Que la Argentina ha crecido a tasas chinas en la era kirchnerista es parte central del relato oficial K. El kirchnerismo pareciera ser, según su propia versión de los hechos, lo mejor que le ha pasado al país desde la Revolución de Mayo. Para que no quepan dudas, las estadísticas oficiales del Indec respaldan el relato. Las estadísticas del Indec, sin embargo, inspiran tan poca confianza dentro y fuera el país que instituciones como el Banco Mundial y revistas como The Economist no sólo han dejado de publicar datos del país, sino que han quitado de sus bases de datos los datos correspondientes al 2007 en adelante. La revista The Economist ha titulado (25/2/12) su nota al respecto “Don’t lie to me, Argentina” (No me mientas, Argentina). Indistintamente de lo que se piense de las líneas editoriales de estas instituciones, su seriedad a la hora de difundir datos estadísticos está fuera de toda duda. Lamentablemente no se puede decir lo mismo del Indec.
El problema de la inflación no reconocida no es menor. Si ya de por sí es esto una cuestión seria, los “errores” en la medición de la inflación afectan a otros indicadores claves como el PBI real sobre el cual se construye el relato oficialista del crecimiento a tasas chinas. No es casualidad que el Banco Mundial haya dejado de publicar no sólo los datos de inflación, sino también los del PBI real desde el 2007 en adelante. Dado que representantes del oficialismo, por ejemplo, Insaurralde, reconocen que la inflación no es la del Indec, es de interés preguntarse qué sucedería con el PBI real si ajustamos la cifras oficiales del Indec por las tasas anuales de inflación publicadas por el Congreso. En esta ocasión quiero comparar tres series: (1) el PBI real [oficial], (2) el PBI real [no oficial] –corregido por Inflación Congreso– y (3) cuál hubiese sido el PBI real si la dirigencia política nos hubiese ahorrado la recesión de 1997 que culminó en la crisis del 2001.