Cambio geopolítico y crimen

Se teme un “tiempo de desprecio”. Tiempo de sicarios. De facturas.

escribe Bernardo Maldonado-Kohen

1.- La plasticidad admirable del suicida

Hay que destacar, ante todo, la plasticidad admirable del suicida. La originalidad que debiera destacarse.
Porque la bala del final entró hacia abajo. A tres centímetros detrás de la oreja.
Si se agrega que en la autopsia no se nota el apoyo del arma en la cabeza, debiera rescatarse también, en el fiscal Alberto Nisman, el (presunto) suicida, la matemática habilidad de contorsionista para efectuar el disparo.
Tal vez, una segunda autopsia hubiera proporcionado aún mayor rigor analítico, como para tratar semejante destreza mortuoria.
En un principio, reclamaba la nueva autopsia la doctora Arroyo Salgado, ex de Nisman. Pero no insistió. Trasciende que un inapelable médico legista la convenció que no era necesaria.
“Lo que se perdió en la primera autopsia ya no podía recuperarse”, confirma la Garganta.

2.- Mensaje de la comunidad

De todos modos, el mensaje de la comunidad es claro: al fiscal Alberto Nisman se lo sepultó en La Tablada como si fuera otra víctima del atentado a Amia. La número 86.
No se lo apartó, como corresponde hacerlo, en su religión, con los suicidas.
Cambio geopolítico y crimen“Quien quiera oír que oiga”. Quien quiera saberlo que lo sepa. Para Israel no existió ningún suicidio. Ni con la pedantería teórica de la inducción.
Al fiscal, simplemente, lo “pusieron”. Lo asesinaron.
¿Más claro?

3.- Los hechos y la interpretación

Como si se tratara de una dilatada conferencia de prensa en un estudio de abogado, en la plenitud del desorden se discute la interpretación de los hechos. Sin tener los hechos, aún, bien claros.
Significa confirmar que importa más la interpretación política. Pese a los esfuerzos de la presionada fiscal Fein, que está en vísperas de jubilarse y se preparaba para dedicarle tiempo a sus nietos. Y de la jueza Parmaghini, que amontona correos electrónicos, en los que amenazaban a Nisman con suicidarlo. Cumplieron.
Entonces la política, desde su magnitud berreta, banaliza la discusión. Sostener que fue un suicidio implica pronunciarse a favor del gobierno. Sugerir la certeza del asesinato es una postura para ser inmediatamente calificado de oponente conspirador.
Cambio geopolítico y crimenEsta manera berreta de entender el instrumento transformador (la política) empantanó la investigación compleja del atentado a la Amia. Derivó en una causa casi inadmisible, que sirve, de todos modos, para historiar los últimos veinte años.
Sin embargo se tomó una orientación, sin estar en el fondo demasiado seguros. Entre tantas fojas signadas por las operaciones. La inculpación definitiva alude a los altos funcionarios de Irán. Donde, según nuestras fuentes, estaban más preocupados por las trabas de Interpol que por la clarificación del atentado.
Hasta que se produjo, entre los altibajos, el cambio geopolítico acordado con el extinto Chávez, al que era muy difícil decirle en algo que no. Va a ser aún más difícil si se derrite Maduro aún más, y alguien se dispone a investigar números alarmantes y valijas innumerables.
Aquel cambio fue complementado, en pavorosa simultaneidad, por la guerra de espías más insólita. Ya produjo dos muertes. Se habla sólo de la segunda y apenas se alude a la primera. Mejor omitirla.
Entre tanto anecdotario que desborda, y que improvisa una sucesión de especialistas televisivos, no se trata de saber si se habilitó o no, de verdad, una diplomacia paralela. Un tema político que excede a la fiscal Fein, y menos para plantearlo en el borde del fin de semana. Cuando los nietos esperan.

4.- Instancia de boletas

Cambio geopolítico y crimenUn conflicto de poder entre empleados del estado que se desenvuelven como espías. Profesionales de inteligencia. Es la Servilleta’s War, cliquear.
La resultante del cambio geopolítico que los presidenciables no se atreven a tratar. Y eso que cuentan con auténticos expertos en política exterior. Como Andrés Cisneros, en la Franja de Massa. O Diego Guelar, en el macricaputismo de Macri.
Del viraje geopolítico y de la guerrita de espiones emerge el crimen expresivo de Alberto Nisman. Sometido hoy a las multiplicadas interpretaciones que se independizan de los hechos que la produjeron.
El riesgo es evaluar que, después de veinte años, no se aprendió absolutamente nada. Que todo sigue inalterablemente igual, apenas algo más trucho.
Sólo se repite, se reitera. En versión más trágica que grotesca. Incertidumbre que logra que en la Argentina, el Neuropsiquiátrico de hoy, impere el estado de sospecha.
A la desconfianza se le agrega, en adelante, un miedo que puede transformarse, por su propia dinámica, en pánico.
Se teme, en definitiva, que se renueve la instancia de las boletas. Un tiempo de desprecio, como lo definía Sábato, convertido hoy en un tiempo de sicarios.

Cambio geopolítico y crimenSe oscurece el límite impreciso entre la información y la operación. Cualquier comunicador, en su afán investigativo, puede ser parte, sin saberlo, de alguna operación. Ante la divulgación de teorías temerarias, que se comparten por lo bajo, corresponde dudar. ¿Publicamos o no? Ampliaremos.
Abundan, para pasar, talonarios de facturas.

Bernardo Maldonado-Kohen

Desde la Rufo hacia la aceleración

La imperdonable vocación por subestimar al argentino medio

Escribe Bernardo Maldonado-Kohen – Economía, especial para JorgeAsísDigital

 

Chistes de argentinos

Ofender la inteligencia emocional del argentino medio, o subestimarlo culturalmente, es -para el cristinismo- una aventura posible. Aunque imperdonable. Confirma que a la impericia, a la permanente mala praxis, se le debe agregar, en adelante, la mala fe. Semejante tergiversación colectiva admite que el país penetre, de pronto, en el laberinto del papelón. Del ridículo, sin salida.

Mientras tanto, desde los países vecinos, o un poco más alejados, se brindan muestras de solidaridad. Aunque se sonríen, en el fondo, por lo bajo. Se tapan la sonrisa con la mano. A los efectos de inspirar próximos chistes de argentinos. Para festejar. Y disfrutarnos.

 

Cláusula de aceleración

Los irresponsables sumergen a la sociedad en el descenso del default. Pero tratan de convencerla, paradójicamente, que no se trata, en definitiva, de ningún default. Como “la Argentina paga”, el default no es default. Es una alucinación de conspiradores furtivos. O sostenerlo es una elemental “pavada atómica”.

Aquí se movilizan sentimientos básicos de nacionalismo torpe. Pero combinado con dosis siniestras de anti-imperialismo tardío. A través de la creación de los enemigos imaginarios. Y del “carnaval del mundo” capitalista que nos condena por nuestros atributos.

Derivaciones de la manifiesta incapacidad para gestionar. De las picardías estremecedoras que salieron mal.

La estrategia dilatoria, a través de la estética deplorable del pedal, concluyó en el extraordinario bochorno. En el acto consciente de negar la realidad.

Y cuando todavía los ineptos, los que gobiernan, los que abusan de la complacencia opositora, no terminan de convencer a nadie acerca de las terribles maldades de la cláusula Rufo, tienen que sorprenderse con la previsible moda de las “cláusulas de aceleración”. Las que ya comienzan, según nuestras fuentes, a presentarse. Sin que importe un reverendo pepino la semántica narrativa del default. Si existe o no.

Por lo tanto habrá que preparar una próxima agenda defensiva, para imponer los discursos articulados de La Doctora y de Axel, El Gótico.

Faltaría pronunciarlos, en adelante, en la Organización Mundial de la Salud, en el plenario de la Interpol, en la Sociedad Masónica de Cangallo. O en la FIFA.

 

Martínez y Pigasse

Matthieu Pigasse, exquisito multimillonario francés, de la Banca Lezard, es editor de Le Monde y dueño de la revista rockera Los Inrockuptibles. También, según Heitz Dieterich, es el principal asesor externo de Nicolás Maduro. Y así le va, al presidente que agrava los escombros de la Venezuela Bolivariana.

Es a través de Venezuela que Pigasse desembarca, según nuestras fuentes, en los negocios abiertos de la encepada Buenos Aires. Y de algún modo, Pigasse se las ingenia para sugerir la conveniencia práctica del default para la Argentina. Idea perversa que, aunque lo desmienta con entusiasmo, también supo acercar el financista mejicano David Martínez, del fondo Fintech.

Para colmo socio de Héctor Magnetto, El Beto, el baluarte Martínez mantiene excelentes vinculaciones con el cristinismo. Hoy por los teléfonos, en un tiempo no muy remoto fue Ciccone, antes del ingreso de The Old Fund, artificio que marcó la gloria y la sepultura de Boudou y La Banda de los Descuidistas. Ampliaremos.

Hoy Martínez mantiene una sobria influencia moral, según nuestras fuentes, hasta con Carlos Zannini, El Cenador. Es acaso el máximo responsable de la estrategia que condujo al flamante naufragio de la Argentina. Presentado, como se acostumbra, como una epopeya.

Entonces Pigasse y Martínez coincidieron en instalar la idea que el default no es grave. Al contrario. Y ni siquiera tampoco es default. Y sin que nadie sospeche que ambos baluartes rápidos “están jugados en CDS”. O sea en el llamado Crédito Default Swap. Otro artificio teórico invalorable, inventado en 1994 por Blythe Masters, del JP Morgan.

Es uno de los instrumentos más modernos de Wall Street. Merecería ser estudiado por De Pablo, y tratado por el colega Monteverde. “Los CDS se utilizan en el aseguramiento de grandes corporaciones. En el aseguramiento de paquetes de referencia crediticia, o en el aseguramiento de los bonos de deuda soberana. Se dieron a conocer tras el estallido de la crisis subprime. Su monto mínimo de operación es de 10 millones de dólares” (referencias tomadas del Blog Salmon).

 

Don Julio no murió

Dijimos que todavía no terminó de clarificarse la cuestión irritante de la clausula Rufo cuando cae, sobre el cuello de la Argentina, el cadalso de la cláusula de la aceleración. Para ser más específico, se trata de la aceleración que gatilla el “cross default”. O sea el default cruzado. Melconián tendría que explicárselo pronto a Maxi Montenegro.

Trátase de las presentaciones que ya mismo pueden realizar los tenedores de bonos que se atrevan a juntar el 25 % de cualquiera de las 16 serie de bonos, y que de pronto se presentan por ventanilla a cobrar. Por ejemplo los tenedores de series de Bonos Par, los que vencen en 2038.

Si se juntan más del 25 por ciento de los bonos emitidos se mantiene “el derecho de acelerar”. De pedir cobrar al contado la totalidad. Obliga al Estado emisor a negociar. A abreviar los plazos. Y para semejantes desventuras Kicillof no está aún preparado. Aunque recurra a su ayuda Álvarez Agis, al que Morenito pronto lo apodó El Culata.

Pero según La Doctora y El Gótico el default no es, en definitiva, ningún default. Como sostener que don Julio Grondona, en definitiva, no murió. Se lo vela, se lo sepulta, pero su obra nada tiene que ver con la muerte. Por lo tanto don Julio vive. “Todo pasa”.

 

Alineamientos y envoltorios

La esquizofrenia cotidiana se encuentra garantizada desde lo más alto del poder. Y lo que se escriba aquí puede ser más tarde corregido. Impugnado de inmediato. Declarado falso. Inexistente. Persiste una crisis de superproducción de la conjetura. Instiga a diseñar los acuerdos que tampoco existen. Arreglos virtuales, soluciones mágicas que sólo encuentran refugio en el voluntarismo. O en la imaginación.

Lo que resultó admirable -y debe aceptarse- es la manera en que el cristinismo envolvente supo contagiar su propio desconcierto. Sobre todo a lo que puede denominarse “oposición envuelta”. A los “opositores envueltos” por el cristinismo que siempre sabe utilizar, y esmerarse, en la preparación del envoltorio.

“Están todos alineados”. Se lo aseguraron al importante gobernador que se anota, naturalmente, para la sucesión. Por más que se le esmeren en la presentación de trabas.

Por supuesto que Daniel, invariablemente “alineado”, no iba a representar ningún problema. Porque Daniel “es del palo”. Pese a los cotidianos esmerilamientos de La Doctora. Al énfasis ninguneador de Zannini, el máximo responsable del desastre.

El problema es que divulgan que mantuvieron también “alineados” a Mauricio y a Sergio. Los opositores mejor posicionados. Invariablemente envueltos.

El primero, a través de la línea magistral que bajara Durán Barba, El Equeco. Y que instrumentara Marquitos, El Pibe de Oro, que provocó la resignación piadosa de los economistas de cabecera.

El segundo, por el respeto visceral que, entre los economistas de la Franja de Massa, se le mantiene a Roberto Lavagna, La Esfinge.

“Lavagna fue de los primeros en alinearse”, confirma la Garganta.

Sospechan las fuentes que Lavagna, que es en el fondo un melancólico, mantiene la insólita esperanza de volver a caminar por los jardines. De ser convocado, acaso, como en 2002. A los efectos de aportar su innegable cuota de patriotismo y rescatar a la Argentina. Por segunda vez. Porque fue arrojada, por impericia, hacia el segundo foso del siglo.

Lo recomendable entonces, en tramos decisivos, era callar. Permitir. Otorgar. Mientras La Doctora, Zannini y Kicillof conducían la profundización del disparate.

No debían referirse demasiado al riesgo del default (“que no existe, ¿de qué default hablan?, si Argentina paga”).

Lo conveniente era plantear las inofensivas generalidades dilatorias. Ante la resignación, la sigilosa impotencia de los economistas de medialuna enarbolada. Los que no podían desconocer que se dirigían, frontalmente, hacia la debacle.

Para chocar, otra vez, la calesita de la improvisación.

 

Bernardo Maldonado-Kohen, para JorgeAsisDigital.com

Maleficios de la etapa lazarista

A La Doctora ya se le atreven empresarios, obispos, jueces

 

Escribe Oberdán Rocamora, Redactor Estrella, especial  para JorgeAsísDigital

 

Etapa lazarista del cristinismo. Se la denomina así por las derivaciones de Lázaro Báez, El Resucitado, a quien los lectores del Portal conocen desde 2005. Conste que aún no se indagó, ni siquiera en la superficie, en la línea Sanfelice, El Bochi. Conduce directamente a Máximo, En el Nombre del Hijo, y hacia Bariloche. Del mismo modo en que Lázaro hoy lleva hacia las estancias que lo unifican con La Doctora. Ampliaremos.

En un primer tramo, La Doctora supo manejar con habilidad la herencia política de Néstor Kirchner, El Furia. Alcanzó la altura del 54 por ciento. Octubre de 2011.

En un segundo tramo, en abril de 2012 comenzó el camino de la lona. A través de su entrega hacia los buscapinas de Unidos y Organizados. Y de la petulancia hueca del “ir por todo”.

Pero La Doctora nunca acertó en el manejo de la herencia económica. En la clarificación u ocultamiento de la torta de euros. Es la torta que signa el maleficio de la etapa lazarista. Con la exhibición de los personajes secundarios que fueron transitoriamente fundamentales. Manejaron irresponsables millonadas. Impregnan de ridículo el mensaje de alta ejemplaridad, que La Doctora intenta en sus deteriorados soliloquios.

Para colmo, se obstina en ofender la inteligencia del argentino medio. Al disponerse a santificar, en cierto modo, al Nestornauta. A quien la introdujo en el laberinto que signa el ocaso. (Y por favor no vengan con la baratura de decir que aquí se critica a quien no puede defenderse. Lo decimos desde 2005 y está documentado en “La marroquinería política” y “El Descascaramiento”, de Editorial Planeta, hoy en Ediciones B).

Pese a las pastillitas indicadas por el doctor Manes, La Doctora atraviesa, según nuestras fuentes, por un periodo de irritabilidad. Está mal, desencajada, sin frenos inhibitorios. Convive con los “pensamientos tóxicos”. Como si no hubiera registrado las enseñanzas medulares del otro Facundo. El doctor Manes que compone también, según nuestras fuentes, con lícito derecho, la fantasía de sucederla.

 

Hipersensibilidad

La Doctora se transformó en una dama hipersensible de desequilibrio fácil. La sacó de quicio hasta la eficiente colega Natasha, con una pregunta de lo más simple.

Pero la desbordada hizo papelones justamente en presencia de otra presidenta, que la supera, para colmo, en templanza. Y a la que quisiera imitar, en la epopeya del regreso (ver “El mito bacheletiano”).

Como buena serpiente, lo planifica antes de irse. Por lo tanto necesita infinidad de diputados fieles. Y de jueces que le respondan, de manera complaciente. En la etapa lazarista que se viene con sus maléficas verdades.

Sin embargo a La Doctora hoy le temen, apenas, sus ministros. Los secretarios de Estado que dependen de sus arrebatos. Los que están dispuestos a aplaudir hasta más allá del final.

En la práctica, ya se le atreven hasta los empresarios. Lo cual es, casi, un exceso. ¡Si hasta producen deseos de defenderla!

En vida de Kirchner, cuando El Furia gobernaba con Hugo Moyano, El Charol, y el encanto caro de la negritud, y con Héctor Magnetto, El Beto, con sus aportes de silencios, en las kermesses anuales de IDEA ni siquiera se permitía el tratamiento de los temas que rozaran el menor sesgo crítico.

Hoy desde cualquier cámara la gastan. Ya ni resultan eficaces los recursos de la dupla Echegaray-Michel. Ampliaremos.

Por si no bastara, hoy cualquier dirigente empresario se le pronuncia. Le arroja, en el rostro, la maldita palabra inflación.

Trátase de la palabra que el genio de Axel Kicillof, El Gótico, aconseja negarle entidad. Lo conveniente es declararla inexistente, por absurda.

Ya que la inflación es un mito. Cualquier chartalista lo sabe. Como también pertenece al reino de la fantasía el déficit fiscal. O la necesidad reaccionaria de ajustarse.

La relación de Kicillof, el genio de cabecera, con Juan Carlos Fábrega, El Bancario Sensato y Elemental, ya no puede sostenerse. Cuesta disimular la persistencia del litigio. Y a esta altura sería excesivo sustituir a Fábrega con algún buscapina de La Cámpora.

Para hacer moco el Banco Central del mismo modo que se destruye, paulatinamente, el Banco Nación, que les dieron a los chicos para que se entretengan y ocupen los lugares claves.  A los efectos de hacer del Estado entero, con las recetas del MMT (´Teoría Monetaria Moderna”) una gigante Aerolíneas Argentinas. Total, el déficit no existe. ¿A quién le importa?. Si se cuenta con la generosidad inagotable de la maquinita de Boudou.

Si las tasas bajan el dólar se les escapa. Mientras tanto la recesión acecha. Como los licenciamientos de personal.

La Doctora está hipersensible porque se les desmoronan los pilares de flan del relato.

Y asoman, por todas partes, los impresentables pobres.

 

La justicia le pica el boleto

La Doctora siente que la justicia le tomó el tiempo. Que le picó sin piedad el boleto.

Le mantiene vivo el espectro de la equivocación fundacional y prioritaria. La culpa que, en exclusiva, le pertenece. Amado Boudou, El Descuidista.

Por suerte abundan los lineales opositores que le reclaman la renuncia. Sería la mejor manera de liberarla. Ni se dan cuenta (los lineales) que el precio más caro que La Doctora paga consiste en mantenerlo.

A su lado. Cerca en algunos actos, con la sonrisa fingida y los saludos hacia nadie.

“Es mucho peor tenerlo al lado que dejarlo caer” confirma la Garganta.

La justicia le voltea hasta el acuerdo demencial con Irán. Le brinda otra salida digna del embrollo en que se introdujo, según nuestras fuentes, por pedido de Hugo Chávez, a quien no podía decirle que no. Se le debe demasiado. Y no son precisamente favores ideológicos.

Aunque envíe a dos ministros agotados a reclamar, La Doctora debiera aceptar que la justicia en el fondo la salva. Aunque la vacune.

Cumplía con Chávez, en exceso. Y hasta cumplía con la memoria, a través del disparate de apoyar al inepto de Nicolás Maduro. Es quien se puso Venezuela de sombrero. Del mismo modo que puede ponérselo ella. En cualquier momento. Si sigue en la creencia del genio. En la inexistencia de la inflación o del mito del déficit.

Y hasta los curas de la Conferencia Episcopal ya no vacilan en vacunarla contra la enfermedad de la violencia.

Para replicar, La Doctora recurre a los textos del protector que ella y Verbitsky merecen. El Papa Francisco.

Es la última reserva moral que le queda. Es Francisco quien transmite, desde la nueva Puerta de Hierro, El Vaticano, la instrucción precisa de cuidarla.

Sobre todo, Eminencia, hay que cuidar a La Doctora. Tiene razón, pero hay que cuidarla de ella misma. Para que llegue, con algo de aire, hasta el final.

Pero quien reconforta es Julio De Vido, El Ex Superministro, en su audacia infinita. Cuando dice, en público, sin ningún prestigio que resguardar, sin nada para perder, sin ponerse colorado, que “no hay ningún final de ciclo”. Que el kirchnerismo, con su sexo breve y flojo, llegó para quedarse y ultrajarnos para siempre.

 

Oberdán Rocamora

Para prevenir las guarimbas

sobre informe de Consultora Oximoron
Redacción final Carolina Mantegari

Introducción

Marcas de la real politik

Ricardo Forster, presentable exponente del carterismo abierto, supo expresar la previsible desaprobación.
Antes fue también Horacio Verbitsky, titular del CELS, El Ganges. La consideró un retroceso.
Como también coincide Luis D’Elía, El Falso Negro, el levantino que representa a los “miles” de las organizaciones sociales (principales damnificados del recorte que se viene).
Nunca es demasiado tarde para que La Doctora se ponga seria. Y adopte categorías inusuales de estadista.
Al extremo de elevar, hacia la docilidad del parlamento, La Ley de Convivencia en Manifestaciones Públicas.
Trata la regulación de la protesta social. El mero planteo espanta a los progresistas de decepción lenta (pero decepción al fin).
Los que prefieren participar de la euforia irresponsable que brindan las “buenas”.
Pero suelen ponerse ostensiblemente críticos cuando arrecian las “malas”.
La receta es tradicional. Consiste en anotarse con entusiasmo a la hora del reparto. Para distanciarse cuando llega la hora del recorte.
Entran en lógicos conflictos con su público. Un choque con la realidad. La que se vuelve, de pronto, antagónica, al menos con los “deseos imaginarios” (al decir de Sebrelli).

Al comprar el discurso que venden, les cuesta coexistir con los cambios obligados.
Con las marcas que impone la pestilencia de la real-politik.

Osiris Alonso D’Amomio
Director – Consultora Oximoron

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El desangradero

El espejo del cristinismo es Venezuela. Lo confirma el último informe reservado de Oximoron.
El espectáculo del caos venezolano representa la imagen anticipada del porvenir inmediato. Pero no se lo dice ni se lo acepta. Ni siquiera se lo piensa.
El extinto Hugo Chávez dilapidó la ventaja geopolítica que le brindó el flujo permanente del petróleo. Pese a la inagotable riqueza natural, hoy Venezuela se desangra entre la anarquía y la disolución.
Otro extinto, Néstor Kirchner, El Furia, supo dilapidar también la irrepetible oportunidad geopolítica que brindó la soja.
Aquí su heredera, La Doctora, contribuyó también para agigantar la estricta visión del desperdicio.
Pero Argentina, al contrario de Venezuela, aún está a tiempo de evitar “El desangradero” (título que se toma prestado de la gran novela homónima de Federico Moreira).
A través de la presidencia inepta de Nicolás Maduro, Venezuela marcha hacia el desmembramiento social. Consecuencia lógica de las alucinaciones desastrosamente hegemónicas de Chávez.
Se asiste al enfrentamiento desigual entre los jóvenes resistentes. Hartos, catalogados como “fascistas” por el régimen, que signan su rebelión con el formato de las guarimbas (aquí piquetes). Contra los represores democráticos de las fuerzas de seguridad, controlados sustancialmente, según nuestras fuentes, por la inteligencia cubana. En combinación con los militantes francos, y con los desposeídos que luchan por mantener su idea revolucionaria. Abrumados, todos, guarimberos y bolivarianos, por el desabastecimiento y la especulación. Por la división de una sociedad que se desgarra hasta el infinito. Entre brigadas civiles de autodefensa y grupos oficialistas de choque. Para prevenir las guarimbasLos reclamos sectoriales, con creciente violencia, imposibilitan el romanticismo de cualquier diálogo. Marcan la impotencia del sistema multilateral que debe recurrir al Papa. La inutilidad compartida de la OEA, y de Unasur, el invento chavista de sustitución, que patrocinó Lula y arrastró al subcontinente entero.

Control de la calle

En un rapto de sensatez, ante la Asamblea legislativa, La Doctora reclamó el 1° de marzo La Ley de Convivencia. A los efectos (bastante seductores para las capas medias) de acabar con los obstáculos cotidianos. Los que impiden el constitucional derecho a circular.
El objetivo real consiste en asegurarse el control de la calle. Por lo tanto hay que evitar por fin los cortes (las guarimbas) que el kirchnerismo facilitó precisamente durante once años. Cuando la protesta aún era honorable y no debía criminalizarse. Pero, por la dinámica del desgaste, adquirieron la modalidad del bumerang. Hasta volverse pesadamente en contra. Con un margen de violencia que admitiría la despreciable represión. Algo que El Furia, en vida, siempre quiso evitar.
La ley consta de 34 artículos. De aprobarse, las autoridades dispondrán de la competencia (ilusoria) para calificar una protesta como legítima o ilegítima.
ley es, aparte, preventiva, y por lo tanto es necesaria para controlar las protestas que se vienen. Consecuencia del ajuste irremediable.
Es clave, también, para entender el fortalecimiento del general César Milani.
Más que la Gendarmería (en problemas), o la policía (cada vez menos confiable) emerge el Ejército como garantía para mantener el control de la calle. Y evitar los desbordes anunciados, como los que se registran en Venezuela, con el respectivo destino de desmembramiento social y vigencia imperial del narcotráfico.

Espejo bolivariano

Para Oxímoron, corresponde entender las razones estratégicas del cristinismo a través del espejo bolivariano. Y del descontrol temible de la calle.
Sólo a partir de esta constatación debiera analizarse la “Ley de convivencia en manifestaciones públicas”. Para regular tardíamente las protestas. En la práctica, para criminalizarlas.
El sinceramiento económico -aunque se evite la palabra ajuste- admite prever que las protestas, en la Argentina, tienden a multiplicarse. A medida que se consagren las nuevas medidas. Los próximos recortes de subsidios. Con los estancamientos de los planes sociales.
Con el avance de la inflación, los planes se tornan insignificantes, y serán motivos de movilizaciones.
Desventuras que tienden a reducir aquello que los técnicos, con su técnica frialdad, denominan el gasto público.

En otro rapto de usual perversidad, La Doctora instruyó que la ley fuera presentada por los diputados más emblemáticos. Comprometidos con la virulencia categórica del cristinismo. Como Carlos Kunkel, El Sopapeado, y la señora Diana Conti, La Frepasista, a los que debe sumarse el peronista Díaz Bancalari, un nicoleño de progresismo relativo, como el de los chaqueños Pedrini, de apellido histórico, o la señora Sandra Mendoza, ex de Capitanich, El Premier.