Por: Nicolás Caputo
Los argentinos estamos nuevamente en las puertas de un ajuste. Analistas y políticos coinciden en que el país necesita, sin mayores dilaciones, implementar ya las medidas para frenar el problema del balance de pagos. La sensación de urgencia ha sido instalada: no hay tiempo, las reservas están en caída libre. Dicen que no hay alternativa. Así, este ajuste, como tantos anteriores, se presenta como inevitable.
El agotamiento económico y la derrota electoral llevaron al repliegue político. El Gobierno de la lucha contra las corporaciones pacta con los enemigos de ayer. Los primeros pasos indican el camino: arreglo con Clarín para una división formal pero irreal que deja a todos contentos, con el FMI por el índice de precios, con Repsol y con el sector más especulador de la finanza internacional (los “fondos buitres“).
Así, los argentinos volvemos al pasado (que en rigor nunca habíamos abandonado). Vuelve la hora del pragmatismo y la racionalidad, de la eficiencia de las 200 metas de Capitanich, bajo las loas de los grandes medios devenidos súbitamente amables con “Super Coqui“.
Los seguidores de la causa nacional y popular, a no preocuparse: tenemos un experto de Keynes y asiduo estudioso de Marx en el Ministerio de Economía. Nada de economistas de derecha, del FMI o los grandes bancos. El ajuste será en nombre de Keynes y Marx.
Mientras, la Presidenta estará en un segundo plano. Así, permanecerá como la campeona de la causa nacional y popular, firme junto a los militantes hablando de “profundizar el modelo”, mientras Super Coqui realiza el trabajo sucio de administrar la herencia de Moreno y De Vido.
De este modo, ineludible como la ley de gravedad y urgente ante la amenaza de reservas que se esfuman, después de 10 años de crecimiento a tasas chinas, del precio de la soja por las nubes, los argentinos volvemos al ajuste.
Se cierra así, con pena y sin gloria, la “década ganada”, donde los argentinos tuvimos extraordinarias oportunidades para transformar al país.
Nos presentan un ajuste insalvable y urgente. Sin embargo, deberíamos preguntarnos por qué llegamos aquí, por qué después de una década de oportunidades extraordinarias, hemos los argentinos repetido nuestro pasado. La historia, tantas veces vivida, de cuando tras el despilfarro cortoplacista del populismo llega, inevitablemente, el ajuste y el regreso del establishment.