcional

En realidad, para Asís, en su utopismo, el adelantamiento electoral presenta un sólo beneficiario. Es la Argentina. El Neuropsiquiátrico.
Consta que le da la razón al Papa Francisco cuando dice que La Doctora debe llegar al final. Sólo que, para ayudarla mejor, corresponde acercarle en cinco meses la línea de llegada.
Pero los “enternecedores choripaneros de la comunicación” de “6, 7, 8″ quieren cobrar el salario hasta diciembre. Y “los desperdiciados” de Tiempo Argentino, los gurkas de Szpolsky y Garfunkel, lo toman como una provocación. Y los nabos innumerables, graves analfabetos funcionales, lo toman como golpismo.

El propósito, en la práctica, consiste en ahorrarle otro año perdido al Neuropsiquiátrico.
Por los carriles normales que se van a utilizar, con la colectiva masturbación de las PASO, y de la primera y segunda vuelta posterior, se llega al dichoso cambio de gobierno (o a la reconfirmación del modelo a través de Scioli, o en menor medida de Randazzo) recién en diciembre de 2015. El nuevo (o el mismo) gobierno no podrá implementar ningún plan mínimamente atendible hasta marzo de 2016.
El verano sirve, en el Neuropsiquiátrico, para rosquear, desestabilizar, asesinar. Nunca para construir.

Mientras esté La Doctora

Con el país catastróficamente dividido, enfrentado, en la lona, aislado y sin la menor credibilidad -externa ni interna-, en default y desacatados, en la plenitud del naufragio, con el desvarío de la guerra entre espías, y ahora con la carga del muerto expresivo que destruye la legitimación moral, lo más aconsejable es hacer la plancha.
Quedarse tranquilo, en el molde. Vivir a control remoto, gastar lo necesario. En punto muerto. Dilatar sin arriesgar. Retroceder. Durar.
Según criterio extremo de Asís, el cuento del inversor extranjero es sólo efectivo como chicana.
“Nadie, mientras siga La Doctora, va a poner un mango en la Argentina”, teoriza. “Menos aún si los argentinos no estamos dispuestos a poner, al menos, una parte mínima del canuto”.

La Doctora se encuentra patológicamente sostenida por los pasivos que sacan. Mientras hostiga y maltrata a los que ponen, que le desconfían y, a esta altura, colectivamente la detestan. Son los que deberían poner más de la que ponen, y es razonable que no la quieren tirar.
De existir una mínima credibilidad. De contar con la perspectiva de algún gobierno viable, la pondrían. De a poco. Sin exagerar.
Mientras esté La Doctora sólo el chino conquistador o el ruso oportunista podrán racionalmente poner alguna moneda.
Son los que encaran un riesgo mínimo en el Neuropsiquiátrico signado por la sospecha, tomado apenas como una atractiva mesa de saldos.
Los chinos, precisamente, cumplen una digna función cultural. Son los que nos van a hacer revalorar, incluso, hasta a los españoles.

Ante la ingobernabilidad, Alfonsín, El Providencial, adelantó su partida y quedó en la historia como el gran demócrata.
Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas) también acortó, sin completar el mandato que le hubiera correspondido a De la Rúa, El Siestero.
Y en el Neuropsiquiátrico congelado, en cuesta abajo, mientras La Doctora continúe en el poder, la gobernabilidad sólo se mantiene por la paciencia infinita de la sociedad. Y sobre todo por la alarmante comodidad del opositor light, que actúa con la prudencia insuficiente que les marcan sus consultores equivocados.
Con un mínimo sentimiento de patriotismo, y en beneficio de su salud tan vulnerable y vulnerada, La Doctora -que aún acapara la iniciativa- podría encarar la iniciativa de anticiparse. Una osadía que nunca va a plantearle ningún opositor del muestrario complaciente, acostumbrado a funcionar a partir de la explotación de los errores.

Lo que Asís sugiere, en definitiva, es eliminar la pedantería de las PASO. Una costosa e innecesaria duplicidad que nos traba en medio del hartazgo. De la desesperada sensación de debacle que impera en el Neuropsiquiátrico. Para ir, directamente, hacia las presidenciales en Mayo. A los efectos de organizar la invariable segunda vuelta en junio, y realizar el cambio de banda en julio.
Al elegido se le debiera brindar un margen amplio de gobernabilidad. Para que aplique de inmediato los planes, las ideas -si es que las tiene- para producir la renovación del ánimo que se le reclama. Para ahorrarle, al Neuropsiquiátrico, un año entero de decadencia y desgaste, de enfrentamientos, papelones y rencores, con los deseos lícitos de venganza cíclica, que se contienen y extienden.

La Doctora y Menem, epílogos paralelos

Final de ciclos peronistas. Similitudes y diferencias.

Escribe Oberdán Rocamora, Redactor Estrella, especial para JorgeAsísDigital

Para el desenlace de la historia sólo resta saber si el Scioli de 2015, en volumen político, va a superar al Duhalde de 1999.

En versión casi grotesca, quince años después se reitera otro final de ciclo peronista. Con el respectivo gobernador de la provincia de Buenos Aires, La Inviable, entregado al proyecto sucesorio.

Aquel Duhalde de 1999 mantuvo un clavado epílogo de derrota. Confirmó el maleficio esotérico de la gobernación. La condición de destino final, y no de mera escala intermedia, para una conquista de envergadura superior. Aunque ser un aceptable gobernador de Buenos Aires es tan dificultoso como ser un presidente eficaz.

Hoy Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol, apuesta otra vez por la anulación de aquel designio que adquiere el carácter de fundamentada superstición. Con el objetivo de perforarlo. Sin repetir, en lo posible, el mal interrumpido de Antonio Cafiero, Oscar Alende, el propio Eduardo Duhalde, y tantos gobernadores que se propusieron después saltar hacia la presidencia. Para quedar colgado de los cables.

Sólo Duhalde, en cierto modo, alcanzó a quebrar el citado maleficio. Pero de un modo ultra-excepcional. Accidente previsible del sistema democrático.

 

Estilos imperiales

Acontece que aquel Menem del 99, o La Doctora de 2015, más allá de sus circunstancias, distaron de caracterizarse por producir continuidad.

Antes de destacarse como el Piloto de Tormentas (generadas), Duhalde logró imponer su candidatura. A pesar del escaso interés del presidente Menem, que invariablemente se iba.

Del mismo modo hoy Scioli, con suerte bastante relativa, trata de imponer la suya. A pesar del esmerilamiento cotidiano que le aplica La Doctora que -invariablemente- debe irse.

Consecuencia absoluta del estilo imperial para el ejercicio del poder. Típica del caudillismo peronista.

En la patología, el comportamiento de Menem parece unificarse con el que comparten Kirchner, El Furia, y La Doctora. Situados en las antípodas, en materia de ideología impostada. Del rumbo que, cada uno de ellos, le dio al peronismo, adaptable hasta el pragmatismo.

Por la inacción de sus conductores, el peronismo dejó de ser un Movimiento para transformarse, en los distintos periodos históricos, en un complemento apenas partidario. Un instrumento vacío para sacarlo a relucir en las vísperas de la competencia electoral.

Este Scioli de 2014 se muestra mucho más aferrado, en cierto modo, a los lineamientos compulsivos que baja La Doctora. Mientras aquel Duhalde, ya en 1998, plantaba diferenciaciones erróneas con el modo de empleo que bajaba Menem. Lujos que le facilitaron, en definitiva, la derrota.

En la previa de la campaña, Duhalde manifestaba claras disidencias con la política medular de Menem. Entonces pasaba por la Convertibilidad.

En cambio Scioli hoy se diferencia de La Doctora sobre todo en el estilo. En las formas que pulverizan el todo. Tiende más al consenso, a la cohesión, que a la confrontación, fenómeno que dejó de ser redituable.

Lo que atormenta a La Doctora, como lo atormentaba también a El Furia, en vida.

Sin embargo, al menos exteriormente, Scioli respalda cada una de las catastróficas políticas implementadas por el cristinismo que declina. Aún así, Scioli debe someterse a una especie de examen rutinario donde en general es aplazado. Con retos descalificatorios para cualquier dirigente normal. Pero que el personaje de la referencia ni los registra.

Como si las agresiones le resbalaran, el Milagro Scioli continúa, como si nada, con el atletismo positivista del Aire y del Sol.

 

Disolución en varias candidaturas

Otra diferencia sustancial de La Doctora de 2014 con aquel Menem de 1998 consiste en la perversidad de estimular precandidaturas, a los efectos de atenuar la postulación del gobernador de La Inviable Buenos Aires. Por peso prepotente de provincia, el gobernador siempre suele considerarse el candidato natural.

En algún momento Menem supo alentar al popular Palito Ortega (que fue rápidamente absorbido por Duhalde, que lo estampilló de vice). Y también hasta estableció alguna breve complicidad, a mediados de 1999, con la ambición recatada de Adolfo Rodríguez Saa, en una fórmula de literatura pendiente con Jorge Asís. Pero no pasó, por suerte, del amague.

En cambio La Doctora alienta la instalación de otras cuatro precandidaturas que sirven, en el fondo, para disolver con vaselina la postulación del gobernador de La Inviable.

Sergio Urribarri, El Padre del Marcador de Punta, catapultado por la potencia estructural de la Tía Doris. Domínguez, El Lindo Julián, con su tráfico admisible de francisquismo. O Florencio Randazzo, El Loco de la Florería. Cuesta mencionar también la carta de intención de Agustín Rossi, El Pollo de Milani.

Por lo que trasciende, semejante pluralidad que convoca a la abundancia de la oferta, no termina de conformar a muchos de los kirchneristas desasosegados de paladar negro. Los que más presienten la proximidad del final. Son los incondicionales que apostaron por la revolución imaginaria, que exhiben la conformidad hacia “las políticas públicas”.

Son los kirchneristas que no contiene Scioli. Los que renuevan las imágenes de la angustiosa soledad de aquellos menemistas que tampoco Duhalde podía contener.

 

Para salvar los trapos

“Nos vamos mal, no tenemos ningún candidato que nos represente”, confirma la Garganta K.

Como si se enfrentara, de pronto, a la desolación del fracaso prematuro.

Sin continuadores confiables, el kirchner-cristinismo se desvanece con celeridad. Persiste la tierra arrasada, y a los adeptos incondicionales les queda el consuelo de dedicarse a una suerte de resistencia, a los efectos de lograr el regreso triunfal de La Doctora. En 2019. El regreso que Menem no pudo consolidar en 2003.

Se explica que La Doctora, antes de partir, planifique ilusoriamente el regreso con gloria. Para aproximarse a semejante objetivo, La Doctora impone que los presidenciables del diluido Frente para La Victoria lleven la misma lista de diputados. Seleccionados, por supuesto, por ella. Por la próxima jefa de la oposición. Para oponerse a Macri, El Niño Cincuentón, o a Sergio Massa, El Renovador de la Permanencia. Y también, por qué no, para oponerse, llegado el caso, a Milagro Scioli. Si no consigue desmoronarlo antes. Con estampillas y condicionamientos.

Los kirchneristas huérfanos de paladar negro también saben que, a medida que pasen los meses, y que se acorte el duro momento de la despedida, a La Doctora le será más difícil asegurarse el rol de la conducción. Y como ni los contiene Urribarri, que se dispone frontalmente a comprar -llave en mano- el kirchnerismo, en su versión cristinista, en el estado (piadoso) en que se encuentra. A pesar de la magnitud desgastante de Lázaro, El Resucitado, y del clavel inerte de Boudou, El Descuidista.

Urribarri compra la mercadería en bloque y en pie. Pero no logra entusiasmarlos.

Tampoco, hasta hoy, los contiene Domínguez, El Lindo Julián. Ayudado, en su caso, con su densidad espiritual, y por saberse depositario de la esperanza de determinados kirchneristas históricos como Eduardo Valdés, cada vez más privilegiado por La Doctora, por Carlos Kunkel, El Bataclano, Pepe Albistur y sus cartelones. Por su parte Rossi aún no encuentra ningún perfil y mantiene el discurso extraviado. Tampoco los contiene Randazzo, aunque suene, en este caso, a obcecación que deriva en injusticia. Como con Scioli, que bancó la totalidad de los arrebatos y aún no lo aprueban.

La última esperanza que les queda a los nostálgicos peronistas de la izquierda, que se encuadraron en el kirchnerismo, como a tantos buscapinas independientes que se referencian en Unidos y Organizados, es que se presente la candidatura de Jorge Taiana, El Inadvertido. Aunque sea meramente testimonial. “Para salvar los trapos”.

 

Soledades comparadas

La soledad de Menem, en el último año del poder, después de haberse desvanecido el intento equivocado de la re/reelección, contuvo la mansedumbre lenta y triste de alguien resignado, que no quería despedirse. Fue menos patética, en realidad, que la soledad de La Doctora. Después de haberse derrumbado el sueño de la Cristina Eterna. La pedantería del “ir por todo”.

La Doctora contempla el universo como si la humanidad siempre estuviera en deuda con la magnitud de su obra. Hostiga cuando puede a Scioli, ya de manera casi deportiva, como si fuera un comodín. La pobre cada vez habla con menos elegidos. La mayoría de sus funcionarios pueden verla para aplaudirla en los actos ya menos convincentes. Y su mecanismo de consulta y de toma de decisiones se encuentra cada vez más acotado.

Sobre el final, Menem pasaba largas horas de golf. O pensativo, solo, en Olivos, mientras tal vez Alberto Kohan, Jorge Rodríguez y Carlos Corach se encargaban de las tareas administrativamente rutinarias del gobierno que partía.

En cambio, en la plena crueldad de la etapa lazarista, La Doctora inicia sus consultas con Máximo, En El Nombre del Hijo, para terminarlas, según nuestras fuentes, en el propio Máximo.

Entre ambas terminales pasa el inmanente Carlos Zannini, El Cenador, acaso el próximo integrante de la Corte Suprema, a los efectos de encargarse de atajarle los penales posibles que se vendrán desde el lado de la Justicia. En medio de la peste de transparencia, de la epidemia de moralidad que vaticina el portal, de los bacilos de decencia que irreparablemente van a apoderarse de la Argentina.

Después de Zannini es el turno de De Pedro, El Wado, el instrumentador discreto y de criterio, que hizo un curso acelerado de resolución de problemas. Después probablemente, la consulta roce a Kicillof, El Gótico, al que considera genial y casi la arrastra, con desenfado y cierta jactancia, hacia el pantano. Para concluir el ciclo decisorio exactamente donde se inició. En Máximo. Sin que ningún exponente de la sociedad pueda imaginar, siquiera, el motivo. Para ocupar semejante rol, el muchacho debe ser necesariamente idóneo, certeramente eficaz. De una sabiduría conmovedora. La sociedad merecería descubrir, acaso, las claves secretas de tan invalorables atributos.

Oberdán Rocamora

para JorgeAsisDigital.com

Dulces otoñales

ANTICIPO EXCLUSIVO de la última novela de Jorge Asís.

Dulces otoñales

Henry Miller y no E.L. James

Editorial Sudamericana completa en librerías la distribución de Dulces Otoñales, presentada en la carátula como la “la esperada novela erótica de Jorge Asís”.
Es el director del Portal que anticipa -en exclusiva primicia mundial- dos capítulos.
Se trata de “Acabar es de obrero” y de “Extravagancia filosófica del tantrismo”.
Se anticipa, además, la polémica introducción de las estaciones, que alude a una de las alucinantes teorías de Oberdán Rocamora, nuestro Redactor Estrella.
Con jocundo desparpajo y desesperado humor, los dos textos “intensos” de Asís que aquí se divulgan parecen adherir a la tesis de Edgar Allan Poe, enunciada en Filosofía de la composición. Es el poco frecuentado ensayo que aún mantiene la función formativa -y académica- de la reconocida carta al “joven poeta” de Rainer María Rilke.
Es donde Poe indica que “la intensidad, por una cuestión física, es necesariamente breve”.
Por último, y como en algún momento del libro se destaca, el Asís de Dulces Otoñales se muestra tributario de Henry Miller. Es el escritor estadounidense de Trópico de Cáncer, que supo reinventar París y conmover a generaciones literarias que distan de reconocerlo. Es entonces en el Miller de París y de los Trópicos donde debiera en todo caso hurgarse para encontrar lejanas inspiraciones, y nunca en la previsible proximidad de E.L. James, la dama contemporánea de las 50 sombras tan exitosas como seriales.

Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural

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