Por: Nicolás Tereschuk
Al tiempo que comienza la Copa del Mundo, el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Lula Da Silva, está en plena campaña para que Dilma Rousseff sea reelecta como presidenta de Brasil en octubre próximo.
Me gustaría destacar algunos conceptos que el ex mandatario brasileño viene repitiendo hace ya bastante tiempo, pero que en lo que va de este mes volvió a mencionar en una entrevista que ofreció a la revista Carta Capital y en un acto del que participó en el estado de Rio Grande do Sul.
En la mayoría de estas frases puede verse cómo las preocupaciones que tiene un gobierno como el de Cristina Kirchner no son tan diferentes de las que enfrenta el actual oficialismo brasileño. Una relación más que tensa con los grandes medios de comunicación, obstáculos para hacer llegar con éxito su mensaje político a la mayoría de la población, preocupaciones sobre cómo enfrentar las cambiantes demandas de la sociedad en un contexto en el que se siente el natural desgaste que implica ejercer el poder y llevar adelante una gestión nacional por más de una década.
El PT en Brasil y el Frente para la Victoria en la Argentina perciben el panorama político de manera similar: su principal oposición está en un espectro de centroderecha, fogoneada por medios de comunicación y algunos sectores empresarios. Y también se le enfrentan grupos más pequeños “por izquierda”.
En la posibilidad que tengan de seguir llegando con políticas efectivas a la mayoría de la población -sobre todo a la más postergada- y de comunicar con éxito su mensaje se verá su capacidad de que estos oficialismos (allá en octubre de este año y aquí en octubre de 2015) puedan revalidar su primacía electoral.
Dice Lula, entre otras cosas, por estos días:
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“Voy a repetir una cosa que es una angustia que tengo. Yo creo que por el tratamiento que la prensa le ha dado al gobierno de Dilma, el pueblo brasileño no sabe ni el 30 por ciento de lo que el gobierno de Dilma está haciendo”.
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“Descubrí que hay un proceso de desinformación premeditado, para que la gente sólo sepa lo que anda mal en el país”.
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“Es inaceptable la falta de respeto a Dilma. Si quieren hablar mal, háganlo en el editorial del diario. Pero a la hora de la cobertura del hecho, publíquenlo como es”.
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“Ahora dicen que si alguien entró a la universidad fue porque estudió mucho. Si alguien consiguió un empleo, fue por esfuerzo propio. Todo ahora giró hacia ‘el esfuerzo propio’ y yo me pregunto: si esas personas son tan esforzadas ¿por qué no conquistaron eso durante los gobiernos anteriores”.
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“Tenemos que aprender a hablar con el pueblo, para que entienda el momento histórico. El joven que ahora tiene 18 años de edad tenía 6 años cuando gané la primera elección, 14 años cuando dejé de ser presidente. Si él se trata de informar por la televisión, es un analfabeto político. Si se trata de informar por la prensa escrita, con raras excepciones, también es un analfabeto político. Los medios de comunicación están tratando de mostrar todo lo negativo. Ahora, si tenemos la capacidad de decir que seguramente su padre vivía en un mundo peor que el suyo, y si empezamos a mostrar cómo ocurrió el cambio, estoy seguro de que va a entender que todavía falta mucho, pero que en 12 años se han dado pasos adelante”.
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“¿Qué es malo? La hipocresía. Tenemos un sector medio de la sociedad, que fue aplastado entre los logros sociales de la parte más pobre de la población y de los ricos, que ganaron dinero también. La clase media, en varios sectores, ganó proporcionalmente menos. Cada vez que un pobre se eleva un escalón, quien está diez pasos por encima cree haber perdido algunas cosas. Marilena Chaui tiene una tesis que me parece correcta: un sector de la clase media brasileña, a veces también es progresista, desde el punto de vista social, pero no aprendió a socializar los espacios públicos y entonces se incomodó”.
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“El Gobierno no se comunica, se lo dije a Guido Mantega, para que se lo diga a Dilma: viendo cómo está el mundo hoy, cada dos meses el gobierno tiene que hacer igual como una empresa con los fondos de pensión. O sea: usted tiene que hacer viajes y convencer al fondo de que su empresa es rentable y vale la pena invertir. Entonces, cada dos meses el gobierno brasileño tiene que ir a Nueva York, no para hablar con jubilados brasileños, sino con el inversor. Ya hablé con Itamaraty, con Bradesco, Santander, todos se disponen a articular los mayores debates brasileños para mostrar al mundo las realizaciones y potencialidades. Petrobras tiene que viajar cada 30 días adonde esté el inversor. No podemos confiar en un periodista inglés que copia el material de un periodista que vive en Río y busca material en los diarios para inspirarse”.
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“Con los BRICS, tenemos que tomar decisiones políticas. Somos una especie de péndulo en el planeta Tierra, entonces no podemos estar dependiendo de los dólares para hacer negocios.Tenemos que construir, y no esperar que el mundo construido en el siglo XIX, principios del siglo XX, viene a salvarnos. Podemos hacer la diferencia. Creo que el acuerdo por el negocio del gas entre Rusia y China fue aprobado con guantes de seda en la cara de la Alianza Atlántica. Creo que los BRICS deben trabajar como una especie de garantía para las cinco economías principales. ¿Por qué digo esto? Mercosur, cuando llegué a la presidencia, era inútil. El ALCA era el que estaba en la moda. No hemos implementado el ALCA y el Mercosur ha incrementado de 10.000 millones a 49.000 millones el flujo del comercio exterior. América del Sur no valía nada, y Brasil no conversaba con nadie, nadie conversaba con Brasil.”