Tercer Gobierno radical

Lógicas consecuencias de la política swinger descrita oportunamente. El vigente tercer Gobierno radical surge del club swinger de “la cambiadita”. Cuando se habilitan los cambios de parejas y brotan amontonamientos inesperados. Periplo que se extiende desde la recuperación de la democracia (de la derrota), en 1983, hasta hoy.

El primero que venció al peronismo fue Raúl Alfonsín. El segundo fue Fernando de la Rúa. El tercero es Mauricio Macri. Preside la flamante experiencia radical desde la insustancialidad filosófica de PRO. Lo llamativo, y acaso lo que resulta admirable, es que Mauricio preside el histórico tercer Gobierno radical acompañado por los radicales desconformes. Los radicales que creen que la humanidad siempre se encuentra en deuda con ellos. Reclaman más “puestos de combate”. Los radicales que se aferran acertadamente a Macri desde la Convención de Gualeguaychú. A los efectos de situarse cerca del electorado que tradicionalmente supo pertenecerles. Y que Macri, sin anestesia, les supo despojar.

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El cambio módico

MAURICIO, SERGIO Y DANIEL (Capítulo final): Mauricio Macri, el Ganador.

escribe Carolina Mantegari

Con una ventaja que deja lugar al “margen de error” culmina la dilatada miniserie. Arrastra el año enteramente perdido.
El final reservó la cuota de suspenso. El tono inesperado del impacto.
Se asiste al gran éxito electoral de Mauricio, El Ángel Exterminador, sobre Daniel, el Líder de la Línea Aire y Sol. Bastante ajustado. Por menos de 3 puntos.
La sociedad admite la idea del cambio. Pero del cambio módico. Acordado.

Como en 2003, otra vez, el segundo pasa a ser el primero. La diferencia es que esta vez, el que fue primero, Daniel, distó de borrarse. Encaró hacia el sacrificio de la segunda vuelta. Como aquel general Quiroga del poema de Borges. “En coche al muere”, cliquear. Con las botas prestadas, que a Daniel le calzaban, en el fondo, mal.
Al ganar Mauricio, la interpretación selectiva indica que es el triunfo de la democracia y del “cambio” (aunque sea módico). Si Daniel se acercaba un poco más y ganaba, iba a ser la constatación del fraude. Menos mal que ganó Mauricio.

En la primera vuelta de la extenuante historia, Daniel y Mauricio, juntos, lo sacaron de la carrera a Sergio, El Renovador de la Permanencia.
Pero Sergio permaneció cerca de la Banelco de Mauricio. A tiro de tarjeta. Con la venta del producto más indispensable: la gobernabilidad.
De todos modos Sergio se resiste a abandonar el primer plano. La vida por los medios. Si modera su ansiedad protagónica, se le abre un panorama venturoso.

Ya en la primera vuelta, Mauricio, que iba de punto, lo sorprendió a Daniel, el favorito, con la sustancial victoria en La Provincia Inviable. Sobran las razones, útiles para constar en actas.
Brota, en adelante, la protagonista estelar para la próxima miniserie.
Es María Eugenia Vidal, La Chica de Girondo.
Si en la primera vuelta Mauricio dejó de ser punto por Buenos Aires, casi puede asegurarse que Mauricio es banca en la segunda vuelta gracias a Córdoba.
Por el viento de cola de la algarabía, el ascenso de Mauricio era irresistible. Mientras tanto Daniel, que venía en caída libre, con botas prestadas, asiste al derrumbe del sueño presidencial. Primero por Buenos Aires y ahora por Córdoba, la provincia que deparó, gracias a La Doctora, el tal vez máximo error. Consistió en ponerle a Daniel la fiscalización permanente de Zannini, El Cenador, que fue más un plomo que “tobillera electrónica”.

Téngase en cuenta que Daniel comparte el cartel francés de la derrota con La Doctora. Para la ceremonia del adiós de la miniserie.
Ambos -La Doctora y Daniel- en adelante tendrán dificultades para encarar alguna otra superproducción.
En el peronismo suele abundar la crueldad con los derrotados. La Doctora -es cierto- no fue candidata. Pero fue peor. Diseñó la estrategia. Eligió mal.

Etnocentrismo para todos

Significa confirmar que Mauricio se queda al frente de una estructura de poder que no contuvo ningún antecesor.
Con el Artificio Autónomo de la Capital en el bolso, a través de Horacio Rodríguez Larreta, El Geniol, el inadvertido que crece y sigilosamente ambiciona.
Con La Provincia Inviable en el mismo bolso, que le va a cuidar María Eugenia. Y con la caja abarcadora de la presidencia. Para él. Todo dentro del mismo bolso.
Cuesta creer que Mauricio, Jefe de Gobierno del Artificio, con María Eugenia, la Vice-jefa, y con Horacio, Jefe de Gabinete, se queden con la totalidad del poder.

Se impuso un modelo de etnocentrismo perfecto. Arrasaron con los prejuicios, hasta transformarlos en meras supersticiones. Superados lugares comunes de la política.
Etnocentrismo para todos. Los tres pertenecen a un solo distrito. Porteñitos blancos del Artificio Autónomo.
Aparte, otra hazaña. El macricaputismo utilizó para ganar la capital, en 2007, y la Nación, en 2015, la misma fórmula centrista. Mauricio con la señora Gabriela Michetti, La Novicia Rebelde. Repiten, como si se tratara de un recetario eficaz.
Y como si se tratara de otra broma de la geografía, Mauricio decide trasladar el etnocentrismo imbatible de los porteños hacia Jujuy. Para clausurar la epopeya entre el regionalismo folklórico de la Quebrada de Humahuaca. A los efectos de sostener, ante el marco más impresionante, las consagratorias vaguedades que Mauricio supo emitir en cualquier emisión televisiva.
Que “se puede cambiar”. Se puede. A través de la “nueva política” que va a instrumentar junto a los radicales eternos, románticos que vuelven a comer caliente. Radicales que vuelven. Acción y aventura para la Argentina.

Lo que acaba de conquistar Macri, a través de su partidito urbano, nunca lo logró Menem (que debió lidiar con Cafiero y con Duhalde en Buenos Aires). Ni Kirchner. Ni mucho menos La Doctora (que debió lidiar con el propio Macri, y hasta con Scioli, no precisamente su socio ideal).
Un desayuno de los tres dirigentes de PRO, de los tres camaradas macricaputistas, Mauricio, María Eugenia y Horacio, puede tratar la superación de los vínculos conflictivos de la Policía Bonaerense con la Policía Federal. Y entregar la Federal, a la ciudad, después de tantos reclamos, como si fuera una tostada.
Tanto poder sirve, ante todo, para resolver. Merece el voto de confianza. Para perforar el último mito. O superstición.
Indica que todo, en Argentina, termina mal.

Período de gracia

Parroquiales.
Para ponerle el punto final a la miniserie que parecía interminable, con la mejor fe se le desea, a Mauricio, éxito. En su flamante responsabilidad de Presidente.
El mismo éxito que tuvo en Boca. Y en el Artificio Autónomo.
Por si no bastara, por unanimidad, junto a Consultora Oximoron, el Portal decide concederle, al nuevo gobierno, un correspondiente período de gracia. 120 días. Cuatro meses. Con la yapa respectiva de la transición. La cuerda floja hasta el 10 de diciembre. Cuando rige el lenguaje de los nombramientos. Para el apasionamiento de los vibrantes Buscapinas de Medialuna Enarbolada.
Un plazo respetable para que Mauricio, ya pasado el furor del bailecito, acomode las líneas. A los efectos de enfrentar, con los escuderos que designe, sean gerenciales o radicales, los ajustes y rigores del tramo inicial. El más dificultoso para encarar un cambio. Aunque sea un cambio módico.

El guión y el cassette

MAURICIO, SERGIO Y DANIEL (Miniserie inacabable): Problemas de Mauricio con los radicales. De Daniel con los peronistas de Sergio.

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial

Con la medialuna enarbolada, Los Buscapinas marcan la magnitud del momento político. El trillado “clima de época”, diría un cronista balzaciano (por Balzac, novelista francés).
Hasta el 25 de octubre, Los Buscapinas procuraban contactos para acceder al sustancial Alberto Pérez, Tacos Altos, a Rubén Moussali, El Galán Maduro, o Marangoni, El 5 de Boca.
Ahora buscan afanosamente puentes para acceder a Marquitos Peña, El Pibe de Oro, al enigmático Salvai, La Llave (para María Eugenia) o Emilio Monzó, El Diseñador.
Sin mayores inconvenientes digestivos, Los Buscapinas pasan de celebrar el cassette de Daniel, que invoca hacia la fe y la esperanza, la ideología del vitalismo, a recitar de memoria el guión del “cambio”, inspirador de “la nueva política” que invoca Mauricio, conscientes que aún “¡se puede, se puede!”. Mojar, por ejemplo, la medialuna. Se puede.

Cabe consignar que en este “Duelo de celebridades” (cliquear), entre Mauricio y Daniel, el que en gran parte decide el resultado es Sergio. El Titular de la Franja de Massa que se quedó en la banquina. Aceptablemente capitalizado. En una carrera extenuante, que fue más de resistencia y regularidad que de velocidad.
De los tres protagonistas de la miniserie, Sergio era, de lejos, el más veloz.
Pero hoy Sergio está más lejos del cassette de Daniel, el ex favorito. Y se encuentra más próximo al guión de Mauricio, el favorito actual.
Hoy no son fácilmente comparables las dos celebridades, Mauricio y Daniel, aunque hayan sido amigos e históricamente se encuentren unidos por los encantos de alguna misionera inusualmente bella. Y reina. No ampliaremos.
De pronto, se impone una obvia diferencia entre ellos. Mauricio, o el macricaputismo, ofrece muchas más oportunidades que Daniel.
A Mauricio le florecen inesperadas ventanillas. Ideales para la conformación de filas de medialuneros deseosos de participar.

Milagros apasionantes

Milagros apasionantes de la política. Consta que hasta el 25/O, Horacio Rodríguez Larreta, El Geniol, el costoso sucesor de Mauricio, para armar su gabinete en el Artificio Autónomo, aguardaba con impaciencia la digna derrota electoral del antecesor. Pero Mauricio no sucumbió en la primera vuelta. Perdió, pero para exhibirse como el ganador en la segunda ronda. Ocurre que se destapó -y no fue magia- la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Girondo. Con el triunfo en Buenos Aires, La Provincia Inviable. Derivación efectiva del fracaso más rotundo de La Doctora, que reservaba Buenos Aires para refugiar a los medialuneros transitoriamente incondicionales de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
El colapso bonaerense ilustraba, con claridad, las dimensiones del daño que le producía a La Doctora la guerra equivocada con Clarín. Combate desgastante que La Doctora, con arrojo, perdió. En el balance impresionantemente negativo queda, para colmo, después de doce años de patología kirchnerista, un Grupo Clarín exhausto pero indeseablemente victorioso. Con un poder que se incrementa merced a la elaborada fragilidad de las estructuras dependientes que emergen.
Si por otro milagro apasionante triunfa Scioli los cañones mediáticos ya apuntan al ascendente Chernajovsky, El Padre de María. Si el que gana es previsiblemente Macri la artillería ya está enfocada hacia Nicky, El Paladín.

Al modificarse abruptamente el panorama, el macricaputismo ya mantiene, en el bolso, dos administraciones aseguradas. Con los casilleros para llenar que entusiasman, hasta la conmoción, a los radicales que resucitan, y que se desgastaron, en el presente siglo, bastante lejos de la luz y el sol.
Pero como indica el lugar común “no hay dos sin tres”. Si sigue la buena estrella puede sumarse pronto otra administración. La tercera y vencida. Nada menos que el presupuesto de la nación. Desafío titánico para cubrir sólo con las guitarras de la Fundación Pensar.
Significa confirmar que Mauricio está montado en la ola de la algarabía. Con el viento de cola de la euforia y la suerte. Y hasta se obstina en lujos para la tribuna, como clausurar su campaña en Humahuaca, Jujuy. En un mensaje que logra conmover al eficiente Prat Gay, El Alfonso Federal, tan castigado por la virulencia en banda de La Doctora.
Mientras tanto Daniel, El Líder de la Línea Aire y Sol, siente que puede ser exterminado por Mauricio, El Ángel Exterminador. Y ante la misma tribuna, se encuentra en el momento más sacrificado del partido. Cuando se manda hasta el arquero a cabecear.
La tribuna, aparte, podrá entretenerse con el debate más innecesario de la historia. Apenas un espectáculo televisivo. La confrontación entre el guión de Mauricio y el cassette de Daniel.

Co-gobierno

Sin embargo, en El Dorado, en plena abundancia por la fiebre del oro, los macricaputistas se sorprenden con un problema preocupante. Los radicales.
Son los radicales que le sirvieron a Monzó, El Diseñador, para diseñar. Pero resultan recíprocamente desconfiables. Los macricaputistas no los consideran históricamente aptos para gobernar. Y los radicales, por lo bajo, devalúan la capacidad de comprensión de los patriotas guionados del PRO. Ya se anticipan, según nuestras fuentes, ciertas reyertas en los territorios.
Los radicales emocionados suelen confundirse. Los sobran, no terminan de respetar a los macricaputistas más emblemáticos. Se ríen de ellos, imitan sus tonos.
Pero en la práctica, pese a las abismales distancias, Macri es para ellos, en el fondo, tan providencial como lo fue Alfonsín.
En realidad, Macri y Alfonsín solo mantienen un hilo conductor. Un vaso comunicante para ser estudiado durante la posteridad. Es el benemérito Enrique Nosiglia, El Coti, que renueva la vocación de titiritero y con el mérito de carecer de una fuerte Coordinadora detrás. Pero abundan radicales con ostensible abnegación participativa. Van por los cargos.
Los radicales creen razonablemente que el triunfo eventual del engendro Cambiemos les pertenece. Se sienten en condiciones, por lo tanto, de co-gobernar. Con su propia escudería. Con dirigentes capaces que también están asediados por Los Buscapinas que insisten con la medialuna enarbolada, para mojar la entre las innumerables vacantes de las tres administraciones.

“No se lo puede decir, Rocamora, pero creo que vamos a terminar gobernando con los peronistas”, confirma la calificada Garganta de PRO, prematuramente agobiada por los reclamos radicales. A los que mantienen a la distancia con el pretexto de hablar de cargos a partir del 23 de noviembre.
Y por supuesto que la Garganta no se refiere exclusivamente a los peronistas de Massa. Los que se mantienen indirectamente adheridos a la Banelco de Mauricio.
Los que proponen un sensato acuerdo de gobernabilidad, sobre todo para la provincia inviable. Y sin siquiera decir que lo apoyan a Macri. Les basta con decir que no votan por Scioli.
Dilema semántico. Confrontan sólo dos. Mauricio y Daniel. El guión y el cassette. Pero los peronistas de Sergio solo aclaran que abominan del cassette.

Peronismo Republicano

Así como el problema de los macricaputistas son los radicales, puede confirmarse que el problema principal de los peronistas que facilitan el triunfo de Macri, son los propios peronistas. Los que apoyan a Scioli.
Por lealtad, por mantenimiento de la fuente de trabajo, o por vocación melancólica. A pesar de las simplezas optimistas del cassette, muy útil en un escenario de victoria, continúan adheridos, aunque el clima haya empeorado y asome la tormenta.
Son peronistas que, estratégicamente, después del triunfo de Macri, los quieren renovar. Con la incandescencia del futuro Peronismo Republicano.
“Explicame cómo es este negocio, Rocamora”, reclama otra Garganta.
Es un peronista del Barrio Norte, que detesta el kirchnerismo pero apoya, sin mayor entusiasmo, el cassette de Scioli, el mejor que podían presentar, entre los fragmentos donde prosperan las facturas anticipadas. De los que se obstinan en no tomar el recetado Avivol, en ayunas, de efecto prolongado.
La Garganta confirma que vive atormentado por el neogorilismo ambiental. Minoritario, sí, pero significativo. Y que se fortalece, hasta la provocación, detrás de Macri.
“Explicame, estos peronistas de Massa que se van con el adversario para derrotarnos, primero, ¿pretenden renovarnos después?…”.

Un vandorismo de estación

MAURICIO, DANIEL Y SERGIO (Capítulos finales): ¿Traicionar al peronismo para salvarlo?

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial

“Hay que estar contra Perón para salvarlo a Perón”
Concepción atribuida a Augusto Vandor

En el opus “La canalización del hartazgo” (cliquear) quedó muy límpido que Mauricio y Daniel, para ganar, necesitan los votos de los peronistas críticos del kirchnerismo. Del 21% que apoyó a Sergio.
Es -Sergio- el héroe que quiso ser, en esta historia, un gran jugador como Tévez. Pero termina en árbitro aceptable. Como Pitana (mejor que Ceballos).
Trasciende, a través de encuestadores cada vez más recatados, que temen hacerse de nuevo encima, que 6 de cada 10 de esos votos van para la Banelco de Mauricio. Y 4 para la Banelco de Daniel.
Aritmética que lo convierte a Macri en el invariable favorito.

Balance nefasto

El balance de los 12 años de patología kirchnerista es -para el peronismo- nefasto.
Con Kirchner, El Furia, como presidente, el peronismo perdió sólo Santa Fe (aunque se lo responsabiliza al extinto Obeid).
Con La Doctora como heredera se perdieron varias provincias al hilo. Primero, Mendoza. E increíblemente Jujuy y la sustancial Buenos Aires, con Berisso y Lanús incluidas.
Para colmo, con altas posibilidades de perder el presupuesto del gobierno nacional.
Sólo pudo recuperarse Río Negro. Con tanta mala suerte que, a los veinte días de asumir, lo asesinaron pasionalmente al gobernador.

Las migas de la panera

Ante el cercano riesgo de la caída, en su desesperación, La Doctora agarra hasta las migas de la panera. A los efectos de entregar las miguitas a los insaciables de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora. Los incondicionales. Superadores de la extinguida Logia Compromiso K.
La explicación legitima la bárbara designación de los dos auditores. Forlón, héroe que deja el Banco Nación. Y Julián Álvarez, El Soberbio de Lanús, ahora mejor llamado El Pibe Carpeta.
Después de pasar a la historia por perder la intendencia de Lanús, El Pibe Carpeta cambia la imposible continuidad del manejo de la Justicia por un cargo de auditor. Todo para estar cerca de Javier Fernández, El Borrado.
De pronto, los héroes que estaban seguros de quedarse, a través de Daniel presidente, temen volver, por culpa de Mauricio, al llano.
Y el extinto pensador Juan Carlos Mazzón sentenciaba:
“El llano es mucho peor que la traición”.

La centralidad

A pocos días del ballotage, y a un mes del cambio de gobierno, La Doctora acapara aún la centralidad. Como si fueran miguitas de otra panera.
Aunque sea la lamentable conductora que diseñó la estrategia más equivocada. Apostó todas sus fichas incondicionales a los pies de Aníbal, El Neo Corach, para la gobernación. Sin siquiera imaginar que iba a ser derrotado por la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Girondo. La que dejó en ridículo a los encuestadores, y en off side (posición adelantada) a este cronista.

El territorio de Aníbal, La Provincia Inviable, le importaba a La Doctora, en efecto, más que la nación. Era donde iban a encontrar refugio y salarios los chicos incondicionales de la Agencia.

Para los perversos, resulta más significativo contemplar vencida a La Doctora que a un Macri triunfal. Como si los perversos apartaran a Scioli del escenario. O se apartara por su cuenta. Solo. Mutis por el Foro. Para consolidar “el misterio de la presencia ausente”, que citaba el poeta Francisco Luis Bernárdez.

Los grandes medios perversos confluyen. Para Morales Solá, presbítero de La Nación, La Doctora hace campaña contra Scioli. Para Van der Kooy, confesor de Clarín, el gran problema de Scioli es La Doctora.

Por su devoción por las migas de la panera de la centralidad, La Doctora deja al candidato indeseable -Daniel- con problemas de ubicación.
Algo desenfocado, o mejor: fuera del foco. La adversidad lo excede a Daniel. Casi tanto como lo excede la traición de los “muchachos peronistas”. Los que -para combatir a La Doctora- van frontalmente con Mauricio.
Es -en todo caso- la idea fuerza que sirve de gran escudo. Los guiados por una adaptación de la vieja máxima que se le atribuye a Augusto Vandor, El Lobo.
Parafrasearlo: “Para salvar al peronismo hay que vencer al kirchnerismo”.
Quienes no sepan de Vandor pueden recurrir al buscador de google. La función del cronista no es enseñar historia.

Remakes forzadas

Un vandorismo de estación.
Se le debe producir una derrota al peronismo, para posteriormente renovarlo. Como si los kirchneristas a vencer representaran sendas remakes del inolvidable Herminio Iglesias, o de Lorenzo Miguel. Y nuestro héroe Massa, el renovador más visible, emerja como la reencarnación de Antonio Cafiero.
Facilidad que, para ser francos, no cierra. Remakes forzadas.

A pesar de De la Sota, un antiguo renovador que cruza la historia, la derrota del kirchnerismo se convierte, también, en la derrota del peronismo. Aunque, con razones valederas, De la Sota no les otorgue categoría peronista a los emblemas del kirchnerismo. Entre los que abundan peronistas aun no extinguidos, que de ningún modo se entusiasman con la posibilidad de que Massa y De la Sota, después de haberse entreverado con el macrismo, pretendan, además de ganarles, “renovarlos”.
“¿A quién c… le ganaron?”, confirma la Garganta que, para constar en actas, defiende “los trapos”. Y hace campaña melancólica por Scioli, a pesar de ir “en coche al muere”, (cliquear).

Se especula, antes incluso de ocurrir la derrota, acerca de quién es el peronista que se encuentra en mejores condiciones para ocupar el rol de jefe de la oposición a Macri.
¿Urtubey, Massa, Perotti, De la Sota, Randazzo?

Es -Macri- el nuevo hombre fuerte que, desde un partido vecinal, amenaza con quedarse con los plenos poderes de la nación.
Mientras tanto Scioli, en desventaja, aún pelea y respira. Y todavía no está en el asfalto, “para ser tapado con diarios”.

La canalización del hartazgo

Mauricio, Daniel y Sergio (Últimos capítulos de la Miniserie): Macri, Scioli y la dependencia del sustancial peronista crítico.

Escribe Oberdán Rocamora

Redactor Estrella, especial para JorgeAsísDigital

 

Mayo/2012. En “la sociedad harta que espera” se dijo: “Lo que Mauricio no puede capitalizar es el creciente hartazgo de la sociedad agobiada, que carece de representación política”.

Tres años y medio después, se confirma que Mauricio, el Ángel Exterminador, representa la canalización del hartazgo de la sociedad. Agobiada por 12 años de kirchnerismo.

El adversario real de Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol, además de Macri, es precisamente ese hartazgo. La sociedad que oposita. Y que mantiene una agenda más radicalizada que la del propio Macri. Es quien debe esmerarse en contenerla.

Se trata de la sociedad sensible de decepción fácil, que reclama imperiosamente ser gobernada. Sin tomar demasiado en serio sus tendencias, que son siempre transitorias.

Hoy insulta a los kirchneristas, como en su momento insultaba a los menemistas (el litigio es siempre con el peronismo).

Nuestro Director, de los primeros críticos del kirchnerismo, cuenta que, en una presentación de su libro “La marroquinería política” (2006) se le acercó un sexagenario emocionado, para decirle: “Soy uno de los que lo escracharon en un bar. Hoy estoy de acuerdo con usted, lo admiro”.

Nuestro Director -soberbio, diría Majulito- respondió: “Lamento que me admire porque lo prefiero de enemigo. Dentro de un año puede volver a escracharme”.

Viento de cola de la algarabía

Hasta antes del 25/O, con Daniel, el peronismo agotado -vegetal, sin jefes ni ideas siquiera malas- vencía a Mauricio y Sergio. O la oposición torpemente dividida.

Hoy, a través de un guión insustancial, se canaliza el hartazgo y el 22/N, de continuar así, se cargan al peronismo. Con un revólver de juguete.

Por la atmósfera cultural, por el viento de cola de la algarabía, ya casi puede asegurarse que el 22/N gana Macri. Sin embargo, entre la euforia de Cambiemos, persiste el temor ataviado de prudencia.

Porque por cuestiones matemáticamente técnicas, el ganador puede ser Scioli. Siempre y cuando Scioli y La Doctora, y sus infantiles fragmentarios, tomen pronto una dosis doble de Avivol y se decidan profesionalmente a ganar.

El analfabetismo funcional no tiene en cuenta un punto de partida para destacar: para presidente, en La Buenos Aires Inviable, Scioli ganó 37 a 32. Cinco puntos de ventaja son bastante considerables.

Pero la provincia está perdida porque la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Girondo, notable macricaputista de Cambiemos, le ganó 40 a 35 a Aníbal, El Neo Corach.

En adelante, para el ballotage, Scioli podría emprender la campaña más liviano. Sin el peso del candidato condenado por la mediología. Pero condenado al fin.

Un funcionario solvente y eficaz -Aníbal- transformado en un mal candidato. Se asociaba su imagen a la idea de lo peor. Al extremo de simbolizarse una lucha desigual. Descompensada. Entre la transparencia de Heidi y la concepción del Mal.

Los fighters (peleadores) suelen ser básicos, necesarios, fundamentales para cualquier esquema. Pero por la específica condición de peleadores, de los que “la bancan todas”, por lo general no sirven como candidatos presentables. Sin embargo La Doctora, obstinada, lo sostuvo. Rescatable para la ética de la lealtad, pero reprochable cuando se trata de ganar elecciones. El mecanismo para conquistar, o mantener, lo esencial de la actividad política. El poder.

Varas selectivas

La mediología signa la magnitud del cansancio que registra el peronismo. Movimiento paralizado que reserva un agotamiento para cada generación.

El periodismo militante de los grandes medios, en alza, se empecina ahora en destruirlo. Mientras esta versión patológica -el cristinismo- responde con periodistas militantes oficiales, que tienen, en general, menos alcance. Ni gran poder de fuego ni envergadura.

Para colmo, la guerra equivocada, absurdamente plantada contra el Grupo Clarín, está perdida. Y culmina el ciclo espantoso con un Clarín soberbiamente fortalecido, golpeado, liderado por septuagenarios gastados, pero victorioso (ver “Deseos de invadir Polonia”). En condiciones de bajar línea y cobrar en las próximas ventanillas. Mientras tanto, el prestigio del peronismo se encuentra rigurosamente desmoronado.

Las varas hoy son tendenciosamente selectivas. Por ejemplo la señora Carrió, La Demoledora, le dijo en público a Miguel Del Sel, El Midachi, que fue candidato en Santa Fe: “A usted le robaron la elección”.

En todo caso -de ser cierto- los fraudulentos eran los socialistas. Y eso nunca, no cerraba. ¿Cómo se va a acusar de fraude a la izquierda mormónica?

En cambio, en Tucumán, por las irregularidades folklóricas, la mediología armó un escandalete extraordinario. Se trataba de la gran idea fuerza: pulverizar al peronismo. Entonces cerraba. Debía demonizarse el norte, bastión principal. La prédica armonizada con un minucioso diseño, y fue aceptablemente exitosa.

Al peronismo le comieron un viejo alfil. Jujuy.

Las cartas están en la mesa, las reglas del juego son claras.

Si gana Macri, con su onda irresistible y su viento favorable, es el triunfo de la democracia. La prueba de que “se puede cambiar”.

Si el peronismo en cambio toma el Avivol, suelda sus fragmentaciones, se recupera y gana Scioli, es el triunfo del fraude.

La continuidad del fracaso. La vigencia de lo horrible. La permanencia de los “feos, sucios y malos”. “Peronchos” chorros.

Y aquel que impugne semejante dialéctica, o al menos la describa, está condenado.

Es el eterno melancólico que entabla una batalla sólidamente perdida contra la modernidad líquida.

La derrota purificadora

Para ganar, Macri necesita los votos de los peronistas críticos del kirchnerismo. Los que votaron por Massa, El Renovador de la Permanencia, y De la Sota, El Cuarto Hombre.

Cabe consignar que peronista crítico del kirchnerismo en ningún momento puede identificarse con el antiperonismo. Con el neo-gorilismo que promueven los antikirchneristas pasionales. Los que utilizan a Macri como escudo.

Los hartos que canalizan el hartazgo en Macri. Emblema de la “esperanza”. “Se puede cambiar/ se puede”.

La segunda vuelta se decide entre este 21%. El electorado de Massa.

La Banelco de Macri debe conseguir que Massa y De la Sota no sean captados, tan sólo, para la vaguedad del “cambio”.

Ambos deben persuadir a los peronistas críticos que para salvar al peronismo, en la patológica versión kirchnerista, debe ser derrotado.

Como si la derrota fuera, más que el fuego, el elemento purificador.

Quien votó a Scioli o Macri, el 25/O, va a votarlos de nuevo el 22/N.

Si los puntitos de Stolbizer, La Vecina Adorable, van hacia Macri, y el puntito de Rodríguez Saa, El Alma de la Puntanidad, hacia Scioli, se marcha al tiempo suplementario en un empate.

El decisivo 21% de Massa y De la Sota es el que desempata.

Los peronistas críticos que deben escoger entre La Purificación de la Derrota -el cambio que propone Macri-, o ser fieles a los preceptos, insistir con las botas puestas y desde el Peronismo Vegetal marcarle límites al neo-gorilismo. Si es que Scioli, La Doctora, Aníbal y los fragmentarios toman inmediatamente Avivol -en ayunas, efecto prolongado- y se dejan de clavarle al adversario las acusaciones más elementales, estéticamente sucias, abominables.

Otro proveedor en el mercado

Scioli y el laberinto. Macri y la gobernabilidad.

sobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari

Introducción
Cuesta votar a Macri

“Al peronista le cuesta votar a Macri”, confirma Felipe Solá.
Con franqueza ética Solá toca la tecla principal. La clave que resuelve, en definitiva, el conflicto.
Menos que complejo, el panorama es extraño. Está sucio. Infectado.
Para renovar estratégicamente al peronismo -y liberarlo de la influencia kirchnerista-, los peronistas críticos, hoy enfrentados a La Doctora, deben coincidir con acelerados neo-gorilas, minoritarios pero significativos. Y facilitar el triunfo de Macri.
Corresponde, acaso, inclinarse, en lo posible sin pretextos, ante el ascenso irresistible de Macri, que representa la necesidad de “cambio”. El que clausure el hartazgo del ciclo kirchnerista.
El drama es ideal para Ibsen. La gran idea fuerza lo sostiene: “traicionar al peronismo para salvarlo”.
Pero “cuesta” traicionar.

Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron

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Nuestro Director, Jorge Asís, acertó al sostener que Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol, en la primera vuelta, iba a ganarle a Macri, el Ángel Exterminador.
Pero Scioli sólo ganó por dos puntos y medio.
Entonces, como en 2003, el segundo pasa a ser el primero. Asoma, como Febo favorito, Macri.

El macricaputismo pasa de la desesperación a la euforia. De la denuncia por el invento de los espionajes (que enojó tanto a Mauricio), pasan a ser denunciados como los personeros del retroceso. Sin embargo le transfiere la desesperación, en simultáneo, al peronismo, que se degrada inexplicablemente al explorar caminos extorsivos. Y extraviarse. Al comparar el recetario desarrollista del guión efectivamente insustancial de Macri, con los postulados teóricos que Martínez de Hoz, durante el Proceso Militar, nunca pudo llevar, en el fondo, a la práctica (no se lo permitió el Almirante Massera).
O se extravían en algo más lunático: equipararlo con el regreso a los años noventa. Para introducirse en el pantano teórico que los sumerge en la incoherencia.
Para salir del laberinto, lo peor que puede hacer Scioli -para Oximoron- es situarse a la izquierda de Macri. El informe considera que es una magnífica estupidez asustar con Martínez de Hoz, o con el retorno a los idílicos años noventa de Menem y Cavallo. Porque Scioli es, en realidad, un producto típico de los 90. Como Macri.
Aquí se asiste a un Duelo de Celebridades. Menos que una confrontación de “modelos de país”, un verso.

Anibalicidio

Tres días antes del cierre del libro de pases de las PASO, se registró el célebre Anibalicidio.
Nuestro Director dijo y escribió -y no le hicieron caso- que Aníbal, El Neo Corach, debía bajarse de la candidatura, a los efectos de clarificar la operación que ostensiblemente lo condenaba.
Pero nadie advertía que la señora María Eugenia Vidal, La Chica de Girondo, la dama disciplinada que le hacía a Macri el favor de postularse (“para perder”), iba sorpresivamente a ganarle a Aníbal y convertirse en la próxima gobernadora. Para cambiar, por completo, la atmósfera política del país.
Ahora Scioli se encuentra más liviano. Debería estar más ágil y suelto. Como presidente, ganó por 5 puntos en La Provincia Inviable, justo donde se perdió por 4 puntos la gobernación.
En adelante, es el turno de los profesionales. Ya se nota la ausencia del Chueco Mazzón.

La traición innecesaria

El problema de Scioli es que la traición, por anunciada, ya es innecesaria.
La sociedad ahora cuenta con otro proveedor calificado para distribuir aquel mismo producto. La racionalidad económica, la reconciliación con los capitales, el regreso al mundo relativamente civilizado.
Lo que en Scioli se presentaba como una toma de distancia del infantilismo de La Doctora y Kicillof, El Gótico. Impulsores de la Revolución Imaginaria, que naufraga, entre turbulencias, con destino de colapso. A través de la seriada de incongruencias y patologías que se conoce como “el modelo”. O con más épica aún, el “proyecto”.
Entonces Scioli era el indicado para producir la traición indispensable que beneficiaba históricamente al traicionado.
Pero después de la primera vuelta, que debía ser la única, gracias a La Chica de Girondo, emerge el Macri triunfal. Es quien puede encarar perfectamente la batería de medidas racionales, por otra parte muy poco originales, apenas sensatas, sin traicionar a nadie. Ni siquiera a sí mismo.

Acercamiento o distancia

Entre las sofisticadas nabadas que abundan, se destaca la más inútil. Consiste en sugerirle a Scioli que tome distancia de La Doctora. La imbecilidad instala la ilusión de creer que Scioli dispone de los votos propios para encarar “la continuidad con cambios”. Los cambios que justamente son los que resisten La Doctora y Kicillof.
Pero para promover esos productos en el mercado ya se instaló otro proveedor. Macri.

Si Scioli se acerca a La Doctora para identificarse con las ensoñaciones se extingue. Y si se aleja demasiado puede perder los votos cautivos. De los que creen que La Doctora se aproxima a la genialidad.
Para “ser más Scioli que nunca”, lo conveniente sería explorar en su condición de “misterio de presencia ausente”. Siempre a medio camino. Entre las oscilaciones del que toma en serio los logros de la Revolución Imaginaria, con el modelo personal de su cassette. Con su “agenda del desarrollo”. Con las “Tres T del Papa Francisco”, con “fe y esperanza”. Para anteponerlo al modelo moderado del guión de Macri, también desarrollista, suavemente racional.

Dirigentes y dirigidos

Oximoron no suele dar consejos (y menos gratis). Ni emitir recomendaciones.
Pero este informe es una excepción.
En vez de recurrir al ridículo del terror, por el regreso al infierno del Dante, Scioli puede mejor explorar en las posibles diferencias que persisten entre los dirigentes y dirigidos.
Consta que la elección la deciden los 21 puntos en banda, los que se encuentran representados por De la Sota, El Cordobés Profesional, y sobre todo por Massa, El Renovador de la Permanencia.
Es -Massa- quien solo debe retribuir con lo oportunamente acordado con Macri. Ampliaremos.
Ocurre que abundan los dirigidos que coinciden con Felipe Solá. Les “cuesta, como peronistas, apoyar a Macri”.

Por su parte, Macri debiera esmerarse -para Oximoron-, entre sus excursiones televisivas, en clarificar la problemática de la gobernabilidad.
Debe demostrar que, en tal aspecto, no es tan vulnerable. El metrobus y las bicisendas son insuficientes, aunque las grandes obras son bastante aceptables, sin indagar en exceso en el detalle presupuestario de las administraciones.
Aparte debiera presentar, de una vez por todas -y si es que existe- la extraordinaria legión de profesionales que aún no subieron a danzar en el escenario.
Cuadros técnicos promovidos, supuestamente por centenares, en tantos años de ocio, por los concentrados que se inspiran en la Fundación Pensar.

Ahora que no es hora para nada

Mauricio, Sergio y Daniel (Miniserie inagotable): Lamentos de Mauricio y Sergio sobre la leche derramada. Tarde.

 

Escribe Oberdán Rocamora 

“Tarde me di cuenta que al final…”
José Canet

En 2007 Mauricio, El Ángel Exterminador aprovechó el voto dividido del oficialismo para conquistar la jefatura del Artificio Autónomo.
Pero en 2015 Mauricio puede quedarse con las ganas de conquistar la Presidencia, por haber dividido el voto opositor.
Paradoja extraña con moraleja: no aprendió de su propia experiencia histórica. Continuar leyendo

Se va el kirchnerismo, viene el peronismo

“Se va el kirchnerismo, viene el peronismo”.
Otra vez, en la Argentina ontológicamente peronista, el poder se dirime en el interior del peronismo.
La superstición que se encuentra políticamente agotada. Con candidato, Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol. Pero sin jefe. Aunque los envolventes peronistas simulan que La Doctora es la Jefa.
“Fenómeno maldito” para Cooke. “La plaga” para Vargas Llosa. Pero el peronismo aun mantiene la espalda cultural que facilita la convivencia entre personajes que se detestan. Enfrentados entre sí.
Es una espalda que sirve también de red de contención para los saltos ornamentales de ostensible espectacularidad. Como el de la señora Mónica López.
Para escandalizar a la racionalidad del antiperonismo. Un factor sustancial, complementario de la identidad.
Sin el espanto cotidiano del antiperonismo, jamás el peronismo se podría -siquiera- entender.

Asamblea Polifónica de Perdedores

Mientras tanto, el estadista matemáticamente predestinado para vencer al peronismo, Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, se desgasta con el apoyo de los convencidos.
Los que se conmueven con los editoriales de La Nación. Concentran una dureza que supera al propio Macri. Aunque se esmere, nunca la consigue igualar.
A su pesar, Macri representa a la multitudinaria escuadra de antikirchneristas pasionales. Son el obstáculo -nada menor- para ganar la elección.
Los convencidos, en simultáneo, lo acotan. Para reservarle, a lo sumo, el segundo lugar. El que le posibilite alcanzar la gloria módica del balotaje.

Pero antes que con Scioli, debe Macri competir con Sergio Massa, El Renovador de la Permanencia.
Y se equivocaron juntos (Macri y Massa) al participar, sin Scioli, del debate menos necesario de la historia. Pero fueron arrastrados por la importancia autorreferencial de determinados medios de comunicación. Y de periodistas que aún creen -como el cristinismo- en el propio relato.

Juntos, Massa y Macri, beneficiaron aún más a Scioli. Al participar de la asamblea polifónica de perdedores que se disputaban un triunfo testimonial. O algo más grave, el rol de campeones morales.
A pesar de la ausencia anecdótica en la asamblea, el problema es que Scioli se le escapa a Macri (para consolidar el rencor de sus convencidos).
Mientras tanto Massa pugna por alcanzarlo a Macri, blindado con De la Sota, El Cuarto Hombre, y Lavagna, La Esfinge.
Sin embargo en la contienda Massa-Macri la variable de ajuste consiste en castigarlo a Scioli, que gracias a ellos está inmerso en otra problemática.
Ocurre que se instala la polémica idea del Scioli transitorio. Como si se tratara apenas de una pausa, a los efectos de aguardar el regreso triunfal de La Doctora.
Se habla de un Scioli por cuatro años, por ocho, o apenas por tres meses. A través de semejante discusión, naturalmente Macri y Massa quedan fuera del juego. Sin otra alternativa que pelearse entre ellos, por el cetro del campeón moral.

La traición obligada

Se acapara la atención en Scioli porque se encuentra en el centro del laberinto. O traiciona o se extingue. O la pilotea como puede, para estirar la mediocridad hasta el infinito.
Para la causa santa del kirchnerismo (que se va), si modifica la patología de la política económica, Scioli es un traidor.
Emerge entonces el turno entonces de la traición anunciada. Obligada. Con directo arrojo la anuncia el gobernador Urtubey, El Bello Otero, desde el centro del Imperio.
Enuncia Urtubey la categórica obviedad: para intentar cualquier despegue elemental, para facilitar el regreso de los capitales, hay que arreglar con los “holdouts” (consta que ni siquiera por cortesía hacia La Doctora dijo “los buitres”).
Claro que, si no modifica las alucinaciones económicas del relato, la ficción que se jacta del desendeudamiento, Scioli se estrella contra la realidad. Hasta extinguirse.
Significa deducir que Scioli, si no traiciona, se autodestruye. Y si traiciona es probable que el cristinismo, si puede, lo masacre.

En la mera gestualidad, con la problemática aceptablemente instalada, y por las dudas de los que siempre consultan, puede decirse que Scioli ya tiene la elección en el bolso. De manera que prepara, desde el piso 19 del Banco Provincia, la administración del poder que se avecina. En la estricta fusión con los gobernadores, la auténtica columna vertebral, aunque ya ni siquiera gobiernen nada.
Al respaldarse en los gobernadores, ya se anticipan los rigores de la próxima pulsión interna. Son tensiones que pasan para 2016.
Entre el peronismo que se viene, y el kirchnerismo minoritario que se va, aunque se resista a partir.
Se extiende desde La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, que atraviesa su propia interna para tratar pronto, hasta el extraño Partido Comunista, el Frente Grande y todos los sellos Buscapinas del pretexto humanitario que componen el frepasismo tardío. Se encuentran aferrados al presupuesto, con excelente posicionamiento en las cámaras, y con la militancia rentada en la totalidad de los ministerios, o directorios de empresas.
Se descuenta que, en el primer tramo, podrán conservar sus sueldos y privilegios, pero desde ya se advierte la persistencia del conflicto tan anunciado. Obligado. Como la propia traición.

La moda del oportunismo

Ante la impotencia o el horror de Macri y de Massa, se instala, aparte, otra certeza. Es la moda oportunista. Consiste en saltar -como sea- hacia el bando de Scioli. O resignarse.
Los empresarios que hicieron lo imposible para unir las fuerzas de los (torpemente) divididos Macri y Massa, y así acabar con el peronismo agotado, ahora cuidan sus figuras. Como si se entrenaran para practicar el fútbol de salón.
Los oportunistas, los que ven debajo del agua y nunca se equivocan, hoy marcan los ritmos del resultado que, a su pesar, se impone. Aunque puedan, y aún desean, matemáticamente equivocarse.
Sólo a partir de la certeza del advenimiento sciolista se entiende el desplazamiento ornamental de la señora Mónica López, La Blonda.
Con su salto, López estimula la pasión del antiperonista que prefiere inclinarse por agraviar. Por espantarse, antes que entender. Riesgosamente lo que demuestra Mónica López es que el poder está del lado de Scioli. Y que insistir con Massa, como su marido, es otra manera frugal de perder el tiempo.
Quienes condenan a La Blonda en nombre de la ejemplaridad moral, o de la gastada ética republicana, no entienden la perversidad del juego que inspira la próxima literatura antiperonista, con seguro destino de éxito.
En elecciones lo prioritario es ganar. Y en el poder peronista lo ontológicamente recomendable es estar adentro. Como lo entendió Tito Lusiardo, alias Juanjo. O Francisco De Narváez, El Caudillo Popular. Y la totalidad de los Soldados de Salamina que volvieron desde La Franja de Massa.
El conjunto interminable de “vivos” que Sergio, acaso por fallas de conducción, “tomó por b…” Ampliaremos.
O se es mandíbula o se es bocado.
De manera brutal, sepultada en el grotesco, La Blonda López demuestra que mantiene vocación para ser mandíbula. Y aunque la denigren, alcanza el anhelado renombre que le permite acomodarse en el bolillero. Para gobernar. Estar adentro. O bailar -por qué no- por un sueño. Atractiva es. La mandíbula puede atreverse.

La vuelta del peronismo ontológico

Pese a los enojos que se sobreactúan, La Doctora prosigue la monotonía del proceso electoral, con relativa -según nuestras fuentes- indiferencia. Pero decidida a ser protagonista de la cadena nacional, hasta el penúltimo día. Más preocupada por la estabilidad inmediata, por el control casi asegurado de la justicia, que por el regreso estratégico.
El regreso entusiasma a los adeptos que dependen exclusivamente de La Doctora. Como la señora de Carlotto. O su enemiga íntima, la señora Hebe.
A partir de sus reservas, ambas envuelven a los opositores y anticipan también, a sus maneras, que la banda es para Scioli. Aparte, ambas damas sospechan, razonablemente, que el peronismo dominante no las contiene. A lo sumo las soporta. Porque la centralidad del pretexto humanitario contiene el riesgo de esfumarse.
Hoy La Doctora está jugada a la suerte de Aníbal Fernández, El Neo Corach. Es el auténtico canal para recibir a los ambiciosos de la Agencia de Colocaciones.
Es Aníbal el que puede amagar, al menos, con alguna continuidad del conflicto con el Grupo Clarín. Donde comienzan a inquietarse, según nuestras fuentes, por sus propiedades en San Pedro, Provincia Inviable.
Es la guerra que Scioli, de llegar a la presidencia, en su traición obligada, amenaza tácitamente con clausurar. Consta que se está en las vísperas de la aceptación de la derrota.
Queda, para La Doctora, la amargura que crece en coincidencia con el rencor. Por la certeza de haber desgastado los últimos siete años en la beligerancia absurda. Contra el Grupo que fue sustancial para que El Furia, en el primer tramo, conquistara la hegemonía.
“Los kirchneristas dieron una sola gran batalla honorable, con Clarín, y para colmo la pierden”, confirma la Garganta. Resignada a convivir -así gane cualquiera de los tres- con un Grupo Clarín fortalecido. Con antojo de revancha y con el mismo plantel agotado, “cansado de guerra”, y avejentado.

Con la traición obligada, en la Argentina ontológicamente peronista se viene el peronismo ontológico que fue, en estos doce años, un instrumento complementario. Un beneficiario culposo del festín. O apenas un aplaudidor serial, para “estar adentro” y sobrevivir.

El nocivo antikirchnerismo pasional

Facilita la permanencia del peronismo agotado

Escribe Bernardo Maldonado-Kohen, especial para JorgeAsísDigital

 

Quinto agotamiento

El peronismo registra aproximadamente un agotamiento por cada generación.

Dos de ellos fueron resueltos por los militares, en 1955, y en 1976 (para salir del paso ya no se puede recurrir a ellos).

Desde el primer golpe deplorable, el peronismo demoró 18 años míticos en recomponerse y recuperar el poder.

En el segundo, fueron 13 años, desde 1976 hasta 1989.

Hasta aquí, sólo en dos ocasiones el peronismo fue vencido en elecciones. En 1983 y en 1999.

La vigente etapa democrática arranca con el peronismo agotado. En la versión tradicional. Pero aquel peronismo, de gastada identidad, se renueva a partir de la colonización ideológica del radical que lo venció.

En el impulso, Alfonsín pretendió superarlo, con la gestación del Tercer Movimiento Histórico. Pero se estrelló con la economía, y en seis años el peronismo volvió a recomponerse. 1989.

Una década después se asiste al agotamiento de la versión menemista de la historia. No obstante, el fracaso de De la Rúa -que es quien electoralmente vence- llega demasiado rápido. En 2002, a través del vaso comunicante de Duhalde. Es donde se inicia el periodo que debiera culminar en este 2015.

Cuando se asiste al quinto agotamiento del peronismo, en su versión kirchner-cristinista. Literalmente antagónica de la expresión menemista aunque compuesta, en gran parte, por la misma dirigencia, fortalecida con un potente aparato políticamente digestivo que la capacita para asimilar piedras.

 

Entre la insolvencia y la nada

El peronismo de hoy se desgasta entre la insolvencia y la nada. Es el lugar donde se cobra, pero ya no se piensa.

Sin embargo no surge ninguna fuerza consistente que aspire a superarlo. Por lo menos, a suplirlo.

Algo agoniza pero nada nace. Sólo florecen guiones que se inspiran en el fracaso del peronismo que se agota.

Aparte, en la sociedad fragmentada, la hegemonía kirchnerista produjo un tendal inacabable de odios. De rencores macizos.

Se gestó un antikirchnerismo pasional, precario y primario. Se enreda entre los cables de la impotencia. Genera, por lo tanto, resentimientos.

Sin embargo, con (y por) el kirchnerismo, brota el fenómeno explicativo de la disidencia peronista. La particularidad no es original. Mantuvo su impronta trágica en los 70, con las muertes a canilla libre. Latrocinios que legitimaron las interpretaciones tergiversadas del kirchnerismo. Con esquemas e imposturas que aportan más patología de la actualidad.

La etapa reserva la aparición de una figura extraña. La del peronista crítico del kirchnerismo. Participa de la fobia antikirchnerista, pero con matices diferenciadores. Dependientes, en general, de la coyuntura. O de la oportunidad (no olvidar que la política es muchas veces un problema personal).

Este peronismo crítico, disidente o federal, se elevó para las elecciones de 2007. Culminó en el olvidable grotesco de la interna acotada entre Duhalde y Alberto Rodríguez Saa.

Hoy, casi extinguido lo que fue “el duhaldismo”, persiste la disidencia relativa de Los Rodríguez Saa. Les permite conservar, en 2015, aparte de una provincia, los dos puntos que resultan sustanciales para las ambiciones de los favoritos. Los polarizadores.

Scioli, respaldado por la estructura del Partido Justicialista (Vegetal), que sostiene el frepasismo tardío del Frente para la Victoria.

Y Macri, el centrista que se resiste a representar la derecha. Se exhibe asociado a los radicales (que absorbe).

De todos modos la disidencia peronista adquirió otra relevancia con De la Sota. Con el distanciamiento territorial del kirchnerismo que lo caracterizó, hoy De la Sota se muestra firmemente asociado a Massa, el tercero en la discordia.

Es Massa el polarizado que resiste la polarización, y presenta también el similar origen peronista. Aunque salpicado por una estancia de 10 años en el kirchnerismo. Desde 2003 a 2013. Cuando Massa se emancipa y le asesta -al cristinismo- la estocada final, con la Armada Brancaleone de minigobernadores bonaerenses. Para mayor confusión y entrecruzamiento, lo vence aliado, por entonces, a su cautivo Macri (que se desliga pronto de Massa).

 

Papelones sin importancia

En adelante, aunque Macri y Scioli cometan extraordinarias equivocaciones, o sean arrastrados por imprevisibles vulnerabilidades, mantienen sus valores casi asegurados.

Así se produzcan inundaciones expresionistas. O se suelten otros Niembros, que abundan.

Sólo deben abnegarse en contener lo conquistado.

Scioli se mueve en la franja inalterable del 40 como Macri lo hace en la franja del 30. Y el polarizado que desafía a los polarizadores, Massa, continúa en la franja del 20. A pesar de las ambiciones de recuperación. Quedan diez puntos casi testimoniales. Se reparten mayormente entre la honorable señora Stolbizer, y la izquierda esclarecida que consta en actas.

Con su derecho admirablemente lícito a terciar, la dupla Massa-De la Sota contiene a los votantes que deciden si la historia concluye en la primera vuelta, para algarabía de Scioli. O si se extiende hacia el balotaje, para algarabía de Macri (y matemáticamente aún de Massa).

Es aquí donde el antikirchnerismo pasional adquiere la gravitación más perjudicial para sus propios intereses.

Porque el antikirchnerismo se funde y se confunde con el antiperonismo.

El antikirchnerista pasional es, de pronto, también fervorosamente antiperonista.

Y es cada vez más angosto el desfiladero que separa al peronista crítico del kirchnerismo, con el antiperonismo de los antikirchneristas pasionales.

Es exactamente aquí donde el discurso antikirchnerista pasional muestra su nociva ineficacia.

Porque, por una cuestión de identidad, es más que difícil que el peronista crítico del kirchnerismo se asocie a una estructura, en definitiva, antiperonista.

 

Rehenes de los guiones

Cuesta suponer que los peronistas que se fueron seducidos detrás de la Franja de Massa vayan a sufragar en bloque, por Macri, en el balotaje.

O incluso también los peronistas de De la Sota. Asoman entonces los estudios que se convierten en verdaderas operaciones políticas. Indican que la mitad de los votantes peronistas de Massa, en segunda vuelta, apoyarían a Scioli. Y el 60 por ciento de los delasotistas. Aunque el peronista cordobés sea tal vez mucho más antikirchnerista que cualquiera. Pero de ningún modo es antiperonista.

Macri, rehén de sus guiones, se dio cuenta tarde que tiene que abnegarse en la seducción de los peronistas disconformes.

Massa, mientras tanto, con su repentina y libertina dureza, tiene más complicado un eventual retorno al peronismo. Decir, por ejemplo, que “Insfrán es un tirano” no lo ayuda.

Para el peronista cultural aquí vale el ejemplo que Rockefeller utilizaba para aludir al Dictador Somoza.

“Un hdp, sí, pero en todo caso es nuestro hdp”.

El agotamiento estricto del peronismo, que es real, resulta insuficiente para apostar por su derrota.

Desprestigiado, desgastado, debilitado, el peronismo se encuentra bastante cerca de mantener la permanencia. Facilitada, paradójicamente, por el antikirchnerismo pasional.

El peronismo agotado lo penetra, en el fondo, al antikirchnerismo pasional. Con un sexo breve, triste, lánguido.

Duelo de celebridades

ensayo de Bernardo Maldonado-Kohen

Los dos primeros agotamientos de los ciclos peronistas fueron horriblemente resueltos por los militares que debieron hacerse cargo. Fracasaron.
En 1955, fueron al frente los usados generales descartables Eduardo Lonardi y Pedro Aramburu, con el complemento marino del almirante Isaac Rojas, que aportaba la cuota indispensable de fealdad.
Y en 1976 fueron el general Jorge Videla y el almirante Emilio Massera, con el complemento aeronáutico del casi anónimo brigadier Agosti.
Representación de los devastadores desubicados que se equivocaron mayoritariamente en la implementación activa del verbo.
Porque se dedicaron a matar, cuando, lo que correspondía, era robar. Se estrellaron patológicamente en Malvinas.

Como consecuencia del primer agotamiento, surgió el mito aún vigente de la resistencia peronista. Con los ejemplos abnegados de heroísmo, que sirven de escudo para legitimar la pasión recaudatoria de la actualidad. Y con la peripecia estratégica del General, el gran creador del peronismo como género literario.
Aquella apagada mística subsiste como sustento retórico para encarar la desteñida epopeya del presente. Con el desafío de renovar la piel para mantenerse, y de transformarse a sí mismo. O de volver -por qué no- al jubileo del núcleo original, en un país desgastado por la desesperación (por salvarse), y por la falsedad del contexto.
18 años después del desalojo, de la expulsión humillante en la cañonera paraguaya, el peronismo volvió a imponerse en el conflictivo 1973. Con su triunfo personal, el General consolidaba la venganza política, mientras signaba, en simultáneo, el fracaso colectivo que paralizaría a las próximas generaciones.

Entre Cámpora y Kirchner

(A propósito, 42 años después del regreso sin gloria, abundan los que vaticinan que, en caso de triunfar en 2015, Daniel Scioli podrá seguir el penoso ejemplo del infortunado Héctor Cámpora.
Por la idea instalada de concluir abruptamente con la cantilena positivista de la “fe y la esperanza”, a más tardar en 45 días. Como ocurrió con Héctor Cámpora. El dentista del apellido que se convirtió en una marca, celebrada por la homónima Agencia de Colocaciones.
Es el sentido secreto del cartel “Zannini para la Victoria”.
Otra conjetura, en cambio, lo asocia a Scioli con la receta letal de Néstor Kirchner.
Consiste en que Scioli le estampe, a La Doctora, el corte de manga que Kirchner le aplicó a Eduardo Duhalde.
Una apuesta inmadura, en todo caso, hacia la traición).

1983. Alfonsín

En cambio, como consecuencia de la caída de 1976 -y después del fracaso espléndido de los sanguinarios que se equivocaron de verbo-, el peronismo no alcanzó a recuperarse. Fue fulminado por la primera derrota electoral de su historia.
Significa confirmar que el peronismo experimentó la tercera caída. Y no fue consecuencia fácil del incendio de ningún ataúd artificial.
En la flamante versión institucional iniciada en 1983, con la consagración del radical Raúl Alfonsín, se asistía al primer agotamiento anticipado del peronismo.
Pero llamativamente el peronismo se renueva a partir de los lineamientos renovadores que le estampa aquel líder que lo venció.
Acelerado en el impulso, Alfonsín intentó colonizar al peronismo, a los efectos de acabar de una buena vez con el jactancioso “fenómeno maldito” que había descripto John William Cooke. Para fundirlo en el Tercer Movimiento Histórico. Utopía que derivó, apenas, en la gestación de un discurso brillante. Pero inútil para evitar el inexorable naufragio.

Con algún maquillaje en la renovada piel, el peronismo volvió al poder en 1989. Para sorprender, ahora, con la renovada adscripción al capitalismo que jamás se atrevieron a encarar los liberales, aunque tuvieran a los militares a su merced.
Se coincidía históricamente con el desmoronamiento del universo bipolar. Con el derrumbe de la Unión Soviética que desde París había anticipado Hélène Carrère d’Encausse. Y con la certeza inimpugnable del exclusivo modo único de acumulación.
Por las transformaciones económicas y culturales -y sobre todo a pesar de ellas- la etapa de Carlos Menem produce el penúltimo agotamiento del ciclo peronista. Que cae, esta vez, por el oportuno entendimiento del viejo radicalismo vencido, que aún respondía a Alfonsín, con la izquierda relativa del Frente Grande en ascenso. Un socio en decadencia del extinguido Frepaso que sucumbe en la justicia del olvido.

1999. De la Rúa

En 1999, el imbatible Fernando De la Rúa doblega, por cuarta vez, al peronismo. Le estampa la segunda derrota electoral.
Pero De la Rúa comete el gigantesco error de imponer alguna cuota de racionalidad en el déficit público y fiscal, que se extendía desde hacía décadas. En vez de lanzar, como correspondía, la pelota del déficit para adelante. Hacia el horizonte donde habitaba Mongo. Sin embargo, muy mal asesorado, se puso como un torpe a recortar y a ajustar. Sin percatarse que construía, conscientemente, su repentina declinación.

Dos años más tarde, en el inicio del nuevo siglo peor que el anterior, aquel peronismo que había derrotado volvía a hacerse cargo de los desastres acumulativos. A los que se agregaba, también, el desastre personal legado por De la Rúa, junto a los izquierdistas inmortales. Ganadores de sueldos sin culpa, que jamás se responsabilizan por ningún error. Cobran siempre como si la humanidad estuviera con ellos, siempre, en eterna deuda.
En el barullo de 2002 transcurre la antesala del nuevo regreso peronista, que se prolonga hasta la actualidad.
Se instala con la piel renovada del estatista que descalifica el periodo de las privatizaciones que el mismo peronismo protagonizó. Y con la mochila al hombro de los progresistas que acompañaron a De la Rúa hasta las puertas de la caída, pero que se frenaron a tiempo para continuar con los sueldos que después les abonaba Duhalde, primero, y luego, sobre todo, Kirchner. Y continuado por La Doctora, con el aporte del poder conyugal que heredaba. Para generar, junto con los peronistas vegetales, el frepasismo tardío. Inspirado en la cantinela humanitaria que permitía simular la encendida pasión recaudadora.

Es el turno del último agotamiento del peronismo, aunque para resolverlo ya no estén aquellos militares, hoy institucionalmente alejados en el plano suntuario. Arrepentidos por haber matado más de lo necesario y de haber robado menos de lo que podían.
Sin embargo tampoco quedaron los radicales de la magnitud de Alfonsín, tan sobrevalorado en su vejez. Y con el mito enriquecido a partir de su muerte. Tampoco les queda un ganador serial de elecciones como De la Rúa, al que los oportunistas de la coyuntura descalifican de manera unánime, sin la menor piedad. Como si nadie jamás hubiera creído que se trataba del político más imbatible de su generación.
Entre tanta debilidad brota la potencia del radicalismo actual. Moja gobernaciones, intendencias a paladas, legisladores múltiples que le permiten imaginar un futuro próximo, con mayor ventura.

2015. Macri-Scioli. Celebridades

A falta de un líder de la dimensión de Alfonsín, o de un candidato imbatible como De la Rúa, quien emerge es Mauricio Macri. Una celebridad. Con la capacidad transitoria para absorber el radicalismo que, en simultáneo, se fortalece.
Macri es el político que más creció desde la aparente “no política”. El Ángel Exterminador aprende, se macera y se forma. A través del PRO, partidito urbano y vecinal, se extendió admirablemente. Lo suficiente como para cargarse, en su condición de esponja, a la centenaria Unión Cívica Radical.
Gracias a la absorción, los radicales logran situarse, al menos, cerca del electorado tradicional (que Macri les aspiró).
Brota entonces Macri como el único elegido para explotar el cíclico agotamiento estructural del peronismo. Para generarle la tercera derrota generacional.
Una cada 16 años. Una caída por cada generación.
De 1983, de 1999, y -si Macri tiene suerte- 2015. Debe lograr el objetivo combinado. Conseguir el ballotage, para después vencerlo. Es altamente improbable pero no imposible.
La martingala tiene la ventaja de encontrarse con el peronismo que presenta una excelente celebridad como candidato -Scioli-, pero que carece de un jefe. De ningún modo lo es La Doctora, por carencia de vocación para serlo. Denominarla Jefa es un acto generoso del lenguaje, útil para la ficción ideal de creer que el Jefe, no obstante, existe.
Sin la magnitud de alguno de los tres jefes que el peronismo tuvo en sus 70 años de historia, con los respectivos cambios de piel.
Nadie que pueda equipararse, en materia de liderazgo, al principal extinto, el General. O al deslegitimado Menem, que aguarda la reparación histórica que nunca, acaso, va a ocurrir. O al último jefe, también extinto, Kirchner.
Persisten, apenas, algunos gobernadores aferrados a las macetas del peronismo vegetal. Los que elevan a Scioli, la otra celebridad, para la aventura entusiasta -típica de la cultura peronista- de sucederse a sí mismo.
A los efectos de quedarse con el manejo de las cajas y evitar la tercera derrota electoral. Pese al agotamiento que puede, aún, ser perforado. O simplemente prolongado en el tiempo. O no ser, en definitiva, ningún agotamiento ni un c… Apenas un módico retroceso crítico. Por cansancio, por la “fatiga del metal” que caracteriza a los viejos aviadores. O acaso se trate de la antesala -digamos- de otro cambio de piel. Conjetural. Para seguir con los mismos peronistas de siempre al frente, sólo vagamente distintos, con otra piel, en reinvención permanente.