El espionaje y el glaciar de la presidenta

El discurso de Cristina Kirchner en Tucumán este 9 de julio ratificó que el espionaje interno es política de Estado. Con su particular rejunte de palabras en castellano e inglés, nos acusó de no denunciar a la CIA y al espionaje de Estados Unidos. Hay que vivir dentro de un glaciar para afirmar que desde la izquierda no denunciamos al imperialismo o no repudiamos la provocación que sufrió Evo Morales. Esa temeraria afirmación tuvo por objeto desautorizar nuestra denuncia sobre la existencia de una red de espionaje interno sobre todos aquellos sectores populares que se han manifestado contra el Gobierno en estos años, red conocida por el nombre del software que entrecruza y almacena la información: “Proyecto X”.

Por eso el discurso de la presidenta no es inocente. Ella sabe que las pruebas que ya obran en la causa alcanzan para indagar y procesar a varios de sus funcionarios, además de toda la cúpula de Gendarmería y los agentes involucrados en la infiltración y recolección de datos que conforman los Centros de Reunión de Información de Gendarmería Nacional en todo el país.

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Sergio Massa, WikiLeaks y el Proyecto X

En los últimos días, nuevamente el gobierno argentino, tan prolífero a la hora de adjudicarse el mote de defensor de los derechos humanos, ha sido ligado al espionaje. Esta vez nada más ni nada menos que por Julian Assange. El motivo es la implementación del sistema SIBIOS, creado por decreto en 2011. El cuestionamiento es importante: con este sistema que recoge y sistematiza diversos rasgos de una persona, todos estamos siendo tratados como criminales en potencia, se crea un estado de sospecha generalizado. El fundador de WikiLeaks advirtió que Argentina “tiene el régimen de vigilancia más agresivo de la región”.

Como pasó con la llamada “ley antiterrorista”, que produjo una severa y regresiva modificación en el Código Penal, la exigencia proviene de Estados Unidos. Pero no sólo de estos sofisticados sistemas biométricos se trata el espionaje en Argentina. Representando a los trabajadores de Kraft y su comisión interna antiburocrática, logramos demostrar que todo el sindicalismo combativo, así como los organismos de derechos humanos que lo acompañan en movilizaciones y reclamos, está siendo objeto de inteligencia ilegal y que los datos recopilados pasan a integrar una enorme base de datos que se llama “Proyecto X”.

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