Tercer Gobierno radical

Mundo Asís

Lógicas consecuencias de la política swinger descrita oportunamente. El vigente tercer Gobierno radical surge del club swinger de “la cambiadita”. Cuando se habilitan los cambios de parejas y brotan amontonamientos inesperados. Periplo que se extiende desde la recuperación de la democracia (de la derrota), en 1983, hasta hoy.

El primero que venció al peronismo fue Raúl Alfonsín. El segundo fue Fernando de la Rúa. El tercero es Mauricio Macri. Preside la flamante experiencia radical desde la insustancialidad filosófica de PRO. Lo llamativo, y acaso lo que resulta admirable, es que Mauricio preside el histórico tercer Gobierno radical acompañado por los radicales desconformes. Los radicales que creen que la humanidad siempre se encuentra en deuda con ellos. Reclaman más “puestos de combate”. Los radicales que se aferran acertadamente a Macri desde la Convención de Gualeguaychú. A los efectos de situarse cerca del electorado que tradicionalmente supo pertenecerles. Y que Macri, sin anestesia, les supo despojar.

 

Peronistas perdonables

La entente del club swinger PRO-Unión Cívica Radical (UCR) es complementada por el pragmatismo racional de los peronistas perdonables. Republicanos, presentablemente aceptables. Peronistas que pueden calificarse, sin gran malignidad, de “sanguchitos”. Según el aporte teórico, para otro contexto, del pensador Diego Maradona. “Sanguchitos. Siempre al lado de la torta”.

Tres vertientes del tercer Gobierno radical de Cambiemos (PRO, UCR y PP, Peronistas Perdonables). Pero contienen aparte el complemento del cacerolismo activo. Es el amplio segmento social que trasciende al propio Macri. El sector más intolerante y radicalizado que perfectamente podría suscribir las posiciones del Partido Militar.

Arrastra un gorilismo que enternece, destinado a convertirse, para Macri, en un problema perentorio. Y en una situación límite para los peronistas perdonables (leer al respecto más adelante “Massa entre Menem y Ruckauf”).

 

Ley seca

La swingeriana estructura de poder del tercer Gobierno radical cuenta con el apoyo entusiasta de los dos grandes medios de comunicación (que cobraron). Son los máximos favorecidos. La Nación y sobre todo Clarín. Ambos se lanzan hacia la frivolidad frontal del periodismo militante. Complementados por una ostensible cantidad de buscapinas de medialuna enarbolada.

El fenómeno descrito signa la contradicción apasionante que marca el comportamiento rescatable de Macri. El macricaputismo llegó hasta lo más alto del poder político con la condición ponedora de la gansa. Para luego de haber llegado, dejar de poner. Una proeza nada menor.

Esta ley seca, que se estudia aparte, atenta en el porvenir inmediato con la simpatía colectiva de los buscapinas, que se desviven en los reconocimientos hacia Macri, en simultáneo con las denigraciones constantes hacia la patología que lo precedió. El kirchner-cristinismo, con sus barbaridades, los legitima.

Pero sería injusto omitir que el tercer Gobierno radical cuenta, en especial, con la expectativa magistralmente favorable del exterior. Admite la ilusión de haberse abandonado el aislamiento que retrasa. A través de los países imprescindibles que atraviesan, en menor o mayor medida, como la Argentina, diferentes situaciones de complejidad comparativa. Se encuentran también en emergencia intelectual, pero fortalecidos en el plano económico e institucional.

 

La unificada demolición del kirchnerismo

Los factores políticamente swingers se encuentran unificados en la prioritaria demolición del kirchnerismo. En las dos versiones, que completa la vertiente cristinista. Ambas versiones, con sus patologías, aportan el “ventajoso efecto comparativo”.

Se llega al extremo de reclamar que Macri, en su próximo discursito del 1° de marzo, ante la Asamblea Parlamentaria, anuncie la magnitud de la gravedad de la herencia recibida. Desde Jorge Lanata hasta Majulito. Desde el guapo Iglesias hasta el editorial de Julito Saguier. Es, en el fondo, lo que Macri prefiere instalar, aunque sin necesidad de decirlo. Ni siquiera le hace falta.

Aunque, ante la dureza de los halcones de la palabra, Mauricio deba conceder. La frivolidad imperante permite también instalar que los halcones rivalizan con las palomitas gradualistas. Los partidarios de no revolver el fondo agusanado de la olla que le “dejaron” (ver al respecto “Entre Mario Puzo y Jaime Durán Barba”).

“Mauricio no puede decirle a Matteo Renzi, a François Hollande o a Barack Obama que la Argentina está quebrada”, confirma La Garganta. “Con un déficit anual de 25 mil millones de dólares”. ¿Quién va a traer una moneda?

 

La estrategia de pinzas

Aquí los kirchneristas arrastrados complementan las pinzas de la estrategia. Pagan el precio de haber creído que no iban a irse. Que podían quedarse, para ordenar después el desastre de la administración. La construcción de la revolución imaginaria, que en el portal se trata desde 2005, cuando estaban acelerados en el diseño del sistema recaudatorio de acumulación. Y de pie. Sin la sed de venganza de los actuales taladores de árboles caídos, que supieron colaborar con el silencio.

Los kirchneristas emblemáticos perciben que, desde el tercer Gobierno radical, vienen por ellos. Que a más tardar en la segunda quincena de marzo comienza, según nuestras fuentes, el desfile de los presos. Entonces, a los kirchneristas acosados no les queda otra alternativa que oponerse salvajemente. Sin la menor inteligencia elemental.

En una prematura actitud de lucha que resulta funcional, en la práctica, a los propósitos firmes del tercer Gobierno radical de Macri, que amenaza, para el análisis, con ponerse mucho más interesante y desafiante que los dos Gobiernos radicales anteriores. Los de Alfonsín y De la Rúa.