Por: Nicolás Tereschuk
Termina la campaña de cara a las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) y, por el momento, el período preelectoral ha tenido dos períodos de ruido mediático más o menos estridente.
El primero de ellos afectó al precandidato de Cambiemos y líder del PRO, Mauricio Macri. Desde el relanzamiento de su postulación, la noche del ajustado triunfo electoral de Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad de Buenos Aires, el jefe de Gobierno porteño estuvo en el centro de un fuerte debate público sobre sus opiniones acerca de las políticas que lleva adelante el Gobierno nacional. Si Macri había llevado adelante un “giro estatista” en su visión o si no lo había hecho, si sus asesores económicos plantean o no un “ajuste salvaje”, estuvo en el centro de la escena.
Durante toda esa etapa de la campaña, el oficialismo se mantuvo dentro de una relativa zona de confort. Fue Mauricio Macri -junto con los dirigentes que lo rodean- quien debió invertir tiempo a través de medios de comunicación y otras vías para aclarar su posición más que para enfocarse con fuerza en su mensaje original. En los hechos, se vio obligado a explicar qué había querido decir antes que dedicarse a llevar la iniciativa en los temas que era su intención imponer en la campaña.
El segundo momento que sacudió la campaña fueron las acusaciones difundidas por el Grupo Clarín contra el jefe de gabinete, Aníbal Fernández. Esta situación sacó al oficialismo en los últimos días de su relativa comodidad y, al igual que había ocurrido con Macri, los dirigentes del Frente para la Victoria debieron invertir esfuerzo en responder, aclarar y rebatir, más que en hacer foco en el mensaje central que quieren hacer llegar a los votantes. En ese caso, a la situación se sumaron especulaciones y debates en torno a la interna que enfrenta a Fernández con el presidente de la Cámara Baja, Julián Domínguez, por la candidatura a gobernador bonaerense.
Un elemento que quiero recalcar es que en el primero de los debates, el actual oficialismo -al que suele vincularse con el populismo, la irracionalidad, el énfasis en el sostenimiento de un relato, un desdén por las instituciones y la falta de capacidad técnica- tuvo que ver, como se dijo, con un debate sobre políticas públicas. Qué pasará con YPF, los fondos de la Anses, Aerolíneas Argentinas, el juicio que los fondos buitre siguen por la deuda pública, Fútbol para Todos o los planes sociales, son temas que hacen a los formatos de intervención del Estado en la economía o su capacidad de regulación. El hecho de que se hubiera debatido si el PRO había apoyado o no esas iniciativas en el Congreso habla también de un debate importante en el ámbito institucional. Me viene a la mente el hecho de que cualquier campaña en los Estados Unidos o Europa incluye un análisis de qué iniciativas apoyó o no el candidato en cuestión en el espacio institucional en el que le haya tocado actuar.
Es decir, el partido supuestamente populista se mantenía en su zona de confort cuando se debatía sobre políticas públicas y cuestiones institucionales.
El segundo de los debates, el que incluyó una denuncia periodística contra un funcionario, más que un debate institucional o de políticas públicas, se presentó como un relato moral de buenos-buenísimos y malos-malísimos. De un lado del espectro partidario parecía presentarse a las personas buenas y decentes que luchan por la honestidad y contra la corrupción y del otro a las presuntamente malas, corruptas o criminales.
Dicho de otro modo, el partido supuestamente republicano e institucionalista encontró una cierta zona de confort, cuando comenzaron a debatirse cuestiones que más se parecen a los planteos que suelen vincularse a la retórica populista, esa que traza una línea divisoria entre quienes son dignos de estar en la arena política y aquellos que supuestamente deberían quedar afuera.
Paradojas (o no) de la política de un país que busca a través de conflictos, pero también de acuerdos, la definición de aquellas políticas públicas que puedan encaminar a la mayoría de los argentinos a mayores niveles en su calidad de vida, de manera estable.
Cuando en los próximos días se asiente la polvareda en torno a estos debates y se ingrese en el período de veda electoral, los ciudadanos podrán pensar en la interna abierta de qué partido influir al momento de emitir su voto. Y tendremos una pista sobre si alguno de estos debates influyó positiva o negativamente para cada una de las fuerzas políticas, de cara a la recta final de los comicios, que tendrá lugar en octubre.