El cubo mágico de Obama

Para EEUU la política exterior siempre fue un asunto serio. Ser una potencia requiere, antes que nada, entender cómo funciona el mundo y reaccionar con certeza y determinación para que no queden dudas de quién lleva la batuta del ritmo global.  La administración de Barack Obama no es una excepción en ese sentido. Desde el primer momento en que el actual presidente pensó el armado de sus dos gestiones, lo hizo de modo tal de asegurarse tener en su mesa a los pesos pesados de la materia. Como sostiene Marco Vicenzino, director del Global Strategy Project  y miembro de la Junta de Directores de Afghanistan World Foundation, Obama es un producto de la política de la ciudad de Chicago y, si bien no tenía experiencia internacional antes de candidatearse, es muy juicioso respecto a su importancia por lo que “se rodeó de gente del Partido Demócrata con experiencia en política internacional’’.

Una realidad preocupa a los grandes líderes: el mundo está que arde. Si bien los conflictos existen desde los albores mismo de la humanidad, esta dinámica multipolar, de economías interdependientes, donde la información es cada vez más poderosa, veloz y globalizada, lleva a que se aceleren y se enreden, como una madeja al viento, al punto de tornarse un desafío inédito. Con esto se encuentra EEUU ahora. Con un laberinto internacional muy intrincando, donde cada movimiento genera múltiples impactos a nivel externo e interno, muchos de ellos no buscados ni deseados. Un juego de ajedrez donde las piezas del tablero tienen varias caras, según cómo se las mire. Aquí radica la novedad.

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Odiar al fútbol

Ahora hasta el fútbol tiene la culpa. Es que las posturas racistas, nacionalistas, xenófobas y misóginas se basan en argumentos tan ridículos y cargados de ignorancia que terminan insultando la inteligencia y la sensatez.  Así, ciertas hipótesis de los ultra conservadores estadounidenses no dejan de sorprender, en un abanico que va desde la brutalidad exasperante de Sara Palin, hasta las “violaciones legítimas” del congresista Todd Akin, pasando por el temor al “marxismo” del Papa Francisco.

Ahora, en pleno Mundial, la comentarista de Fox News, Anne Coulter,  se despachó contra lo que tildó de “deporte extranjero” en su columna de The Clarion Ledger a la que tituló El pasatiempo favorito en EEUU: odiar al fútbol. Para Coulter, el aumento del interés por el Mundial en su país, es una “señal de la decadencia moral de la nación” y una consecuencia de “los cambios demográficos provocados por la reforma migratoria de 1965”.

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La gran cuenta pendiente

Dicen que el primer paso para resolver un problema es reconocerlo. Ojalá esto se haga realidad ante el flagelo de la desigualdad económica que, recién ahora, está comenzando a ser un tema de fuerte consideración al interior de los organismos internacionales, gobiernos, organizaciones no gubernamentales e incluso en la Iglesia (con el giro impulsado por el nuevo Papa, Francisco, quien envió a una carta a Davos expresando la necesidad de “crecer con igualdad, más allá del puro crecimiento económico”).

Lo propio se refleja en el mundo académico, donde comenzaron a proliferar trabajos sobre esta cuestión. Como advierte el economista y ex director del diario El País; Joaquín Estefanía, “si se repasan manuales de Economía de las últimas tres décadas, en ellos las cuestiones relacionadas con la extrema riqueza y la extrema pobreza o no están, o figuran tan sólo en las páginas colaterales”. Hasta el FMI alerta ahora sobre esta problemática, a pesar de que antes, su antigua directora, Anne Kruger, sostenía que “parece mucho mejor centrarse en el empobrecimiento, que en la desigualdad”.

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Por encima de la patria

En todo el mundo ha generado estupefacción la cantidad de días que la administración de los EEUU ha permanecido prácticamente clausurada. Este conflicto -generado por la incapacidad de los políticos de llegar a un acuerdo que le evite más inconvenientes al ciudadano de a pie- no parece propio de una gran potencia mundial, de quien se espera que dé cátedra de administración prolija y previsible.

Precisamente, parte del precio pagado en esta crisis es el daño a la imagen de los EEUU. Claro que también están los costos materiales concretos que se calculan en mil millones de dólares por semana. Esto quiere decir que las dos semanas de shutdown equivalen a las pérdidas producidas por el huracán Katrina, pero con la gran diferencia de que no se trata de una catástrofe natural, sino de una acción totalmente evitable y que es vista por los norteamericanos como capricho e ineptitud de los políticos.

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Manzanas podridas

Cuántas veces nos referimos a ciertas cosas y despotricamos contra ellas como si fueran males que nos caen de la estratósfera, totalmente ajenos a los que nosotros mismo somos. Los ejemplos, por excelencia, son los políticos y la televisión. Manzanas podridas que vienen a corroer nuestro armonioso ambiente.

Pero ¿de dónde surgen? ¿Tienen acaso los medios y la clase política el poder de provocar el deterioro cultural de una sociedad? ¿No son, en todo caso, partes de ella y, por lo tanto, su reflejo?

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