Los sangrientos hechos ocurridos estos días en Egipto siguen sumando víctimas fatales a la larga lista de muertos producto de la violencia que impera en el mundo árabe-musulmán. A casi tres años del inicio de las revueltas populares de la llamada Primavera Árabe, cabe preguntarse en qué acabarán estos reclamos de libertad, mejoras en la calidad de vida y democracia, inéditos en el mundo árabe.
Entre politólogos y especialistas en la región, encontramos dos posturas, casi opuestas entre sí: aquellos que temen que esta violencia redunde en un mayor deterioro de los estados y un acrecentamiento de viejos y nuevos rencores que acaben generando regímenes más duros y, sobre todo, el aumento y consolidación de grupos terroristas en la zona. Y otros que, en cambio, entienden que la transición hacia un estado democrático, libre, y por qué no, laico, es un proceso que puede durar décadas y que requiere aprendizajes que se construyen sobre experiencias, muchas veces no tan buenas, ni exentas de errores y horrores.