Por: Nicolás Tereschuk
El 10 de julio pasado comenzó de manera formal la campaña electoral de cara a las primarias del 9 de agosto. Es un mes en el que los principales postulantes deben reforzar sus perfiles y plantear ejes de debate que les permitan salir bien parados de un desafío que, en los hechos, más que para dirimir candidaturas, los partidos usan como “gran encuesta nacional”.
Se podría decir que eso es así desde el punto de vista formal y que la que culminará con la sucesión de Cristina Kirchner es una de las más largas de las que se tenga memoria. Sobre todo Daniel Scioli y Mauricio Macri hace mucho más de dos o tres años que tienen entre ceja y ceja 2015 como el año clave de sus carreras políticas.
De todos modos, es cierto que es a partir de ahora que los electores comenzarán a prestar más atención en la política y pensar o debatir a quién darle su voto.
Como argumentamos en una columna anterior, el oficialismo corre con una ventaja si mantiene a su tropa relativamente unida y a las variables principales de la economía relativamente bajo control. Se trata de una fuerza política con una muy importante inserción territorial (la gran mayoría de los gobernadores y de los senadores) y con un piso de votos bastante alto, que podría ubicarse en el 30 %.
La Constitución Nacional da otra mano: hay varias formas de acceder a la Presidencia, aun sin llegar al 50 % de los votos en octubre. Los antecedentes también ayudan: ningún presidente desde 1983 se impuso por un margen tan corto que hubiera tenido que concurrir a un balotaje.
Si se tienen en cuenta algunas de estas premisas, se acordará que es la oposición la que debe hacer el mayor esfuerzo en esta campaña. Nuevamente apelo a la figura del retador en una pelea por una corona mundial de boxeo en Las Vegas. Si las tarjetas de los jueces hablan de un empate o incluso de una muy leve ventaja del retador, las cosas suelen inclinarse por quien detenta el título. Para ser campeón hay que superar al rival con claridad.
Y aquí es donde, por el momento, llama la atención el poco volumen de campaña que muestra Mauricio Macri. Sin haber logrado un triunfo contundente en las elecciones anticipadas provinciales, más allá de la ratificación que el PRO obtuvo en las primarias y la primera vuelta porteña, el mensaje del mandatario capitalino todavía es errático y falto de fuerza.
Las dos semanas de campaña porteña de cara al balotaje contra Martín Lousteau todavía muestran a un Macri demasiado concentrado en retener su distrito, más que en apurarse por expandir su mensaje al interior. Así es que, como diría cualquier consultor de campaña norteamericano, la campaña del precandidato de Cambiemos todavía está off message (fuera de mensaje). Más que algunas apelaciones imprecisas al cambio, Macri no logra hasta aquí apalancar un mensaje que lo vuelva más competitivo ante un oficialismo que no sale, por el momento, de su zona de confort.
Seguramente, después del domingo próximo la campaña adquirirá velocidad y volumen. Y de cara a las primarias será una campaña breve, pero intensa. Veremos si el PRO logra retomar la agenda como principal contendiente del oficialismo.