¿Te acordás de los cacerolazos?

El 9 de noviembre pasado, un columnista del diario La Nación escribió que “la historia de las manifestaciones deberá escribirse de otra manera de ahora en adelante”. Otro editorialista consideró a su vez que “el pueblo” había mostrado su “rostro”. Y desde las mismas páginas un intelectual habló de “un nuevo sujeto político”.

El 18 de abril de este año, un cronista de un diario de la capital acompañó durante el cacerolazo convocado ese día con un abogado “robusto” y de “35 años”, quien administra una página de Facebook llamada “El Cipayo”. Le dedicó al hecho una larga crónica. El mismo día, un analista político de aquel periódico consideró que la presidenta Cristina Kirchner se encontraba “frágil y abrumada” ante las protestas.

Cuando faltan pocos días para el lanzamiento formal de la campaña electoral, la situación parece algo distinta de aquel “auge” cacerolero. Por un lado, el principal contendiente del Gobierno en la provincia de Buenos Aires, Sergio Massa, a quien el kirchnerismo buscó en las últimas horas caracterizar como neto “opositor”, eligió un discurso bastante más ambiguo que el de las protestas que tuvieron epicentro en la Ciudad de Buenos Aires. De hecho, amonestó al actor Fabián Gianola, otro precandidato en su lista por afirmar que en la actualidad se vive una “dictadura K” -una idea que se escuchó de algunos sectores que participaron de aquellas manifestaciones-. Al mismo tiempo, vetó de la lista a dirigentes de tono muy crítico con el Gobierno, como el economista Carlos Melconian.

El intendente encarna una de las propuestas opositora con más volumen pero, a diferencia de cierta estridencia en las marchas de protesta contra la gestión kirchnerista, apela a la “concordia” y a la “paz”. Y se aleja del discurso muy crítico de las manifestaciones al reconocer “aciertos” del actual oficialismo, como la Asignación Universal por Hijo, la “inclusión jubilatoria” o la política de derechos humanos.

Su apuesta es mantenerse dentro de ese tono lo más posible, quizás hasta el final de la campaña, de modo buscar seducir a un “centro” basado en cierto “sentido común” de posiciones no tan intensas en lo político. Los votos que busca no están sólo en la oposición más frontal, sino también en sectores que no sienten repulsión por las políticas implementadas en la última década. Para unos parece tener guiños, gestos más que palabras y para otros destina algunas afirmaciones como las que repasamos.

El último fin de semana, una encuesta difundida por la consultora Poliarquía indicó que, lejos de la “fragilidad”, la gestión de la presidenta Cristina Kirchner conserva un 46% de respaldo en la provincia de Buenos Aires. Por su parte, el gobernador Daniel Scioli, quien viene de ratificar en las últimas semanas su alineamiento con la Casa Rosada, es aprobado por el 56% de los bonaerenses.

Este tipo de evaluaciones realizadas por consultoras de opinión pública, así como la estrategia encarada por Massa quizás haya desconcertado a los sectores más “enojados” con el Gobierno nacional.

Lo cierto es que los escenarios políticos permanecen más abiertos que lo que indicaron meses atrás ciertas evaluaciones, siempre apresuradas y deseosas de ver un “fin de ciclo”.

Brasil: una idea y cuatro datos

El “ABC”, como lo concebía Juan Domingo Perón, era una región conformada por Argentina, Brasil y Chile. Tomemos la idea.

Una primera pregunta que sirve como parámetro para empezar comprender las protestas registradas esta semana en Brasil es desentrañar si se trata de manifestaciones más parecidas a las que tuvieron lugar hace en Chile para exigir “educación gratuita y de calidad” o a los “cacerolazos” (“8N! y “18A”) en la Argentina.

Las manifestaciones de los jóvenes chilenos tuvieron la clara intención de reclamar mayor presencia del Estado para consagrar la educación como “derecho” y restringir la presencia de mecanismos de mercado en ese servicio público. En la Argentina los motivos de los “cacerolazos” fueron múltiples. Mi impresión es que en general no se pedía “más Estado” -salvo por la idea de más y mejor “seguridad”-. Lo “no dicho” de las protestas de noviembre y abril pasados en la Argentina fue el malhumor de un sector importante de la sociedad por las restricciones a la compra de dólares para atesoramiento.

En Brasil vimos, por un lado a sectores en la protesta que no son la “base” del oficialista PT. No son las “nuevas clases medias” que acaban de mejorar su nivel de consumo y de vida en las favelas, ni los sectores sociales del Nordeste brasileño, que recién ahora ven ante sí cierta presencia del Estado. A su vez, muestran consignas más “populares” que las del 8N y el 18A argentinos: el detonante es un aumento en la tarifa del transporte público y se habla también de salud y educación.

Ningún país de la región es igual a otro. Así, por ejemplo, si ordenamos las “transiciones” a la democracia en “el ABC” diremos que Chile tuvo el proceso más “negociado” con el régimen militar -con una constitución que lleva la marca del pinochetismo-; le sigue Brasil, que recién por estos días tiene en funcionamiento una “Comisión de la Verdad”, comparable a nuestra Conadep de 1984 y luego la Argentina, con el conocido “derrumbe” de la dictadura tras derrota en la guerra de Malvinas. Los fenómenos sociales no son por lo tanto “equiparables”. Sirve, más bien, sumar elementos, ponerlos en contexto, compararlos y tomar las conclusiones siempre “con pinzas”.

Agrego cuatro datos:

  • El New York Times publicó una serie de gráficos en los que demostró que las tarifas de colectivos aumentaron bastante por encima de la tasa de inflación en los últimos años en Brasil. Y lo mismo ocurrió con los costos de los servicios privados de salud.
  • Se habló la semana pasada de una caída en los índices de imagen de Dilma Rousseff. El politólogo André Singer destacó en una nota reciente de Folha de Sao Paulo que esa caída fue mucho más pronunciada en los sectores más acomodados de la sociedad.La aprobación hacia la presidenta brasileña entre quienes cobran más de diez salarios mínimos en Brasil era del 60 por ciento el año pasado y en la actualidad es del 43 por ciento, de acuerdo a la consultora Datafolha. Diecisiete puntos porcentuales menos, cuando esa caída entre quienes cobran hasta cinco salarios mínimos ha sido de 6 puntos.
  • El sociólogo Emir Sader, alineado con el PT, señaló a través de una red social mientras las protestas se desarrollaban que una “fragilidad fundamental” del Gobierno brasileño ha sido la “ausencia de políticas específicas para la juventud”.
  • Todas las encuestas difundidas en los últimos días en Brasil indican que Dilma Rousseff (se conoció en las últimas horas una de IBOPE) tiene una imagen positiva que supera el 55 por ciento y que está en carrera para ser reelecta en primera vuelta el año próximo.