Mejorar el mecanismo de visitas al Congreso

Nota escrita en colaboración con Agustina Suaya

Desde la reforma constitucional de 1994 hasta 2015, el jefe de Gabinete de ministros de la nación debería haberse presentado 179 veces a las Cámaras del Congreso de la Nación. No obstante, en el 65% de las oportunidades no asistió. Independientemente de los partidos en el poder, la tendencia a asistir poco es consistente. El actual jefe de Gabinete, Marcos Peña, ya tiene un desafío de vara alta: ir todos la veces que manda la Constitución (una vez por mes a las Cámaras, alternativamente, desde la apertura hasta el cierre de sesiones ordinarias), mientras dure su mandato.

En aquellas oportunidades en que se cumplió el mandato constitucional, el 60% de los informes fue presentado ante el Senado, frente a poco más del 40% en Diputados. La existencia de un sistema de reglas formal e informal en la Cámara Alta, donde se prohíben las silbatinas y los abucheos, facilita un mejor diálogo e intercambio. Por otro lado, la cantidad de legisladores y la menor fragmentación partidaria permiten que el debate se enfoque en políticas públicas específicas. Hay un segundo desafío que consiste en cumplir con alternar entre Cámaras, y un tercero, que implica asegurar reglas de juego pertinentes al informe de gestión. Continuar leyendo

La evaluación como política de Estado

La Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación creó la semana pasada el Programa de Evaluación de Políticas Públicas en la órbita de la Secretaría de Gabinete y Coordinación Administrativa. La resolución apunta a fortalecer las capacidades técnicas, políticas y administrativas del Estado en materia de evaluación y a propender a una mejor adecuación entre los objetivos, los recursos y los productos de la política pública, y entre los resultados, objetivos y los impactos a nivel político de las políticas públicas sobre el conjunto de la sociedad. Además, se propone contribuir a institucionalizar la evaluación en la Administración Pública y potenciar las capacidades para su desarrollo con miras a mejorar la gobernabilidad, la calidad de las políticas y los resultados en la gestión de los asuntos públicos.

Pero no sólo se trata de institucionalizar de tal o cual manera un método. La evaluación es un asunto de naturaleza política. En cualquier sociedad fluyen de manera constante una multitud de valores, datos, juicios y observaciones sobre la realidad, cuya definición no es compartida por el conjunto. Evaluar es tomar partido, entrar en conflicto con distintos recortes de la realidad con base en datos nunca homogéneos. Negarla como método sería negar la aplicación práctica de las ciencias sociales. Negarla como ejercicio individual, organizacional o colectivo sería no reconocer las distintas subjetividades que intervienen a la hora de asignar valor a los hechos sociales.

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