Campaña y zonas de confort

Termina la campaña de cara a las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) y, por el momento, el período preelectoral ha tenido dos períodos de ruido mediático más o menos estridente.

El primero de ellos afectó al precandidato de Cambiemos y líder del PRO, Mauricio Macri. Desde el relanzamiento de su postulación, la noche del ajustado triunfo electoral de Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad de Buenos Aires, el jefe de Gobierno porteño estuvo en el centro de un fuerte debate público sobre sus opiniones acerca de las políticas que lleva adelante el Gobierno nacional. Si Macri había llevado adelante un “giro estatista” en su visión o si no lo había hecho, si sus asesores económicos plantean o no un “ajuste salvaje”, estuvo en el centro de la escena. Continuar leyendo

Carrió, Carrió, gran conductor(a)

El gran ganador de las primarias porteñas del domingo pasado fue, sin dudas, el líder del PRO, Mauricio Macri. Su protegido, Horacio Rodríguez Larreta, se impuso como candidato y, al mismo tiempo, su fuerza política conservó el caudal de votos que había conseguido de su mano cuatro años antes.

Sin embargo, la gran conductora política en términos electorales en la Ciudad de Buenos Aires no fue otra que la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. Si bien la diputada no apoyó al precandidato que obtuvo más votos -se inclinó formalmente por Martín Lousteau, aunque también realizó múltiples guiños a la derrotada en el PRO, Gabriela Michetti-, Carrió, como solía decir Juan Domingo Perón, “clavó una pica en Flandes” al promover con fuerza una oferta electoral que permitiera relegar a un tercer puesto a nivel local al Frente para la Victoria. Continuar leyendo

Palabra de Lula

Al tiempo que comienza la Copa del Mundo, el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Lula Da Silva, está en plena campaña para que Dilma Rousseff sea reelecta como presidenta de Brasil en octubre próximo.

Me gustaría destacar algunos conceptos que el ex mandatario brasileño viene repitiendo hace ya bastante tiempo, pero que en lo que va de este mes volvió a mencionar en una entrevista que ofreció a la revista Carta Capital y en un acto del que participó en el estado de Rio Grande do Sul.

En la mayoría de estas frases puede verse cómo las preocupaciones que tiene un gobierno como el de Cristina Kirchner no son tan diferentes de las que enfrenta el actual oficialismo brasileño. Una relación más que tensa con los grandes medios de comunicación, obstáculos para hacer llegar con éxito su mensaje político a la mayoría de la población, preocupaciones sobre cómo enfrentar las cambiantes demandas de la sociedad en un contexto en el que se siente el natural desgaste que implica ejercer el poder y llevar adelante una gestión nacional por más de una década.

El PT en Brasil y el Frente para la Victoria en la Argentina perciben el panorama político de manera similar: su principal oposición está en un espectro de centroderecha, fogoneada por medios de comunicación y algunos sectores empresarios. Y también se le enfrentan grupos más pequeños “por izquierda”.

En la posibilidad que tengan de seguir llegando con políticas efectivas a la mayoría de la población -sobre todo a la más postergada- y de comunicar con éxito su mensaje se verá su capacidad de que estos oficialismos (allá en octubre de este año y aquí en octubre de 2015) puedan revalidar su primacía electoral.

Dice Lula, entre otras cosas, por estos días:

  • “Voy a repetir una cosa que es una angustia que tengo. Yo creo que por el tratamiento que la prensa le ha dado al gobierno de Dilma, el pueblo brasileño no sabe ni el 30 por ciento de lo que el gobierno de Dilma está haciendo”.

  • “Descubrí que hay un proceso de desinformación premeditado, para que la gente sólo sepa lo que anda mal en el país”.

  • “Es inaceptable la falta de respeto a Dilma. Si quieren hablar mal, háganlo en el editorial del diario. Pero a la hora de la cobertura del hecho, publíquenlo como es”.

  • “Ahora dicen que si alguien entró a la universidad fue porque estudió mucho. Si alguien consiguió un empleo, fue por esfuerzo propio. Todo ahora giró hacia ‘el esfuerzo propio’ y yo me pregunto: si esas personas son tan esforzadas ¿por qué no conquistaron eso durante los gobiernos anteriores”.

  • “Tenemos que aprender a hablar con el pueblo, para que entienda el momento histórico. El joven que ahora tiene 18 años de edad tenía 6 años cuando gané la primera elección, 14 años cuando dejé de ser presidente. Si él se trata de informar por la televisión, es un analfabeto político. Si se trata de informar por la prensa escrita, con raras excepciones, también es un analfabeto político. Los medios de comunicación están tratando de mostrar todo lo negativo. Ahora, si tenemos la capacidad de decir que seguramente su padre vivía en un mundo peor que el suyo, y si empezamos a mostrar cómo ocurrió el cambio, estoy seguro de que va a entender que todavía falta mucho, pero que en 12 años se han dado pasos adelante”.

  • “¿Qué es malo? La hipocresía. Tenemos un sector medio de la sociedad, que fue aplastado entre los logros sociales de la parte más pobre de la población y de los ricos, que ganaron dinero también. La clase media, en varios sectores, ganó proporcionalmente menos. Cada vez que un pobre se eleva un escalón, quien está diez pasos por encima cree haber perdido algunas cosas. Marilena Chaui tiene una tesis que me parece correcta: un sector de la clase media brasileña, a veces también es progresista, desde el punto de vista social, pero no aprendió a socializar los espacios públicos y entonces se incomodó”.

  • El Gobierno no se comunica, se lo dije a Guido Mantega, para que se lo diga a Dilma: viendo cómo está el mundo hoy, cada dos meses el gobierno tiene que hacer igual como una empresa con los fondos de pensión. O sea: usted tiene que hacer viajes y convencer al fondo de que su empresa es rentable y vale la pena invertir. Entonces, cada dos meses el gobierno brasileño tiene que ir a Nueva York, no para hablar con jubilados brasileños, sino con el inversor. Ya hablé con Itamaraty, con Bradesco, Santander, todos se disponen a articular los mayores debates brasileños para mostrar al mundo las realizaciones y potencialidades. Petrobras tiene que viajar cada 30 días adonde esté el inversor. No podemos confiar en un periodista inglés que copia el material de un periodista que vive en Río y busca material en los diarios para inspirarse”.

  • “Con los BRICS, tenemos que tomar decisiones políticas. Somos una especie de péndulo en el planeta Tierra, entonces no podemos estar dependiendo de los dólares para hacer negocios.Tenemos que construir, y no esperar que el mundo construido en el siglo XIX, principios del siglo XX, viene a salvarnos. Podemos hacer la diferencia. Creo que el acuerdo por el negocio del gas entre Rusia y China fue aprobado con guantes de seda en la cara de la Alianza Atlántica. Creo que los BRICS deben trabajar como una especie de garantía para las cinco economías principales. ¿Por qué digo esto? Mercosur, cuando llegué a la presidencia, era inútil. El ALCA era el que estaba en la moda. No hemos implementado el ALCA y el Mercosur ha incrementado de 10.000 millones a 49.000 millones el flujo del comercio exterior. América del Sur no valía nada, y Brasil no conversaba con nadie, nadie conversaba con Brasil.”

El catorce

El año 2014 presenta una serie de incógnitas en el panorama político para las que nadie tiene respuestas certezas, por ahora.

Planteo algunas:

  • ¿Cómo encararán oficialismo y oposición el primer “año once” de un gobierno en el poder? El período más extenso que la democracia argentina recuperada en 1983 conoció hasta el momento fue el que lideró Carlos Menem, con diez años y medio.

  • La ausencia de elecciones que caracteriza a los “años pares” en la Argentina, ¿hará más o menos tensa la situación política? Sin elecciones, ¿será 2014 unaño de la economía? ¿Con qué nuevas herramientas lo encarará el Gobierno?

  • ¿Cuántas coaliciones opositoras se conformarán para intentar derrotar al oficialismo en 2015? ¿Dos, una no peronista y una peronista disidente? ¿O más?

    Continuar leyendo

El estalinismo más blandito del mundo

El Frente para la Victoria hizo una mala elección en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Más allá de la polémica de si el resultado debe ser leído en términos nacionales o provinciales o si sacó algún voto más o menos que en 2009, los comicios fueron equiparables a aquellos, duros para el kirchnerismo.

El hecho revela una vez más la complejidad -¿o la fragmentación?-, la vitalidad, el empuje de una sociedad como la Argentina, que bien puede encumbrar a los oficialismos en un turno electoral o dar llamados de atención al oficialismo -a los oficialismos, porque hubo merma de votos en provincias y distritos de todos los colores, ¿o no?-.

¿Dónde quedó entonces la idea de la “legitimidad segmentada” con la que amonestó Elisa Carrió el triunfo de Cristina Kirchner en 2007? ¿Qué pasó con los todopoderosos “aparatos”? ¿Qué pasó con el opresor “clientelismo”? ¿Qué ocurrió con la necesidad de “liberar a nuestros hermanos pobres del clientelismo”, como también señaló en reiteradas oportunidades la ahora líder de UNEN? ¿Y con el peligro del “fraude”? ¿Qué pasó con el gobierno fascista, stalinista, opresor? ¿Qué ocurrió con la ‘República en peligro’?

Pasó que nada de eso existe en la sociedad argentina. Ni puede existir. Se trata de una sociedad que luego de la mayor presencia del Estado en los últimos diez años es más y no menos vital, activa y demandante, vote a quien vote. Ahora a unos o luego a otros.

Como lo indica la politóloga María Esperanza Casullo en un artículo reciente (“Liberal, clientelar o populista y clientelar: tres visiones entre sociedad civil y Estado en Latinoamérica”), “las relaciones entre sociedad civil y Estado no son necesariamente de suma cero; ciertamente, los grupos populares no entienden el juego de esta manera”.

En gran medida, las demandas de los sectores populares se centran alrededor de la consecución de ‘más Estado’, es decir, más bienes públicos en sus comunidades, más políticas públicas dirigidas a ellos, mayores regulaciones hacia el mercado. El Estado no sólo ‘avanza’ hacia la sociedad por pura voluntad de dominio, sino que el establecimiento de las fronteras entre el uno y la otra es un proceso de marchas y contramarchas donde ambos actores manifiestan autonomía relativa”.

Así, más presencia del Estado de cara a la sociedad -que puede significar nuevas escuelas, ampliación de beneficios previsionales, la Asignación Universal por Hijo (AUH) o el nuevo régimen laboral que ampara al empleo doméstico- , bien puede significar más y no menos vitalidad y fortaleza de esa sociedad civil. El problema para entender esto lo tienen quienes ven cualquier situación de mayor presencia del sector público como pura cooptación, sujeción, debilitamiento de la sociedad civil.

O expresado de otro modo, como lo dijo el mes pasado la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff: “el pueblo cuanto más tiene más quiere”.

Larga vida a la vital sociedad civil argentina. Y ahora sí, a la disputa por las bancas, que faltan dos meses.

¡Qué pragmática, pragmática esta fiesta!

En esta noche me siento contenta.
En esta noche, en esta noche.
Ha aparecido lo que yo esperaba.
Ha aparecido, ha aparecido.
“Fiesta”, Raffaela Carrá

Los mecanismos parecen ser los siguientes.

Primero se afirma que el estilo de liderazgo de Cristina Kirchner es irracional, cerrado e ideológico. Que la Presidenta, en una obcecada estrategia de poder, avanza solitaria, sin escuchar a nadie y contra viento y marea en una carrera que sólo tiene como fin la acumulación y sostenimiento de su poder personal, bajo una concepción autoritaria -puede hablarse de “populismo”, “chavismo”, de “mala praxis económica”-. Que nada la mueve de esa arremetida. Que no negocia ni participa de transacción o revisión alguna con respecto a sus acciones.

Cualquier paso del Gobierno que se sale de ese supuesto “libreto” sería, al contrario, una situación en la que la Casa Rosada “tuvo que ceder”, se vio obligada a retroceder o dejar de lado sus principios. 

Así, la ley que habilitó un blanqueo de capitales y la emisión de los CEDIN es entonces una estrategia en la que el Gobierno vio por completo “derrotada” su idea de “pesificación” de la economía. Pero hay más: porque puede ser, de acuerdo con este razonamiento, que la firma de un convenio por inversiones en el sector energético con la compañía norteamericana Chevron sea una claudicación absoluta en los principios de soberanía que pregona el kirchnerismo.

Incluso, la designación de un intendente joven como primer candidato a diputado nacional bonaerense por el Frente para la Victoria revelaría que la Presidenta “no pudo” nombrar a un dirigente aún más cercano, a un ministro o a algún candidato “con el apellido Kirchner” para liderar la boleta.

Es extraño el razonamiento. Si se condena a un Gobierno por ceñirse demasiado a sus “principios” y no estar dispuesto a ninguna negociación o transacción, ¿se puede al mismo tiempo criticarlo por tomar caminos supuestamente “diferenciados” según el caso? ¿No hablan esas situaciones más bien de una riqueza en las estrategias del oficialismo? ¿De que aún, a diez años de haber asumido el poder, conserva cierto “juego”, cierta “cintura” en sus políticas, a lo que habría que sumar alguna cuota de pragmatismo?

¿Es posible entonces desgañitarse asegurando que estamos “aislados del mundo” y pasados unos instantes vociferar en contra de un convenio con la segunda compañía petrolera norteamericana para atraer inversiones?

En las filas opositoras se escucha otra interpretación de la realidad: es la que adhiere a la idea de que el kircherismo es, ha sido y siempre será “reaccionario” pero que al mismo tiempo montó una “farsa”, un “simulacro” de “progresismo”. Y que con algunas de estas medidas recientes revelaría su verdadero rostro, sus debilidades, su falta de convicciones en favor de verdaderos cambios en el país.

Con respecto a este punto parecería excesivo el esfuerzo de “maquillaje” encarado, frente a un electorado que suele premiar a los sectores que ofrecen estabilidad en las políticas y alternativas claras de poder antes que a quienes pregonan bonitas ideas pero que han olvidado cómo proveer alternativas concretas de solución de ciertos problemas al conjunto de los argentinos.
Ah. Me olvidaba. Estamos en campaña. Y todavía habrá mucho por escuchar.

Mariposa Tecknicolor

En la Argentina, una de las fortalezas de un movimiento político está en su capacidad de amalgamar sectores, estilos y miradas diversas -temáticas pero también, y sobre todo, territoriales- sobre la realidad. A la vez, complementar esa diversidad, esos coloridos, bajo un eje de acción común. Se trata de dos movimientos nada fáciles de conjugar.

El oficialismo ha perdido aliados en los últimos años. Hugo Moyano y un sector de la CGT es uno de los más notorios. Sumó, también es cierto, una militancia juvenil con la que no contaba en 2010.

Se habla mucho de la lista “multitarget” que encabeza Sergio Massa. Integrada por intendentes, una periodista especializada en jubilados, un industrial, algunos sindicalistas, algún representante agrario y un actor. Y de la fortaleza que puede tener un planteo “diverso”.

Del otro lado, se contrapone un oficialismo supuestamente monolítico, monocolor, monocorde y fundamentalista. ¿Es tan así? La presentación de listas del oficialismo que encabezó la presidenta Cristina Kirchner sirvió para al menos matizar esa visión.

La jefa de Estado se mostró cerca de Daniel Scioli, un dirigente que -los propios kirchneristas más acérrimos lo han señalado varias veces- no cultiva el mismo estilo de la jefa de Estado.

En el palco se vio a gobernadores que no tienen la misma trayectoria o mirada de la realidad que las organizaciones juveniles y de derechos humanos que apoyan a Cristina, como Gildo Insfrán o José Alperovich. Estaba el gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, quien ha manifestado diferencias con políticas de la Casa Rosada.

También se pudo ver, por ejemplo, al flamante ministro de Defensa, Agustín Rossi, compartiendo palco con el precandidato a diputado y ex gobernador Jorge Obeid, de distintos sectores del PJ Santafesino. O al secretario de Seguridad, Sergio Berni, quien parece tener un estilo y una miradas diferentes que, por ejemplo, la diputada Juliana Di Tullio. El primer candidato a diputado por el oficialismo bonaerense, Martín Insaurralde, tiene de hecho varias características similares a las de su rival Sergio Massa. Y una mirada rápida podría notarlo más parecido a su competidor que a su compañero de lista Carlos Kunkel.

“Cuando Néstor Kirchner le dio forma al Frente para la Victoria a nivel nacional fue para contener la diversidad. Y yo mismo soy una expresión de la diversidad y la amplitud del Frente para la Victoria”, señaló hace pocos días Scioli.

En la capacidad de poder expresar estas dos vertientes, las de la diversidad y de unidad de acción, se jugará parte de la suerte del oficialismo en las próximas elecciones legislativas.