Por: Nicolás Cachanosky
El fugaz intento de modificar el impuesto a los bienes personales es un síntoma más de que el gobierno K no le preocupa la carga tributaria de su voracidad tributaria. La iniciativa de modificar el impuesto a los bienes personales duró menos de 24 horas. Al ver la presión fiscal, no sorprende que una modificación tributaria de estas características muriese antes de nacer. ¿Cuál ha sido la presión fiscal durante la década K? Al observar estos datos surgen algunas conclusiones importantes.
La presión fiscal es el monto de recaudación tributaria sobre el PBI nominal. Es decir, cuánto de los producido durante un año es destinado al pago de impuestos. Generalmente se suele observar la presión fiscal a nivel nación, dejando de lado los niveles sub-nacionales (provincias y municipios). Para obtener una estimación de la presión fiscal total hay que tener en cuenta todos los niveles del gobierno, no sólo el nacional. Es decir, la presión fiscal nacional más la provincial más la municipal. Pero la política monetaria inflacionaria K hace que esto siga siendo incompleto, hay que tener en cuenta también el impuesto inflacionario. Salvo unos pocos países, este último impuesto no legislado prácticamente ya no existe.
La siguiente tabla muestra la presión fiscal desde el año 2000 hasta el 2013 (con datos estimados). Los datos de presión tributaria sub-nacional están tomados de un informe de IARAF. Algunas cuestiones a tener en cuenta. En primer lugar, desde el inicio del ciclo K en el 2003 hasta el 2014 la presión fiscal aumentó de un (ya alto) 26.1% a un asfixiante (por no decir confiscatorio) 44.6%. De estos 18.5 puntos (casi 2 por año), 10.1 ocurrieron desde el 2008 durante el gobierno de CFK. En segundo lugar, se ve que el incremento de la presión fiscal es principalmente determinado a nivel nación. En tercer lugar, el impuesto inflacionario muestra un salto en el 2007, año que coincide con la intervención al INDEC. La única caída sensible se da en el 2009 luego de la crisis financiera del 2008. Para el 2012 el impuesto inflacionario (usando el IPC-congreso) llega a tener la mitad de la presión fiscal que las provincias.
¿Cuál fue el aumento de recaudación en la década K (2004-2013) para cada uno de estos conceptos?
- Nación: 773,8%
- Provincias: 637,8%
- Municipio: 669,1%
- Impuesto inflacionario: 2.886,1%
Esto equivale a un incremento equivalente anual de 27.2%, 24.9%, 25.4%, y 45.9% para Nación, provincias, municipios, e impuesto inflacionario respectivamente.
Cabría, sin embargo, hacer por lo menos otro ajuste más. Así como la poca confianza que genera el INDEC nos lleva a utilizar estimaciones como el IPC-congreso como referente, también debemos ajustar los números de presión fiscal utilizando estimaciones privadas del PBI en lugar de los datos oficiales. Dado que el dato de PBI oficial se encuentra sobredimensionado, la presión fiscal es aún mayor luego de corregir el “error INDEC.” El siguiente gráfico muestra la presión fiscal calculados en la tabla anterior (en negro) junto a los resultados corrigiendo el PBI oficial (en verde) con las estimaciones de Ariel Coremberg para el período 2006-2012.
La diferencia entre las dos series se da a partir del 2007, cuando comienza la intervención del INDEC. Este ajuste sugiere una aceleración aún más marcada de la presión fiscal de la que se observa con datos oficiales, especialmente en el 2012. En este último año la presión fiscal oficial es de 43.1%, mientras que si ajustamos el PBI con las estimaciones de crecimiento de Coremberg la presión fiscal roza el 50% (48.8%).
Unas breves reflexiones finales. En primer lugar, estos números de carga fiscal se encuentran, aún, sub-estimados. Los impuestos se pagan para recibir servicios públicos a cambio, como seguridad, educación, salud, infraestructura de transporte, etc. ¿Cuántos de estos servicios son provistos de manera aceptable por el estado? Cada vez que un residente o una empresa tiene que contratar servicios privados porque los públicos no funcionan está, de hecho, pagando los impuestos que corresponden a estos servicios dos veces. ¿Qué ofrece el gobierno a cambio de tremenda presión fiscal?
En segundo lugar, la estructura y presión impositiva genera dos incentivos perversos. Por el lado del contribuyente, la tentación y hasta la necesidad de tener ingresos en negro, aumentando así la carga tributaria sobre quienes trabajan en blanco. Desde el lado del gobierno, esta es una situación conveniente al momento de inspeccionar a los contribuyentes. Dado que el sistema tributario empuja al contribuyente a estar en falta, un gobierno con un inocultable sesgo autoritario como el K puede utilizar esta situación para presionar al contribuyente. Un sistema tributario complejo puede, además, hacer que uno esté o no en regla dependiendo de la interpretación que el recaudados de impuestos haga del laberinto impositivo argentino. Por ejemplo, es factible que haya gente que no pida devolución de adelantos de ganancias no porque no esté en regla, sino porque no confía en la interpretación que la AFIP pueda hacer de las normas impositivas sobre su persona. El gobierno gusta de generar miedo, en lugar de confianza y cercanía, sobre los ciudadanos que dice proteger.
En tercer lugar, estos niveles de presión tributaria se prestan a ser interpretados como una ruptura del contrato social por parte del gobierno. El pueblo da el monopolio del poder al estado para que garantice la ley y el orden, no para que utilice ese monopolio de la fuerza para imponer una presión fiscal que roza el 50% a cambio de irrisorios servicios públicos. La obligación moral de pagar impuestos es dependiente de las contraprestaciones, transparencia y honestidad del gobierno que los recauda. ¿Con qué autoridad moral el gobierno impone una presión fiscal de niveles asfixiantes cuando los trenes chocan, gente muere en saqueos, y hay cortes de luz porque, según explica el gobierno, hace calor? Por último, viendo la tendencia de la presión fiscal de la última década, no hay que ser muy perspicaz para entender por qué es el gobierno quien habla de la década ganada.