Manzanas podridas

Muriel Balbi

Cuántas veces nos referimos a ciertas cosas y despotricamos contra ellas como si fueran males que nos caen de la estratósfera, totalmente ajenos a los que nosotros mismo somos. Los ejemplos, por excelencia, son los políticos y la televisión. Manzanas podridas que vienen a corroer nuestro armonioso ambiente.

Pero ¿de dónde surgen? ¿Tienen acaso los medios y la clase política el poder de provocar el deterioro cultural de una sociedad? ¿No son, en todo caso, partes de ella y, por lo tanto, su reflejo?

Días atrás, Barack Obama arremetió, una vez más, contra la famosísima actriz, modelo y reina de los reality shows Kim Kardashian. Fue durante una entrevista para Kindle Singles en la que el presidente de los EEUU se lamentó por el modo en que la televisión desvirtúa  los valores del trabajo y del esfuerzo, cimientos del sueño americano, adulterado ahora en su esencia por una idea de éxito basada en la fama mediática y la ostentación sin límites.

“El sueño americano solía incluir cosas bastante básicas, un buen trabajo en el que encontrar seguridad, una buena educación… La gente sentía que con trabajo duro podían alcanzarlo. Pero creo que ahora hubo un cambio en esa cultura. Los chicos de ahora están expuestos a cosas a las que no estábamos nosotros. Entonces no había una ventana permanentemente abierta al estilo de vida de los ricos y famosos… ni pensando constantemente en que eso es el ejemplo de éxito”,  dijo Obama.

Pero ¿qué es anterior? ¿La serie de televisión que crea millones de seguidores dispuestos a ver los avatares de la vida de un personaje que roza lo absurdo, o una gran masa de gente que, por alguna razón, está ávida de consumir superficialidad y valores materialistas, y que acaban transformando en éxito a un programa como el de Kim Kardashian?  La discusión parece quedar atrapada en el dilema del huevo y la gallina.

Además, el condimento por excelencia de los realities, el conflicto permanente, es hoy la  fórmula del éxito de la televisión e impregna a todo el resto de la programación. Porque, como dice Umberto Eco, a la hora de consumir televisión “de una forma u otra lo que el espectador quiere ver es una buena pelea” . El escándalo captura, entretiene,  divierte y vende.

Obama mostró el ejemplo de un político preocupado por el  impacto de la TV en la sociedad. Pero un daño similar puede venir de la propia clase política. Es que, como decíamos más arriba, cabe preguntarnos también si los políticos berretas son parte de una sociedad berreta o si acaban contaminándola en su poder para influirla malamente.

Una de las mayores críticas que podemos hacerle a la “Era Berlusconi” es la de haber provocado cierto deterioro cultural en la sociedad italiana. Bien se ve ilustrado en el libro Gomorra de Roberto Saviano, en el que cuenta cómo, cuando la televisión acude a un pueblo a cubrir una escena de asesinato de la mafia, las jovencitas brotan de las calles todas producidas y desesperadas, pensando que la única manera de progresar es ser “descubiertas” por un señor rico e influyente que las vea por televisión.  Berlusconi, con sus escándalos, metió en la cabeza a miles de jovencitas la idea de que se puede lograr fama y dinero siendo “la amiga” de un hombre como él; como ocurrió con la adolescente marroquí, Rubi, entre otras.  En ese contexto se vuelve milagroso esperar que aparezca un contraejemplo que siembre en esas almas las nociones de estudio y esfuerzo como formas de ascenso social, en un clima de crisis económica con millones de profesionales y  trabajadores en el desempleo y la miseria.

Pero ¿de dónde salió Silvio Berlusconi? ¿Acaso no lo votaron -y toleraron por varios años- los propios italianos? ¿No es Berlusconi, de algún modo, un producto cultural de la Italia de hoy, de los valores y aspiraciones que ya circulaban en la sociedad?

He aquí entonces varias preguntas y ejemplos extranjeros pero que bien nos sirven de disparadores para pensar por qué tenemos los argentinos estos políticos y esta televisión. ¿Cómo romper el círculo vicioso y evolucionar en un todo: como sociedad, como clase política, como servicio de comunicación? De un lado, la educación es la gran herramienta para sembrar en la sociedad valores más elevados y despertar inquietudes intelectuales en la gente. Del otro, el voto y el control remoto también pueden servir para decir basta y aspirar a más.