Los argentinos estamos nuevamente en las puertas de un ajuste. Analistas y políticos coinciden en que el país necesita, sin mayores dilaciones, implementar ya las medidas para frenar el problema del balance de pagos. La sensación de urgencia ha sido instalada: no hay tiempo, las reservas están en caída libre. Dicen que no hay alternativa. Así, este ajuste, como tantos anteriores, se presenta como inevitable.
El agotamiento económico y la derrota electoral llevaron al repliegue político. El Gobierno de la lucha contra las corporaciones pacta con los enemigos de ayer. Los primeros pasos indican el camino: arreglo con Clarín para una división formal pero irreal que deja a todos contentos, con el FMI por el índice de precios, con Repsol y con el sector más especulador de la finanza internacional (los “fondos buitres“).