Nos acostumbraron a gobernar con frases metafóricas, que en algunos casos son un toque de color en medio del intercambio entre gobernantes y gobernados, pero por estas pampas en muchos casos los políticos, en su convicción de que son seres superiores y subestimando a millones de ciudadanos en su capacidad de entender la cosa pública, simplemente se despachan con mamarrachos célebres tales como “cirugía a corazón abierto” o “paciente muy grave y éste es el mal menor”. Generalmente asociadas a situaciones de crisis sociales, económicas y por ende políticas; parece que la vida política de un país es una caminata de otoño por las pampas, y sin avisar cae una crisis de connotaciones épicas, que requiere cambiar pactos sociales preexistentes, reacomodar fuertemente las estructuras de poder y si todo sale bien, barajar y dar de nuevo.
Y ante tanta desesperación por la incertidumbre diaria en la que nos acostumbramos a vivir, pocos se preguntan ¿de dónde surge esta crisis? ¿Quiénes están detrás, quienes se benefician? La crisis, casi siempre en un comienzo operando en las variables económicas, parece un destino inevitable. Como el “destino manifiesto” de los norteamericanos, los argentinos vivimos en la convicción de que deberíamos ser un gran país, pero alguien en la cúspide del poder nos está robando ese destino.