Doce años de kirchnerismo están dejando un país en crisis económica y con un serio deterioro institucional y social a la administración entrante de Mauricio Macri. Recesión, inflación, abultado déficit fiscal, deuda externa en default, pobreza en torno al treinta por ciento, presión fiscal récord, falta de reservas y cepo cambiario son algunos de los síntomas más conocidos. Que esto haya ocurrido en una década con elevados precios de commodities y exceso de dólares en el mundo pone de manifiesto el nivel de fracaso del llamado modelo k. Con una Argentina aislada del mundo, el kirchnerismo no puede excusar sus magros resultados alegando que el mundo se nos cayó encima. El kirchnerismo tiene muy pocos logros que mostrar, si es que tiene alguno.
El deterioro económico es tal que no se tiene certeza sobre la situación actual del Tesoro, del Banco Central y de la economía argentina en general. Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) no son confiables y los ministros actuales son reacios a compartir la información de sus carteras con los ministros entrantes, fiel muestra de lo que fue el estilo k desde los primeros días de Néstor Kirchner en el poder. Lo que el kirchnerismo está dejando a Macri es tierra arrasada. Se podría decir que, viendo las medidas tomadas en las últimas semanas, el kirchnerismo le deja también un campo minado. El comportamiento reciente del Frente para la Victoria no respalda la preocupación por el pueblo argentino que este movimiento dice tener como prioridad. Continuar leyendo
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La herencia no es solo económica
Independientemente de quién sea electo, el próximo presidente deberá afrontar una seria herencia económica. Inflación, un abultado déficit fiscal, una presión fiscal récord, serios problemas en la administración del Banco Central, cepo cambiario y default, entre otros problemas. En una nota anterior comentaba que el kirchnerismo puede estar dejando indicadores económicos peores a los que el menemismo dejó a Antonio de la Rúa. La herencia que el kirchnerismo deja al próximo Gobierno, sin embargo, no es solo económica.
¿Qué herencia deja el Frente para la Victoria en temas, por ejemplo, como corrupción, eficiencia de Gobierno y calidad del marco regulatorio? El kirchnerismo ha estado en el Gobierno por doce años con mayoría en el Congreso, ¿qué mejoras se perciben en la calidad de Gobierno y administración durante tan larga gestión? El siguiente gráfico (hacer click para expandir) muestra la percepción en control de corrupción, eficiencia de gobierno, calidad regulatoria, imperio e igualdad ante la ley (rule of law), y transparencia y rendición de cuentas (libertad de expresión, representación de los políticos). Los valores pueden oscilar entre -2,5 (peor) y 2,5 (mejor). Continuar leyendo
Mirando el Presupuesto 2015
El lunes 15 el Poder Ejecutivo presentó el proyecto de presupuesto para el año próximo. Como ya es costumbre, las críticas a las estimaciones del gobierno no tardaron en aparecer. Como ya es también costumbre, los datos muestran que estas críticas han estado bien fundadas; no hay motivos para creer que el presupuesto del 2015 sea una excepción. La gravedad institucional de lo que el kirchnerismo hace con el presupuesto es difícil de exagerar. La Ley de Presupuesto no es una mera ley más, es la “Ley de Leyes” justamente porque le especifica al Poder Ejecutivo qué es lo que debe ejecutar. Si bien el presupuesto es inicialmente preparado por el Ejectutivo, es al Legislativo al que le corresponde modificar y aprobar el presupuesto final. El rol del Poder Ejecutivo no es ni manejarle la vida al ciudadano ni comandar al Poder Legislativo. Como su nombre indica, el Poder Ejecutivo debe “ejecutar” el mandato que el pueblo le hace a llegar a través de sus representantes. Ese “mandato” es justamente el presupuesto a través del cual se le indica al Gobierno en qué debe gastar los recursos públicos (que pertenecen al pueblo, no al gobierno) y cómo es que esos gastos serán financiados. Continuar leyendo
Crear empleo o crear valor
El 19 de Mayo el Indec informó los datos de desempleo para el primer trimestre del 2014. Los resultados no muestran una mejora en el índice de desempleo y se prestan a la interpretación que sugiere que se ha estancado la creación de empleo a la par de una posible disminución en la fuerza laboral (menos gente buscando empleo.) Esto, sumado a las dudas que los indicadores del Indec presentan, genera incertidumbre sobre la situación del mercado laboral. El organismo oficial de estadística (al que tan fácil le resulta criticar estimaciones privadas) ha tenido que admitir importantes correcciones en sus principales indicadores. ¿Será el de desempleo el próximo índice a ser revisado?
El desempleo para los 31 aglomerados urbanos se ubicó en un 8.7%. Si se le suman la subocupación demandante (quienes trabajan pocas horas a la par buscan otros trabajo) se llega a un 14.2%. En el primer cuatrimestre del 2013 el desempleo se ubicaba en el 7.9% llegando al 13.4% si le agregamos la subocupación demandante. Hay otros tres indicadores que muestran problemas en el mercado laboral. En primer lugar el Índice de Demanda Laboral (UTDT) [CABA y GBA] de febrero del 2014 se encuentra un 15% por debajo del mínimo de la crisis del 2001. En segundo lugar el desempleo de largo plazo (desempleo por más de 12 meses) para el 2012 (último dato disponible en el Banco Mundial) es del 27.8%, mientras que para Brasil y México estaba en 14.6% y 1.7%. Esto quiere decir que ya en el 2012 el 27.8% de los desempleados llevaban al menos 12 meses en esa situación. Altas tasas de desempleo de largo plazo pueden indicar aumentos en un desempleo estructural muy difícil de reducir. En tercer lugar, una baja participación laboral. La población económicamente activa se encuentra en torno al 45% de la población en condiciones de trabajar (tasa de actividad en el informe del Indec). Los bajos salarios reales y los distintos subsidios al desempleo atentan contra la oferta de trabajo.
Junto con la inflación, el desempleo debe ser de las condiciones económicas más sensibles para el votante. De allí la importancia que el político suele dar a estos indicadores y su interés en políticas para crear empleo. ¿Cuántas veces el oficialismo y la oposición han hecho referencia a la necesidad de crear puestos de trabajo? ¿Cuántas veces el oficialismo ha puesto el acento en las políticas para crear empleo?
Crear empleo es fácil. Crear valor (trabajo que cree más valor del que consume en el proceso productivo), en cambio, es difícil. Cualquier gobierno puede muy fácilmente crear empleo. Si un país con una economía débil tiene unas 100 personas desempleadas, lo único que debe hacer su dirigencia política es que el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Social de este país ponga en marcha un “plan trabajar” por el cual se contrata a 50 personas para que caven pozos por la mañana y a los otros 50 para que los tapen por la tarde, repitiendo esta tarea todos los días. La tasa de desempleo baja a 0% y el PBI aumenta por el incremento en la producción de pozos. Las estadísticas confirman las políticas keynesianas de gasto público que tanto inspiran al oficialismo (claro, los indicadores económicos están inspirados en esas teorías). El análisis económico, en cambio, sugiere que indistintamente de lo que digan las estadísticas, cavar pozos lejos está de solucionar los problemas económicos del país. Del mismo modo, bajar el desempleo vía empleo público tampoco es solución.
Supongamos ahora que en lugar de contratar a los desempleados para cavar y tapar pozos se contrata a estos 100 desempleados para producir autos (hace unos días se supo que el equipo económico K le pidió a las automotrices que no lleven adelante despidos y suspensiones laborales). En lugar de imaginar a 100 personas cavando y tapando pozos, tenemos la imagen mental de 100 personas produciendo autos que podemos ver, tocar y usar. Ya no es obvio, como en el caso de los pozos, que la producción de autos sea una medida equivocada. Producir autos, sin embargo, puede ser tan “ridículo” (económicamente hablando) como producir pozos. El valor económico no se encuentra ni en el tamaño ni en las cualidades físicas de lo que se produce, el valor económico es subjetivo y personal, por lo tanto no es susceptible de ser cargado en la planilla Excel de Kicillof y Costa. Así como los pozos no crean valor económico y por lo tanto no contribuyen al desempeño económico del país, subsidiar la construcción de bienes que no son rentables (¿industria automotriz en Argentina?) es igual de contraproducente. En términos económicos, producir autos que el mercado no está dispuesto a pagar (sin subsidio, protección, etc.) es equivalente a producir pozos. El ejemplo de los pozos apela expresamente al ridículo para separar la ilusión estadística de resultados económicos. Que a los ojos una actividad económica nos parezca rentable de ninguna manera quiere decir que así lo sea.
Los funcionarios públicos suelen caer presa de la ilusión estadística de creer que porque se crea empleo, entonces se crea valor. La relación es la inversa. Es cuando el mercado crea valor que se aumenta la demanda de trabajo y se baja la tasa de desempleo, el trabajo artificial producto de políticas públicas no pueden garantizar la creación de valor. Lamentablemente los políticos que se arrogan el decidir el destino económico del país se dejan llevar por el valor del índice de desempleo y no por si el trabajo creado por sus políticas públicas crea o consume valor que otros producen. Que el trabajo que vemos creado por las políticas públicas no sea visualmente “ridículo” no quiere decir que las políticas públicas sean exitosas.
El rol del Estado no es crear valor. El rol del Estado es mantener la ley y el orden; que es para lo que está institucional y estructuralmente preparado. Si el Estado protege instituciones de mercado, entonces no tendrá que apelar a ilusiones estadísticas para esconder el desempleo bajo la alfombra de series económicas. El bajo desempleo en Japón, por ejemplo, no se debe al éxito de sus “planes trabajar”, se debe al desarrollo económico sustentado sobre un marco institucional más serio y consistente que el Argentino.
La presión fiscal K
El fugaz intento de modificar el impuesto a los bienes personales es un síntoma más de que el gobierno K no le preocupa la carga tributaria de su voracidad tributaria. La iniciativa de modificar el impuesto a los bienes personales duró menos de 24 horas. Al ver la presión fiscal, no sorprende que una modificación tributaria de estas características muriese antes de nacer. ¿Cuál ha sido la presión fiscal durante la década K? Al observar estos datos surgen algunas conclusiones importantes.
La presión fiscal es el monto de recaudación tributaria sobre el PBI nominal. Es decir, cuánto de los producido durante un año es destinado al pago de impuestos. Generalmente se suele observar la presión fiscal a nivel nación, dejando de lado los niveles sub-nacionales (provincias y municipios). Para obtener una estimación de la presión fiscal total hay que tener en cuenta todos los niveles del gobierno, no sólo el nacional. Es decir, la presión fiscal nacional más la provincial más la municipal. Pero la política monetaria inflacionaria K hace que esto siga siendo incompleto, hay que tener en cuenta también el impuesto inflacionario. Salvo unos pocos países, este último impuesto no legislado prácticamente ya no existe.
Mirando el balance del BCRA
El BCRA ha sido noticia en los últimos meses del 2013. Motivos no faltan: viene perdiendo reservas a un ritmo acelerado, ha incrementado el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial y posee una dudosa política de adelantos transitorios al tesoro que alientan la alta inflación que el gobierno insiste en negar. ¿Qué se observa si miramos el balance del BCRA, no sólo los últimos meses, sino enfocándonos en todo el período K? ¿Cuál es el monto de reservas “propias” y qué otras cosas nos deja ver el balance del BCRA?
Las reservas
Hay dos maneras de ver las reservas que hay en el BCRA. Las reservas totales y las reservas netas de deudas. Es decir, cuántos de los dólares que posee el BCRA no son deuda de terceros. En mi billetera puedo tener en total unos $150 dólares, $50 de los cuáles son préstamo de un tercero. ¿Cuántos dólares (reservas) tengo, $150 o $100? Al 15 de diciembre, el BCRA tenía unos 30.509 millones de reservas totales. Las reservas netas, luego de descontar los depósitos en dólares (y los Cedines) que el sistema financiero tiene depositado en el BCRA, quedan unos 20.000 millones en reservas. Si además se descuentan otros pasivos como deudas multilaterales y depósitos del gobierno, las reservas netas quedan en unos 16.560 millones (un monto levemente superior al 50% del total de reservas). Este número se reduce a 4.560 millones si se asume que el BCRA seguirá pagando la deuda del Tesoro (12.000 millones de dólares en el 2014) como lo ha hecho en los últimos tiempos (aquí un breve comentario de Guidotti y Nuemeyer.) La fuerte aceleración de la devaluación del tipo de cambio oficial y las medidas para seguir apretando el cepo no son casuales.
Sí, el problema de la inflación es de origen monetario
El último dato de la Inflación Congreso (2% mensual, 25% anualizado) muestra que este problema no parece menguar en la economía Argentina. Con cada informe sobre la inflación Argentina surgen distintas explicaciones que buscan excusar al BCRA de la responsabilidad del preocupante problema inflacionario (por ejemplo aquí y aquí). Quienes rechazan la relación entre emisión monetaria e inflación sostienen que con datos duros es posible relativizar la “teoría ortodoxa o monetaria” de la inflación. Que el origen monetario de un proceso inflacionario se ponga en discusión en un país con un historial inflacionario único es llamativo y hasta preocupante. Negar en economía que el problema de la inflación es monetario es como que un médico niegue que el problema de un coma alcohólico sea el exceso de alcohol. Decir que la inflación es un fenómeno monetario no es de izquierda, ni de derecha, ni de ortodoxos ni heterodoxos, no es otra cosa que demanda y oferta aplicado al bien dinero. Las leyes de la economía, igual que las leyes de la física, no entienden de desacuerdos políticos e ideológicos. ¿Por qué hay, sin embargo, casos como el de Estados Unidos, donde la expansión de base monetaria no genera inflación? O, ¿por qué la inflación es aproximadamente la misma en el 2013 si la base monetaria ha crecido menos que en el 2012? ¿Quiere decir esto que la inflación no es un fenómeno monetario? ¿O será que los datos están siendo interpretados de manera incorrecta por quienes excusan al BCRA de una de las inflaciones más altas del mundo?
No es casualidad que la inflación haya comenzado a identificarse como un problema serio alrededor del 2007, justamente cuando hay un quiebre en el comportamiento de la base monetaria y cuando comienza la intervención del INDEC. En primer lugar, es importante tener en cuenta que la inflación depende de la oferta monetaria total, de la cual la base monetaria (lo que imprime el BCRA) es sólo una parte. El total de dinero que se puede utilizar en el mercado es la base monetaria más depósitos creados en el sistema bancario (lo que los bancos prestan luego de mantener un monto en reservas). Si, por ejemplo, una persona deposita $100 físicos en el banco y el banco mantiene $10 en reservas para hacer frente a retiros y presta los $90 a otra persona, entonces estas dos personas pueden gastar juntas un total de $190 por más que la “base monetaria” sea sólo de $100. De todas maneras, los datos de expansión de base monetaria muestran una correlación llamativa con las tasas de inflación. El siguiente listado muestra la expansión monetaria anual junto a la inflación anual desde el 2007 en adelante.
Tres problemas con el cepo cambiario
La acelerada pérdida de reservas por parte del BCRA ha puesto en el centro del escenario el problema del cepo cambiario. Si bien queda poco para que termine el 2013, en lo que va del año el BCRA ya perdió más reservas que el 2011 y el 2012 juntos. Incluso se estima que terminará el año perdiendo alrededor de 12.000 millones. Estos números pueden ser peores si además se tienen en cuenta préstamos que recibe el BCRA que hacen “ver” que las reservas propias son más que las reales. Ni hablar del patrimonio en el balance del BCRA si se toman las letras intransferibles del Tesoro al nulo valor de mercado en lugar de valor libro. ¿Cuál es el punto de tener un cepo cambiario si el BCRA es incapaz de controlar sus propias reservas?
El problema del cepo es que no soluciona el problema de fondo. El dólar oficial se encuentra artificialmente barato, lo que hace que su oferta (por exportaciones, etcétera) sea menor y que su demanda (para importaciones, atesoramiento, etcétera) sea mayor. El desequilibrio es la pérdida de reservas resultante. Parte importante de este problema es la precaria situación energética a la que se ha llegado luego de diez años de kirchnerismo. Ante este panorama, la pregunta de si se puede salir del cepo y cómo hacerlo se ha escuchado con mayor frecuencia en los últimos días. Una política para salir del cepo tiene que hacer frente a por lo menos tres problemas.
El costo de la inflación en el crecimiento económico
Que la Argentina ha crecido a tasas chinas en la era kirchnerista es parte central del relato oficial K. El kirchnerismo pareciera ser, según su propia versión de los hechos, lo mejor que le ha pasado al país desde la Revolución de Mayo. Para que no quepan dudas, las estadísticas oficiales del Indec respaldan el relato. Las estadísticas del Indec, sin embargo, inspiran tan poca confianza dentro y fuera el país que instituciones como el Banco Mundial y revistas como The Economist no sólo han dejado de publicar datos del país, sino que han quitado de sus bases de datos los datos correspondientes al 2007 en adelante. La revista The Economist ha titulado (25/2/12) su nota al respecto “Don’t lie to me, Argentina” (No me mientas, Argentina). Indistintamente de lo que se piense de las líneas editoriales de estas instituciones, su seriedad a la hora de difundir datos estadísticos está fuera de toda duda. Lamentablemente no se puede decir lo mismo del Indec.
El problema de la inflación no reconocida no es menor. Si ya de por sí es esto una cuestión seria, los “errores” en la medición de la inflación afectan a otros indicadores claves como el PBI real sobre el cual se construye el relato oficialista del crecimiento a tasas chinas. No es casualidad que el Banco Mundial haya dejado de publicar no sólo los datos de inflación, sino también los del PBI real desde el 2007 en adelante. Dado que representantes del oficialismo, por ejemplo, Insaurralde, reconocen que la inflación no es la del Indec, es de interés preguntarse qué sucedería con el PBI real si ajustamos la cifras oficiales del Indec por las tasas anuales de inflación publicadas por el Congreso. En esta ocasión quiero comparar tres series: (1) el PBI real [oficial], (2) el PBI real [no oficial] –corregido por Inflación Congreso– y (3) cuál hubiese sido el PBI real si la dirigencia política nos hubiese ahorrado la recesión de 1997 que culminó en la crisis del 2001.