Para prevenir las guarimbas

Mundo Asís

sobre informe de Consultora Oximoron
Redacción final Carolina Mantegari

Introducción

Marcas de la real politik

Ricardo Forster, presentable exponente del carterismo abierto, supo expresar la previsible desaprobación.
Antes fue también Horacio Verbitsky, titular del CELS, El Ganges. La consideró un retroceso.
Como también coincide Luis D’Elía, El Falso Negro, el levantino que representa a los “miles” de las organizaciones sociales (principales damnificados del recorte que se viene).
Nunca es demasiado tarde para que La Doctora se ponga seria. Y adopte categorías inusuales de estadista.
Al extremo de elevar, hacia la docilidad del parlamento, La Ley de Convivencia en Manifestaciones Públicas.
Trata la regulación de la protesta social. El mero planteo espanta a los progresistas de decepción lenta (pero decepción al fin).
Los que prefieren participar de la euforia irresponsable que brindan las “buenas”.
Pero suelen ponerse ostensiblemente críticos cuando arrecian las “malas”.
La receta es tradicional. Consiste en anotarse con entusiasmo a la hora del reparto. Para distanciarse cuando llega la hora del recorte.
Entran en lógicos conflictos con su público. Un choque con la realidad. La que se vuelve, de pronto, antagónica, al menos con los “deseos imaginarios” (al decir de Sebrelli).

Al comprar el discurso que venden, les cuesta coexistir con los cambios obligados.
Con las marcas que impone la pestilencia de la real-politik.

Osiris Alonso D’Amomio
Director – Consultora Oximoron

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El desangradero

El espejo del cristinismo es Venezuela. Lo confirma el último informe reservado de Oximoron.
El espectáculo del caos venezolano representa la imagen anticipada del porvenir inmediato. Pero no se lo dice ni se lo acepta. Ni siquiera se lo piensa.
El extinto Hugo Chávez dilapidó la ventaja geopolítica que le brindó el flujo permanente del petróleo. Pese a la inagotable riqueza natural, hoy Venezuela se desangra entre la anarquía y la disolución.
Otro extinto, Néstor Kirchner, El Furia, supo dilapidar también la irrepetible oportunidad geopolítica que brindó la soja.
Aquí su heredera, La Doctora, contribuyó también para agigantar la estricta visión del desperdicio.
Pero Argentina, al contrario de Venezuela, aún está a tiempo de evitar “El desangradero” (título que se toma prestado de la gran novela homónima de Federico Moreira).
A través de la presidencia inepta de Nicolás Maduro, Venezuela marcha hacia el desmembramiento social. Consecuencia lógica de las alucinaciones desastrosamente hegemónicas de Chávez.
Se asiste al enfrentamiento desigual entre los jóvenes resistentes. Hartos, catalogados como “fascistas” por el régimen, que signan su rebelión con el formato de las guarimbas (aquí piquetes). Contra los represores democráticos de las fuerzas de seguridad, controlados sustancialmente, según nuestras fuentes, por la inteligencia cubana. En combinación con los militantes francos, y con los desposeídos que luchan por mantener su idea revolucionaria. Abrumados, todos, guarimberos y bolivarianos, por el desabastecimiento y la especulación. Por la división de una sociedad que se desgarra hasta el infinito. Entre brigadas civiles de autodefensa y grupos oficialistas de choque. Para prevenir las guarimbasLos reclamos sectoriales, con creciente violencia, imposibilitan el romanticismo de cualquier diálogo. Marcan la impotencia del sistema multilateral que debe recurrir al Papa. La inutilidad compartida de la OEA, y de Unasur, el invento chavista de sustitución, que patrocinó Lula y arrastró al subcontinente entero.

Control de la calle

En un rapto de sensatez, ante la Asamblea legislativa, La Doctora reclamó el 1° de marzo La Ley de Convivencia. A los efectos (bastante seductores para las capas medias) de acabar con los obstáculos cotidianos. Los que impiden el constitucional derecho a circular.
El objetivo real consiste en asegurarse el control de la calle. Por lo tanto hay que evitar por fin los cortes (las guarimbas) que el kirchnerismo facilitó precisamente durante once años. Cuando la protesta aún era honorable y no debía criminalizarse. Pero, por la dinámica del desgaste, adquirieron la modalidad del bumerang. Hasta volverse pesadamente en contra. Con un margen de violencia que admitiría la despreciable represión. Algo que El Furia, en vida, siempre quiso evitar.
La ley consta de 34 artículos. De aprobarse, las autoridades dispondrán de la competencia (ilusoria) para calificar una protesta como legítima o ilegítima.
ley es, aparte, preventiva, y por lo tanto es necesaria para controlar las protestas que se vienen. Consecuencia del ajuste irremediable.
Es clave, también, para entender el fortalecimiento del general César Milani.
Más que la Gendarmería (en problemas), o la policía (cada vez menos confiable) emerge el Ejército como garantía para mantener el control de la calle. Y evitar los desbordes anunciados, como los que se registran en Venezuela, con el respectivo destino de desmembramiento social y vigencia imperial del narcotráfico.

Espejo bolivariano

Para Oxímoron, corresponde entender las razones estratégicas del cristinismo a través del espejo bolivariano. Y del descontrol temible de la calle.
Sólo a partir de esta constatación debiera analizarse la “Ley de convivencia en manifestaciones públicas”. Para regular tardíamente las protestas. En la práctica, para criminalizarlas.
El sinceramiento económico -aunque se evite la palabra ajuste- admite prever que las protestas, en la Argentina, tienden a multiplicarse. A medida que se consagren las nuevas medidas. Los próximos recortes de subsidios. Con los estancamientos de los planes sociales.
Con el avance de la inflación, los planes se tornan insignificantes, y serán motivos de movilizaciones.
Desventuras que tienden a reducir aquello que los técnicos, con su técnica frialdad, denominan el gasto público.

En otro rapto de usual perversidad, La Doctora instruyó que la ley fuera presentada por los diputados más emblemáticos. Comprometidos con la virulencia categórica del cristinismo. Como Carlos Kunkel, El Sopapeado, y la señora Diana Conti, La Frepasista, a los que debe sumarse el peronista Díaz Bancalari, un nicoleño de progresismo relativo, como el de los chaqueños Pedrini, de apellido histórico, o la señora Sandra Mendoza, ex de Capitanich, El Premier.