Cuántas veces nos referimos a ciertas cosas y despotricamos contra ellas como si fueran males que nos caen de la estratósfera, totalmente ajenos a los que nosotros mismo somos. Los ejemplos, por excelencia, son los políticos y la televisión. Manzanas podridas que vienen a corroer nuestro armonioso ambiente.
Pero ¿de dónde surgen? ¿Tienen acaso los medios y la clase política el poder de provocar el deterioro cultural de una sociedad? ¿No son, en todo caso, partes de ella y, por lo tanto, su reflejo?