Por: Nicolás Tereschuk
El 9 de noviembre pasado, un columnista del diario La Nación escribió que “la historia de las manifestaciones deberá escribirse de otra manera de ahora en adelante”. Otro editorialista consideró a su vez que “el pueblo” había mostrado su “rostro”. Y desde las mismas páginas un intelectual habló de “un nuevo sujeto político”.
El 18 de abril de este año, un cronista de un diario de la capital acompañó durante el cacerolazo convocado ese día con un abogado “robusto” y de “35 años”, quien administra una página de Facebook llamada “El Cipayo”. Le dedicó al hecho una larga crónica. El mismo día, un analista político de aquel periódico consideró que la presidenta Cristina Kirchner se encontraba “frágil y abrumada” ante las protestas.
Cuando faltan pocos días para el lanzamiento formal de la campaña electoral, la situación parece algo distinta de aquel “auge” cacerolero. Por un lado, el principal contendiente del Gobierno en la provincia de Buenos Aires, Sergio Massa, a quien el kirchnerismo buscó en las últimas horas caracterizar como neto “opositor”, eligió un discurso bastante más ambiguo que el de las protestas que tuvieron epicentro en la Ciudad de Buenos Aires. De hecho, amonestó al actor Fabián Gianola, otro precandidato en su lista por afirmar que en la actualidad se vive una “dictadura K” -una idea que se escuchó de algunos sectores que participaron de aquellas manifestaciones-. Al mismo tiempo, vetó de la lista a dirigentes de tono muy crítico con el Gobierno, como el economista Carlos Melconian.
El intendente encarna una de las propuestas opositora con más volumen pero, a diferencia de cierta estridencia en las marchas de protesta contra la gestión kirchnerista, apela a la “concordia” y a la “paz”. Y se aleja del discurso muy crítico de las manifestaciones al reconocer “aciertos” del actual oficialismo, como la Asignación Universal por Hijo, la “inclusión jubilatoria” o la política de derechos humanos.
Su apuesta es mantenerse dentro de ese tono lo más posible, quizás hasta el final de la campaña, de modo buscar seducir a un “centro” basado en cierto “sentido común” de posiciones no tan intensas en lo político. Los votos que busca no están sólo en la oposición más frontal, sino también en sectores que no sienten repulsión por las políticas implementadas en la última década. Para unos parece tener guiños, gestos más que palabras y para otros destina algunas afirmaciones como las que repasamos.
El último fin de semana, una encuesta difundida por la consultora Poliarquía indicó que, lejos de la “fragilidad”, la gestión de la presidenta Cristina Kirchner conserva un 46% de respaldo en la provincia de Buenos Aires. Por su parte, el gobernador Daniel Scioli, quien viene de ratificar en las últimas semanas su alineamiento con la Casa Rosada, es aprobado por el 56% de los bonaerenses.
Este tipo de evaluaciones realizadas por consultoras de opinión pública, así como la estrategia encarada por Massa quizás haya desconcertado a los sectores más “enojados” con el Gobierno nacional.
Lo cierto es que los escenarios políticos permanecen más abiertos que lo que indicaron meses atrás ciertas evaluaciones, siempre apresuradas y deseosas de ver un “fin de ciclo”.