Por: Nicolás Cachanosky
A dos meses de asumir la Presidencia, el Gobierno de Mauricio Macri ha producido cambios importantes, como la eliminación del cepo cambiario y la participación en Davos, en lugar de relacionarse con Venezuela o Irán. Pero también ha mantenido grandes incógnitas aún sin respuesta, especialmente cómo se va a reducir el déficit fiscal.
Podemos dividir el efecto de las elecciones presidenciales en dos. Por un lado, el efecto político. El triunfo de Macri implica nada menos que poner fin al proyecto Argenzuela del peronismo en su versión k. El PRO-Cambiemos no sólo ganó la Presidencia, sino que mantuvo la Capital Federal y ganó la provincia de Buenos Aires. El potencial político de haber ganado estos tres distritos no es menor. El PRO-Cambiemos tiene una oportunidad única de desmantelar el clientelismo político de la provincia de Buenos Aries que tanto daño le ha hecho al país.
Por el otro lado, se encuentran los cambios económicos. Si separamos los cambios económicos de los cambios políticos, las decisiones tomadas hasta el momento no son necesariamente tan prometedoras. Es cierto que salir del cepo, devaluar el tipo de cambio, revisar tarifas y retenciones era algo necesario. Es decir, de haber ganado Daniel Scioli, hubiese hecho más o menos lo mismo (según expresiones del mismo equipo de Scioli). También es cierto que estas medidas eran o impostergables o fueron fuertes promesas de campaña. Si bien esto no quita mérito a las medidas tomadas, sí ofrece contexto. Hasta el momento, el PRO-Cambiemos no ha dado a conocer un claro plan de cómo piensan solucionar el mayor problema económico de Argentina: el déficit fiscal. Aunque es cierto que se han informado metas de reducción del déficit, lo que no se ha informado es cómo se va a reducir dicho déficit. Es decir, no se han presentado qué decisiones y políticas van a tomarse para eliminar este problema. Es difícil confiar en un plan que no se conoce. Esta falta de información produce incertidumbre que no contribuye a reactivar la economía del país.
En primer lugar, no es clara cuál es la visión de mercado que el PRO-Cambiemos tiene para el país. El PRO se identifica como un movimiento sin ideologías. Esto es peligroso si por falta de ideología se entiende falta de principios, donde lo que reina es el pragmatismo. Por ejemplo, intentar nombrar jueces por decretos de necesidad y urgencia (DNU) a los pocos días de haber asumido la Presidencia con una campaña donde se hablaba de volver a los principios republicanos. La potestad de nombrar jueces es para cuando el Congreso no está en sesión y no es posible reunir a los representantes en tiempo. Esta restricción, pensada para cuando había que trasladarse a caballo, difícilmente aplica en el siglo XXI.
En nombre del pragmatismo, el PRO-Cambiemos puede verse tentado, por ejemplo, a obligar a los supermercados a informar sus precios en un determinado sitio web de cierta manera. Es decir, desde el Gobierno se les impone a los supermercados cuál debe ser su marketing de precios. En Twitter, Miguel Braun sostuvo que el Presidente “le pidió a los supermercados que pongan sus precios online”. Lo cierto es que, de no publicar los precios, según se informa en distintos medios, los supermercados serán multados. Curioso uso del término pedir, cuando lo que Macri está haciendo es imponer u obligar a los supermercados. Curiosa actitud de un Gobierno que se dice republicano. Un mercado competitivo, al menos a mi juicio, es aquel libre de regulaciones, con libre entrada y salida de productores y con impuestos razonables indistintamente de la cantidad de oferentes, no aquel donde se obliga a informar precios de una determinada manera. Existen mercados muy competitivos con pocos oferentes (como es el caso de bienes network, por ejemplo, el software).
Gente del PRO también ha definido a este movimiento como un partido de izquierda. Ivan Petrella sostuvo que en Estados Unidos el PRO estaría a la izquierda del partido demócrata (es decir, a la izquierda de Hillary Clinton y Bernie Sanders). Jaime Durán Barba, por su lado, sostuvo que Macri se encuentra a la izquierda de Cristina Kirchner, quien sería alguien de ultraderecha. Por su lado, el ministro de economía Alfonso Prat-Gay se ha referido a precios de libre mercado de manera peyorativa al hablar de la ley de la selva. Modales aparte, es una expresión digna de un Axel Kicillof o de un Guillermo Moreno. Por su lado, Rogelio Frigerio habla del PRO como un partido desarrollista (sea lo que sea que eso quiere decir en concreto).
De las medidas tomadas tampoco se desprende que el PRO-Cambiemos tenga una visión pro libre mercado, dado que las principales medidas que se han eran necesarias dada a situación heredada. De hecho, no se le conocen a este partido ni expresiones ni medidas que sean inequívocamente pro libre mercado. Dado que el PRO-Cambiamos no ha hecho explícita su visión de cuál debe ser el marco económico del país, todo queda en sujeto a especulación.
En segundo lugar, esta falta de definición respecto a cómo solucionar el déficit fiscal se lee como una política económica gradual. Parecería que la alternativa, el shock, es cuando se implementan reformas de un día para el otro. Esto es incorrecto. Nadie puede esperar que un Gobierno haga lo imposible en 24 horas. En resumen, el problema no es no hacer lo imposible, sino hacer mal lo posible. Una reforma de shock consiste básicamente en presentar un plan integral de manera clara y ponerlo en marcha lo más rápido posible, lo cual por supuesto puede llevar tiempo. No informar cuál es el plan económico, si es que efectivamente hay uno, sólo contribuye a aumentar la incertidumbre y a incrementar las posibilidades de fracaso. En cambio, informar un plan en detalle y de manera clara alinea expectativas y los agentes económicos no tienen que estar adivinando si el Gobierno va a reducir el déficit fiscal u obligar a los supermercados a informar precios en un sitio web. ¿El PRO-Cambiemos tiene un plan integral que aplica de manera gradual, sin informar al público cuál es el plan, o toma medidas de manera improvisada según van apareciendo temas en agenda? Si hay un plan integral, ¿por qué no se lo informa? ¿Acaso el Gobierno no confía en su propia visión de país?
En tercer lugar, según palabras de Prat-Gay el PRO-Cambiemos parece guiase por la idea de que reducir más agresivamente el déficit fiscal implica un ajuste social. El ajuste social, sin embargo, hace años que ocurre. Si traducimos lo que Prat-Gay está diciendo, el mensaje es que el ajuste lo va a seguir haciendo el privado, no el sector público. La presión fiscal y la inflación destruyen tantos puestos de trabajo como empleados públicos innecesarios se mantienen a costa del contribuyente. Usted, lector, es quien va a perder su puesto de trabajo para seguir manteniendo un Estado sobredimensionado. Pero si usted pierde su trabajo, eso no es ajuste social, sí lo es si lo pierde un empleado público. Parece ser que no todos los trabajadores están en igualdad de condiciones, algunos parecen ser más importantes que otros. Es erróneo, si no tendencioso, dar a entender a la opinión pública que el dilema es entre ajuste o no ajuste, cuando el verdadero dilema es si el ajuste lo va a hacer finalmente el Estado (que es quien después de todo tiene déficit) o si se va a seguir exprimiendo como limón al contribuyente que carga con impuestos asfixiantes. ¿Por cuántos años ha mantenido el contribuyente a un Estado ineficiente y sobredimensionado? ¿Se votó a Cambiemos o a Continuemos?
Igual de tendencioso es cuando distintos funcionarios del Gobierno se expresan de manera tal que se da a entender que el problema de los altos precios de los alimentos se encuentra en los comerciantes y no en la política monetaria heredada. Con una inflación entre el 20% y el 30%, el único responsable de la suba de precios es el Banco Central. En un país que necesita unión social y sanar divisiones sociales, ciertas expresiones del PRO-Cambiemos parecen alentar la división de consumidor contra comerciante en lugar de unir a los argentinos.
Hace años que el PRO se prepara para ser Gobierno. Es de esperar que en todo este tiempo haya desarrollado un plan económico en el caso de asumir. Las expresiones y las medidas tomadas en estos dos meses, sin embargo, no permiten deducir cuáles son los lineamientos generales de dicho plan. Esto no hace más que alimentar lo que el historiador y economista Robert Bob Higgs llama “incertidumbre de régimen”. ¿Va a ser un kirchnerismo light, como algunos sospechan, o va a ser un movimiento pro libre mercado, como algunos de sus defensores esperan? El no saber en qué tipo de Argentina se va vivir, kirchnerismo light o libre comercio con apertura al mundo, pone un freno a las inversiones de largo plazo, dado que no se saben cuáles van a ser las reglas de juego. Dados los triunfos en las últimas elecciones, el PRO tiene la oportunidad de ser el autor de la versión argentina del milagro alemán, o bien pasar a la historia como otra oportunidad perdida en la larga lista de Gobiernos que dejaron pasar dicha oportunidad.