Por: Nicolás Caputo
Un movimiento personalista como el kirchnerismo no tiene herederos; la única continuidad posible es la de Cristina Kirchner. Pero, a diferencia de otros movimientos similares en América Latina, el kichnerismo no pudo reformar la Constitución. ¿Cómo, entonces, resignarse a abandonar el poder, con el inmenso riesgo de no recuperarlo y enfrentarse así a la probable catarata de denuncias de corrupción? Para muchos, la situación es a todo o nada para mantener cargos, influencias, impunidad y negocios.
Una posible llave está en un proyecto que se trata en diciembre en el Congreso que podría parecer a simple vista como anodino: la elección de los parlamentarios del Mercosur. Como este organismo no decide prácticamente nada puede creerse que la cuestión es irrelevante. Sin embargo, esta reforma puede cambiar la dinámica política en la Argentina. El “vamos por todo” empieza a tomar forma concreta.
En 2006, los países miembros del Mercosur firmaron el Protocolo Constitutivo del Parlamento. En principio, ser miembro de este cuerpo no parece muy atractivo para quien busca resguardarse ante posibles juicios. Las protecciones dadas a los parlamentarios, en los artículos 12 y 21, son muy limitadas. Les garantizan que no serán juzgados por sus opiniones y sus votos en el ejercicio de sus funciones y además otorga inmunidad en Uruguay, país sede del Parlamento del Mercosur o Parlasur. Estas protecciones están confirmadas en su Reglamento Interno (artículos 14 a 18).
Para compensar esta protección limitada, los dos proyectos del oficialismo presentados en el Congreso otorgan inmunidades suplementarias: “Los parlamentarios del Mercosur en representación de la ciudadanía argentina serán asimilados en el derecho interno a los diputados nacionales” (art. 12 del proyecto Landau). Así, los parlamentarios argentinos del Mercosur, mediante la extensión de los artículos 68 y 69 de la Constitución Nacional (lo que plantea problemas de constitucionalidad), tendrán más inmunidades que sus pares de otros países.
Pero la elección del Parlasur no es sólo una llave posible a la impunidad. Puede aumentar el control político de Cristina Kirchner en una eventual presidencia de Daniel Scioli. En 1924, al no tener reelección, Yrigoyen había dicho sobre Alvear, quien era su sucesor: “Hay que rodear a Marcelo”. Hoy, Cristina Kirchner bien podría decir lo mismo sobre Daniel.
El Protocolo Constitutivo del Parlasur preveía que, tras un período de transición de ocho años, a partir de 2014 los países debían elegir en un mismo día, el “Día del Mercosur Ciudadano”, a sus parlamentarios a través del sufragio directo, universal y secreto. Sin embargo, ese día todavía no fue decidido. Entonces, el proyecto oficialista establece que los argentinos votaremos nuestros parlamentarios del Mercosur el mismo día que lo haremos en octubre de 2015 por la fórmula presidencial y legisladores nacionales.
Se propone un sistema electoral mixto, donde se votan 24 legisladores a nivel regional (uno por provincia más la Ciudad de Buenos Aires) y el resto, a nivel nacional tomando al país como distrito único, del mismo modo que votamos por presidente y vicepresidente.
Si Cristina Kirchner decidiera encabezar la lista nacional de legisladores del Mercosur, podría acceder a un cargo con fueros parlamentarios y, además, estaría haciendo campaña electoral en toda la Argentina. No sólo estaría rodeando a Scioli, armándole las listas de parlamentarios con fieles y asegurándose el control de muchas decisiones en un gobierno después del 2015. Además, podría quitarle gran parte de la legitimidad que da un triunfo en una elección presidencial. Recordemos cómo sufrió Néstor Kichner esa débil legitimidad de origen en 2003. Ahora, como líder absoluta del kirchnerismo, dominaría toda la campaña, los discursos y la propaganda. “Scioli presidente, Cristina al poder”.
Esta posibilidad sería la cuadratura del círculo para el kirchnerismo. Un movimiento político personalista lograría, a pesar de los límites constitucionales, seguir concentrando el poder en la persona de Cristina Kirchner.
Esta posibilidad cambiaría totalmente la dinámica política. En un escenario de fragmentación partidaria, interna peronista a cielo abierto, economía en recesión con alta inflación y tensión social, tendríamos además una muy fuerte polarización política K-antiK. El país entraría así en una elección plebiscitaria del kirchnerismo que dominaría toda la campaña electoral.
Este escenario sería un gran desafío para una oposición dividida. Incluso con una derrota de Scioli, una victoria nacional de Cristina Kirchner, quien hoy goza del apoyo duro de al menos un tercio de la sociedad, la dejaría en posición para volver a pelear a partir de 2017 por el retorno a la Casa Rosada.