Por: Myriam Bregman
El discurso de Cristina Kirchner en Tucumán este 9 de julio ratificó que el espionaje interno es política de Estado. Con su particular rejunte de palabras en castellano e inglés, nos acusó de no denunciar a la CIA y al espionaje de Estados Unidos. Hay que vivir dentro de un glaciar para afirmar que desde la izquierda no denunciamos al imperialismo o no repudiamos la provocación que sufrió Evo Morales. Esa temeraria afirmación tuvo por objeto desautorizar nuestra denuncia sobre la existencia de una red de espionaje interno sobre todos aquellos sectores populares que se han manifestado contra el Gobierno en estos años, red conocida por el nombre del software que entrecruza y almacena la información: “Proyecto X”.
Por eso el discurso de la presidenta no es inocente. Ella sabe que las pruebas que ya obran en la causa alcanzan para indagar y procesar a varios de sus funcionarios, además de toda la cúpula de Gendarmería y los agentes involucrados en la infiltración y recolección de datos que conforman los Centros de Reunión de Información de Gendarmería Nacional en todo el país.
Esas pruebas van desde los informes sobre Nora Cortiñas de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora hasta los trabajadores de la combativa comisión interna de Kraft, pasando por los asambleístas de Gualeguaychú y todos los movimientos de desocupados. Está lleno de informes “in situ” y en tiempo real sobre lo que sucedía y que se resolvía en reuniones cerradas de organismos de derechos humanos y partidos de izquierda, como por ejemplo cuando desapareció Jorge Julio López en septiembre de 2006. Sólo algunos de ellos se hicieron públicos hace no más de cuatro meses; un escándalo que hasta llegó a ser tapa de varios diarios.
También obran en el expediente judicial los manuales que le dan sustento a ese accionar, las instrucciones sobre cómo actuar ante hechos de alteración del orden público y acerca de los movimientos que deben ser “monitoreados” por la fuerza. La causa se encuentra en plena etapa pericial y todo preanuncia que, a pesar del enorme tiempo que el juez Oyarbide le dio a la Gendarmería para que elimine pruebas, el resultado de la nueva ronda de pericias no tendrá mejores resultados para el Gobierno y sus subordinados de la Gendarmería Nacional. Allí va dirigido el discurso presidencial. Tiene un fin preciso. Es un mensaje de impunidad para los involucrados y un mensaje coercitivo para los investigadores. Nadie puede peritar ni juzgar por un “escandalete inexistente”.
No es casual tampoco que este discurso se haya realizado a días de haber puesto en la cúspide del Ejército al general de Inteligencia César Milani, sindicado por algunas fuentes periodísticas como uno de los que maneja la inteligencia en nuestro país y uno de los encubridores del accionar del secretario general de la UOCRA, Gerardo Martínez, en sus funciones como agente de inteligencia del Ejército durante el terrorismo de Estado.
Nuestra fuerza siempre estuvo en esos cientos de trabajadores antiburocráticos que se organizan en las fábricas y que son víctimas del “Proyecto X”; en los organismos que nos acompañan, en la denuncia pública. Seguiremos denunciando que en la Argentina el Estado espía e infiltra a las organizaciones populares, a los que reclaman, a los que se organizan para defenderse y luchar por sus derechos. Y seguiremos planteando la nulidad de las miles de causas penales armadas contra los trabajadores que enfrentan a patronales multinacionales como Kraft y burócratas amigos del Gobierno como Rodolfo Daer. Pese a estos “aprietes” mediáticos a los que nos tiene acostumbrados la Presidenta, no dude que vamos a seguir adelante.