Por: Nicolás Cachanosky
Que la Argentina ha crecido a tasas chinas en la era kirchnerista es parte central del relato oficial K. El kirchnerismo pareciera ser, según su propia versión de los hechos, lo mejor que le ha pasado al país desde la Revolución de Mayo. Para que no quepan dudas, las estadísticas oficiales del Indec respaldan el relato. Las estadísticas del Indec, sin embargo, inspiran tan poca confianza dentro y fuera el país que instituciones como el Banco Mundial y revistas como The Economist no sólo han dejado de publicar datos del país, sino que han quitado de sus bases de datos los datos correspondientes al 2007 en adelante. La revista The Economist ha titulado (25/2/12) su nota al respecto “Don’t lie to me, Argentina” (No me mientas, Argentina). Indistintamente de lo que se piense de las líneas editoriales de estas instituciones, su seriedad a la hora de difundir datos estadísticos está fuera de toda duda. Lamentablemente no se puede decir lo mismo del Indec.
El problema de la inflación no reconocida no es menor. Si ya de por sí es esto una cuestión seria, los “errores” en la medición de la inflación afectan a otros indicadores claves como el PBI real sobre el cual se construye el relato oficialista del crecimiento a tasas chinas. No es casualidad que el Banco Mundial haya dejado de publicar no sólo los datos de inflación, sino también los del PBI real desde el 2007 en adelante. Dado que representantes del oficialismo, por ejemplo, Insaurralde, reconocen que la inflación no es la del Indec, es de interés preguntarse qué sucedería con el PBI real si ajustamos la cifras oficiales del Indec por las tasas anuales de inflación publicadas por el Congreso. En esta ocasión quiero comparar tres series: (1) el PBI real [oficial], (2) el PBI real [no oficial] –corregido por Inflación Congreso– y (3) cuál hubiese sido el PBI real si la dirigencia política nos hubiese ahorrado la recesión de 1997 que culminó en la crisis del 2001.
El siguiente gráfico muestra el PBI real [oficial] (línea negra), el PBI real [no oficial] (línea negra punteada) y el cuál hubiese sido el PBI real de ahorrarnos la crisis del 2001. Esta última serie se encuentra en azul punteado y asume que Argentina converge a la misma tasa de crecimiento que el resto del mundo en 2003. Es decir, la economía de Argentina no es ni más ni menos pujante que la del resto del mundo.
Si bien el ajuste por Inflación Congreso no deja de tener imprecisiones, el resultado que se ve en el gráfico ofrece algunas reflexiones. En primer lugar, le llevó diez años al PBI oficial volver a cuál hubiese sido su valor sin la crisis fiscal del 2001. Las crisis no sólo son caras en términos económicos, también lo son en tiempo. Diez años que, por cierto, nadie puede devolver a los argentinos. En segundo lugar, una gran parte de las “tasas chinas” fueron en realidad recuperación económica, no crecimiento genuinamente hablando. Crecimiento económico es aumentar la capacidad productiva, no agotar la capacidad ociosa recuperando el terreno perdido. El faltante de energía, por ejemplo, es un claro signo de la falta de crecimiento genuino. Es difícil por parte del oficialismo sostener que se han logrado maravillas económicas que al final de cuentas dependen en gran medida de una recuperación económica que muestra dificultades a la hora de transformarse en crecimiento sostenido. Con esto no quiero decir que no haya habido nada de crecimiento económico, pero sí notar que obviar el peso que tiene la recuperación luego de una fuerte crisis fácilmente puede llevar a vender relatos que no son tales. En tercer lugar, el gráfico también muestra que al ajustar el PBI por la Inflación Congreso aún no hemos vuelto a los valores del PBI real en que Argentina podría haber estado transitando hace ya más de 10 años.
Dado que la diferencia entre el PBI real [oficial] y el PBI real [no oficial] no es menor, vale la pena comparar las tasas de crecimiento anuales de cada serie para tener una idea resumida de cuál ha sido la performance Argentina al ajustar los datos oficiales por la Inflación Congreso. Los siguientes puntos muestran la tasa de crecimiento anual del PBI mundial, del PBI real [oficial] y del PBI real [no oficial]:
· PBI real Mundial (1997 – 2012): 2,6%
· PBI real Argentina [no oficial] (1997 – 2012): 0,8%
· PBI real Argentina [no oficial] (2002 – 2007): 6,8%
· PBI real Argentina [no oficial] (2002 – 2012): 2,9%
· PBI real Argentina [no oficial] (2007 – 2012): -0,8%
Algunas conclusiones a resaltar. Para el período 1997 – 2012 Argentina ha crecido a un ritmo menor que el resto del mundo incluso habiendo tenido altas tasas de crecimiento/recuperación para el período 2002 – 2007. Esto quiere decir que en términos relativos, Argentina se ha vuelto a los ojos del mudo, un país más pobre, no un país más rico. Es flaco consuelo sostener que se ha crecido algo cuando el resto del mundo puede hacerlo varias veces más rápido. Sólo en el período 2002 – 2012 Argentina muestra una tasa de crecimiento similar a la del resto del mundo (cuya tasa es la misma que en el período 1997 – 2012.) Una magra superioridad de 0,3% difícilmente pueda ser un buen respaldo del relato oficialista. Finalmente, para el período que se inicia con la intervención del Indec en el 2007 se ve una tasa de crecimiento negativa (esto se debe a una caída en el PBI [no oficial] en el 2012.) El paso del 6,8% para el período 2002 – 2007 al -0,8% para el período 2007 – 2012 muestra que el modelo K no fue otra cosa que un proyecto populista financiado con viento de cola, inflación e hipotecando crecimiento a futuro. La alta inflación da por tierra con el relato de la década ganada. El -0,8% para el período 2007 – 2012 coincide con el -0,9% de crecimiento negativo de la década perdida del gobierno de Alfonsín (1983-1989.) Es decir, el kirchnerismo ya ha producido un lustro perdido. ¿Qué va a hacer con los dos años que aún tiene por delante?
Por un lado, el oficialismo tiene un diagnóstico errado de sus propios logros económicos. Por otro lado, Argentina arrastra problemas de fondo que trascienden al kirchnerismo. El gobierno de Alfonsín, el de Menem y el kirchnerista están marcados por el mismo problema: déficit fiscal. Lo que ha cambiado es el modo de financiar los déficits, no el problema de fondo. La oposición, que dice ofrecer una alternativa distinta al kirchnerismo, debería trabajar junta, en lugar de separada, para asegurarse que crisis como la del 2001 no se repitan y Argentina no siga atrasándose respecto al resto los países. Mientras la clase política siga utilizando los déficits fiscales para financiar proyectos políticos de corto plazo, cambiarán los nombres del oficialismo de turno, pero los problema de fondo seguirán sin resolverse y las comparaciones entre Argentina y países como Australia y Canadá seguirán siendo desafortunados deslices en lugar de comentarios serios.